Esperando a Chito

Fabio Lacolla
4 min readFeb 10, 2019

--

Es un día frio, a las cuatro de la tarde es la prueba de sonido. Los técnicos, desde la mañana, arman el escenario y hacen que todo luzca según lo provisto, hay mucha expectativa. El stage manager salta de un lado al otro como una rana, habla por el Handy, contesta el celular y fuma incontables cigarrillos. El sonidista no está conforme con el sonido del bombo de la batería, tiene algo que no le gusta. La gente del merchandising arma su kiosquito al costado del salón: remeras estampadas, pins, gorras, posters, discos, mochilas. Los de seguridad cambiaron en sus buzos la inscripción “control” por la de “prevención” y revisan que todo esté como lo indica la ley, “no vaya a ser cosa que pase otra desgracia”. Promediando la tarde llega una combi con todos los músicos de la banda menos uno.

El bajista es un poco desconfiado, y a la hora de probar sonido, igual verifica con su afinador, que el bajo esté en un perfecto cuatro cuarenta. Tiene un asistente que, según él, no lo asiste como debería. Es de esas personas que te mandan a sacar hielo del congelador y te siguen de atrás. Al guitarrista le da lo mismo porque de última tiene un afinador en la pedalera… así como está, se carga la viola al hombro y hace un riff de los Stones como cábala. El batero se cuelga hablando con la minita de los posters, conversan que está por llegar la primavera y que estaría bueno tomarse una birrita a la tarde mientras se fuman uno. — ¡Dale enfermo, para hoy! Le grita el bajista, porque hace como cinco minutos que lo esperan para que pruebe ese bombo que no sonaba como al sonidista le gustaba.

Una vez instalados en el escenario, el manager con cara de pánico pregunta:

- ¿Alguien sabe algo de Chito? Todos se miran, menos el bajista que mira para bajo como puteando a un policía.

-Dijo que a las cinco estaba acá — dice el guitarrista como para matar el silencio.

-Siempre lo mismo, ya me tiene las pelotas llenas, nos está cagando a todos, esto también es un trabajo — vocifera el del bajo como resignado e incómodo. Para que se den una idea, es un Flander pero de merca.

- ¿Ya lo llamaron?– pregunta el batero mientras todos lo miran como diciendo “obvio forro”.

La espera es lo que más les duele a los compañeros de Chito, ellos saben que no es un mal tipo y que tiene buenos sentimientos, pero la espera les genera odio, violencia y ganas de mandar todo a la mierda. Chito tiene ese carisma que hace dejar de lado las diferencias. Cuando llega y suenan los primeros compases, es como si todo se olvidara, aunque no se olvida. Todos los que participan del negocio tienen familia y saben que si Chito cae, ellos caen junto a él. Quieren cuidarlo para cuidarse y cuidar a sus familias.

El líder de la banda vive en un departamento que parece recién saqueado, no se alimenta bien, se agrede permanentemente metiendo cosas en su cuerpo que le hace ver todo distorsionado, tiene un perro mimetizado con el panorama y una familia que está a punto de declararse impotente. Dicen que los ciegos no ven oscuridad, ven como si tuvieran una bolsa de Carrefour en los ojos. A Chito lo salva el arte, mientras siga creando está a salvo; lo que lo sostiene es la gente que le brinda todo el tiempo su afecto, su cariño y su bolsa.

Su patrona — la discográfica — le mete presión contándole el dinero ante sus narices y, aunque no se lo dice, Chito vale más muerto que vivo. Para la patrona su deterioro no es un problema, problema es que se cure. Si los treinta y tres mineros se hubiesen muerto, hoy seguiríamos hablando de ellos. Muchos dicen que fue una chileneada armada por la mexicana Patricia Riggen para después hacer la película. No creo.

Chito tiene un corte arriba del párpado, dice que se cayó al piso, pero todos saben que otra vez se volvió a pelear con la Chelita. “Esa chica no le conviene”. Chelita, como todo el mundo, también lo quiere, pero lo que no quiere es que lo quiera todo el mundo y su laberinto es: ¿porqué se enamoró de un muchacho que lo quiere todo el mundo cuando ella necesita un tipo que la quiera solo a ella?

Son las nueve de la noche, está todo listo, los músicos en el camarín toman Fernet y comen unas empanadas, el stage manager sigue saltando como una rana, el sonidista le entra a una de pollo, el saxofonista invitado, mientras se fuma uno, mira la hora porque más tarde tiene otro show.

Igual que el público… todos esperan a Chito.

--

--