Los treinta y tres de Cáceres

ferdiazgil™
2 min readSep 9, 2018

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¿Y si éste fuera el último puente que cruzaras en tu vida?

El muy hijo de puta se llamaba Manuel Gómez Cantos. Se trataba del capitán de la Guardia Civil que se sublevó brevemente en Villanueva de la Serena el 18 de julio de 1936: en menos de una semana detuvo a sesenta vecinos, llevándoselos a Miajadas al ser expulsado de Villanueva por las fuerzas republicanas.

Enviados por Gómez Cantos, a la prisión de Cáceres llegaron cincuenta y seis detenidos (tres lograron huir y otro fue asesinado) que allí malvivieron dos años. Veintidós fueron liberados o canjeados. Hubo otro fallecido que, viéndolo con frialdad, sí pasó a mejor vida.

Los restantes treinta y tres fueron conducidos a la cárcel de Badajoz el 8 de agosto de 1938, donde les retuvieron otro mes. La llamada Bolsa de La Serena había caído dos semanas antes, por lo que los presos fueron trasladados a Villanueva el 8 de septiembre.

Dirigía la funesta comitiva el citado Gómez Cantos, quien por entonces había sido nombrado Delegado de Orden Público para la provincia pacense. Regresaba a Villanueva para abonar la muerte que sembró dos años atrás, pero tampoco había perdido el tiempo: fue uno de los participantes en la matanza de la plaza de toros de Badajoz.

Los treinta y tres detenidos pasaron su última noche en la cárcel villanovense. Al día siguiente, en la Plaza de España, se orquestó un humillante juicio popular instruido por el mismo Gómez Cantos. Delante de sus familiares y vecinos, todos los acusados fueron condenados a muerte.

Sólo un lustro después se anuló la sentencia, declarándolos inocentes. Tarde, demasiado tarde. E hipócrita: no revirtió la tragedia. En esa misma plaza, las lágrimas de unos se confundieron con los insultos de otros mientras los camiones que transportaban a los presos se dirigían a las cercanías de Medellín, a la sierra de Yelbes, en la orilla norte del Guadiana.

En un lugar indeterminado al pie de una loma fueron asesinados “los treinta y tres de Cáceres”, enterrados en una fosa común aún sin localizar. Entre los fusilados se hallaba mi tío abuelo, Vicente Blázquez Benítez, miembro de las Juventudes Comunistas de Villanueva.

Hoy se cumplen ochenta años de su injusta muerte y olvido junto a treinta y dos compañeros. Ochenta años sin saber de ellos. Ochenta años de cobarde silencio. Ni uno más sin justicia ni dignidad.

Memorial a las Víctimas del Franquismo (Villanueva de la Serena)

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Persona humana, dentro de lo que cabe.

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