Por qué no puedes darte por vencida en el amor

Evelyn Wittig
4 min readMar 31, 2015

La primera vez que me di por vencida en el amor tenía once años. Joven y aferrada a la ingenuidad como a la manta de bebé con la cual todavía dormía, vi como los bordes afilados de la ira de mi padre rasgaban el velo de una supuesta felicidad para siempre. Cada golpe dado y cada insulto lanzado fueron un asalto a mi para siempre.

Yo creía que el matrimonio era una mentira y que el amor era una ilusión antes de saber el nombre del primer chico que besaría.

La segunda vez que me di por vencida en el amor tenía dieciocho años. Era el final del verano y el final de la adolescencia y el final de una certeza cuidadosamente calculada. Él era perfecto en el sentido que sus padres estaban felizmente casados, había tenido una infancia maravillosa y él dio por sentado todo lo que yo quería desesperadamente. La universidad hizo inminente el camino, nubes de mal agüero anunciaban la tormenta: bienvenida después de una sequía de cuatro años y aun así tan desconcertante y misteriosa. Él fue a estudiar a una universidad y yo a otra y así nos despegamos el uno del otro como la piel se descascara de nuestros hombros acariciados por el sol.

El tiempo y la distancia hicieron el resto, y antes de que me diera cuenta éramos unos extraños con carreras, metas y planes que no requerían al uno del otro.

La tercera vez que me di por vencida en el amor tenía veintitrés años. Él era un compañero de trabajo que se convirtió en mi mejor amigo y luego se convirtió en un amante complicado y yo estaba desesperada por su amor y su afecto. No sé si fue su falsa confianza en sí mismo o sus sutiles adicciones, nunca lo sabré con certeza, pero yo estaba dispuesta a olvidarme de la lógica y la razón por un momento de su tiempo y el toque de sus duras manos. Le permití tenerme mientras simultáneamente él tenía a alguien más. Le creí cuando me dijo que escoger entre nosotras dos era difícil. Cuando gané su corazón, por lo menos por un período corto, nos fuimos a vivir juntos y solo me llevó un año descubrir que él se había acostado con alguien más.

Yo estaba maltratada, destrozada y disminuida. Probablemente como ella estaba cuando él me eligió a mi.

La cuarta vez que me di por vencida en el amor tenía veintiséis años. Ella era la hermana que nunca tuve, de madre diferente y demandando un padre diferente, pero tan parte de mí como si hubiéramos compartido el útero. Yo la cargué para bajar unas gradas traicioneras después de una dolorosa cita con el doctor. Fui su soporte a lo largo de novios, rupturas y oportunidades de trabajo que terminaron mal, porque claro, ella hacía lo mismo por mí. Una amistad forjada a través de fiestas de la universidad y maratones de Top Chef que terminó con palabras odiosas y una envidia subyacente. A medida que crecíamos, nos apartábamos más una de la otra.

La edad adulta puso fin a lo que juramos que sólo se solidificaría.

La última vez que me di por vencida en el amor fue hace dos años. No quería saber más de relaciones, compromisos y estaba tratando de mantenerme firme en supuestas representaciones saludables de ambas. Estaba deambulando en el mundo de la citas, disfrutando de las relaciones de una noche, de tentadores encuentros amorosos y la libertad de la soledad.

Y entonces lo conocí.

Vi sus ojos penetrantes, sentí su presencia tranquilizante y supe que el amor que continuamente he tratado de desechar había retornado. Me estaba llamando hermosa y tocando suavemente mi cabello de una forma que siempre me había hecho sentir consolada, y aún así era algo nuevo y totalmente diferente a cualquier experiencia pasada. No estaba maltratado por una familia rota o empañado por una arrogancia juvenil. No estaba manchado por la traición ni oscurecido por la envidia.

Superó lo que alguna vez fue muy doloroso, impensable, y cruel. Fue el amor que solo la herida y la agonía pueden producir. Sin las lecciones de un matrimonio fracasado, de una relación tóxica, o de una amistad tambaleante, nunca me habría encontrado sentada frente a sus ojos cafés y sonrisa picante. Nunca habría encontrado un amor que convirtió las heridas en lecciones y la adversidad en una casualidad afortunada.

Así que, por favor, no te des por vencida.

Porque tratar de encontrar el amor mientras simultáneamente tratas de evitar el dolor es como tratar de respirar conteniendo la respiración. El dolor y el placer, el sufrimiento y la felicidad; están entrelazados.

No te des por vencida en el amor. Nunca sabes cuándo vas a encontrar el tuyo.

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Evelyn Wittig

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