“La Evolución de los Robots en la Cultura Pop: Explorando su Relación con la Ética y la Moral en la Inteligencia Artificial”
Fue con Metrópolis de Fritz Lang (1927) que comenzó la historia de la representación de los robots en el cine. María, la máquina creada por el inventor loco Rotwang, cuyo objetivo era instigar una revuelta de la clase trabajadora para justificar su represión, se transformó de inmediato en la génesis de las máquinas representadas en la cultura pop.
Aunque la relación entre humanos y seres mecánicos que imitan nuestro comportamiento ya formaba parte de algunas mitologías — autómatas como el Golem en el judaísmo y Talos en la mitología griega — fue en el siglo XX que la imaginación sobre los robots comenzó a desarrollarse.
La palabra “robot” apareció por primera vez en la obra de teatro R.U.R. (Rossum’s Universal Robots) de Karel Čapek. En esta obra, los robots son criaturas humanoides artificiales diseñadas para reemplazar a los trabajadores humanos. De hecho, la palabra “robot” proviene del término checo “robota”, que significa “trabajo” o “servidumbre”.
A lo largo de la obra, Helena Glory, activista por los derechos de los robots, visita la fábrica con la esperanza de mejorar sus condiciones de “vida”. Sin embargo, sus preocupaciones humanitarias se enfrentan a las duras realidades económicas de la empresa. Con el tiempo, los robots se rebelan contra sus creadores humanos, exterminando a casi toda la humanidad y tomando el control del planeta. ¡Hasta la vista, babies!
El argumento de R.U.R. nos resulta conocido, pues se ha replicado hasta el cansancio en el cine y la literatura: los robots eliminan a la humanidad, simplemente porque pueden. Muchas de las teorías fantasiosas sobre las herramientas de IA actuales se nutren de estas ficciones. Y aunque el fatalismo apocalíptico y la idea de ser protagonistas de nuestros propios finales espectaculares resulten atractivos, la relación entre seres humanos y máquinas se ha desarrollado a lo largo de nuestra historia de una manera más compleja y menos terrorífica.
El teórico de los medios Siegfried Zielinski acuñó el término Arqueología de los medios como forma de abordar sus estudios sobre el desarrollo técnico y mediático humano. Señala que la interacción dinámica entre los seres humanos y la tecnología es una relación co-constructiva.
La tecnología no solo es creada por los humanos, sino que también moldea las capacidades humanas y las estructuras sociales. Los medios de comunicación, como extensión de la tecnología, desempeñan un papel crucial en este proceso.
Este último punto ha dado lugar a reflexiones de todo tipo a lo largo del siglo XX. El dominio de la maquinaria industrial fue una forma de poder — evidente en los avances tecnológicos durante las guerras — que definió las maneras de distribución geopolítica que hoy en día observamos. En este contexto, la principal preocupación se centra en el uso ético de estas tecnologías.
En diferentes ficciones sobre robots, es precisamente su capacidad ética lo que se pone en duda. Dado que la moral es un rasgo humano, se asume que las máquinas no pueden diferenciar entre el bien y el mal. En el cuento “Círculo vicioso”, Isaac Asimov introdujo las tres leyes de la robótica. Este sistema normativo, que definió sus universos ficticios, planteaba los problemas a los que se enfrentan las máquinas en dilemas morales específicos.
Al considerar los alcances de las herramientas de inteligencia artificial actuales, el problema de la ética está siendo investigado y desarrollado. “Moral Machine” es un experimento en línea desarrollado por el MIT Media Lab que explora decisiones morales en situaciones hipotéticas de vida o muerte, involucrando vehículos autónomos. Este experimento presenta a los usuarios una serie de dilemas éticos en los que deben elegir entre dos opciones, generalmente implicando diferentes tipos de daños para diferentes grupos de peatones o pasajeros en situaciones de tráfico. El objetivo es recopilar una amplia variedad de opiniones humanas sobre estas decisiones éticas para ayudar a informar y modelar cómo deberían tomar decisiones los vehículos autónomos en situaciones críticas.
A su vez, este experimento también sirve para generar una reflexión sobre nuestros propios valores morales y cómo aplicarlos a la tecnología emergente en transporte. No se trata, entonces, de delegar una conciencia moral a las inteligencias artificiales, sino de confrontar la nuestra y, como dice Zielinski, co-construir una manera de comprender el mundo.
Aún queda mucho camino por recorrer. Mientras tanto, las ficciones seguirán proponiendo reflexiones y campos de acción ante futuros catastróficos. Sin embargo, el problema sigue siendo el mismo: quién o qué controla estos medios de producción de sentido y, sobre todo, con qué fines.