A la cama sin peleas: ¿cómo conseguirlo sin lágrimas?

Fiii Fun House
4 min readAug 24, 2017

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El peligro no pasa cuando por fin conseguimos acostarle. En cuanto parece que se ha dormido, vuelve al ataque y nos grita desde la habitación. O peor, aparece en el salón con su mejor sonrisa. ¿Cómo es posible? Si se ha pasado el día jugando y nos ha agotado hasta a nosotros. ¿De dónde sacan cuerda para seguir activos?

Miedo a estar solos

  • Una de las causas principales de esa resistencia a la hora de irse a dormir es el miedo. Las horas de sueño el niño se queda absolutamente solo, separado de los padres y afrontando sus propias fantasías y temores. A esta edad empieza a despertarse el pensamiento mágico que puede hacerle imaginar peligros y seres amenazadores. Por eso no debe extrañarnos que ese momento de transición de la vigilia al sueño sea para ellos un trago duro de pasar.
  • Pero no se trata solo de miedo, a esta edad los niños son enormemente activos e inquietos, el mundo es para ellos una experiencia fascinante, y les cuesta mucho abandonar sus actividades del día. Además, tienen dificultades para relajarse y abandonarse tranquilamente al sueño.
  • La resistencia al sueño también puede aparecer cuando ambos padres trabajan y el niño apenas los ve. Normalmente, les cuesta mucho separarse de papá y mamá y si además no han tenido mucho tiempo para estar con ellos, la razón para negarse a perderlos de vista se multiplica. En estos casos, lo mejor es permitir que el niño nos acompañe en los quehaceres rutinarios: hacer la cena, preparar las cosas para el día siguiente, incluso incluirlo en nuestro rato de merecido reposo.
  • Los hábitos inadecuados pueden ser otra causa. Amenazarse con mandarle a la cama si se porta mal y no establecer unas rutinas a la hora de acostarse, no son precisamente una ayuda para que coja la cama con alegría.

Rutina nocturna

El organismo de los niños funciona como un mecanismo de relojería, por eso hay que establecer un horario y ser muy estrictos en su cumplimiento. Un crío acostumbrado a ir a la cama todos los días a la misma hora, empezará a sentir sueño cuando se acerca esa hora. En cambio, si no somos estrictos se generarán resistencias de dos tipos:

  • Una de tipo psicológico: el niño se opondrá si un día le acostamos demasiado pronto, y al otro demasiado tarde. Pensará que al día siguiente tiene derecho a lo mismo.
  • Otra de tipo fisiológico, ya que el organismo infantil no desarrollará el mecanismo de realizar sus funciones a la misma hora, en este caso dormirse.

Por tanto, hay que ser muy firmes y no permitir que se cambie la hora de irse a la cama. Lo cual no implica gritos ni violencia, sino tenacidad y persuasión. El mismo hecho de que lo convirtamos en un hábito, es decir, en un automatismo, hace la mitad del trabajo.

La otra mitad la realiza eso que llamamos ‘el ritual’. A los niños les gusta que ciertas cosas transcurran todos los días de la misma manera y en el mismo orden. El baño antes de cenar, la cena, hacer pis, ponerse el pijama… todo ello en nuestra compañía y como un juego placentero, les predispone a meterse en la cama y dormir.

Una vez entre las sábanas, el niño afronta el delicado momento de quedarse solo y a oscuras. Para aliviar este paso, ayuda mucho pasar un rato junto a su cama, una canción, algún cuento, unas palabras tiernas, el beso de buenas noches, un relajante ‘Duerme tranquilo que papá y mamá te cuidan’ y un peluche que sea un buen compañero para la travesía nocturna.

¿Y si se levanta de la cama?

Si una vez solo en la cama el niño salta de ella, hay que volver a acostarlo tranquilamente y salir de la habitación. Si vuelve a hacerlo, se repite la jugada y así sucesivamente. Si llora, el procedimiento es semejante: se le tranquiliza cariñosamente sin sacarle de la cama (esto es importante) y, sin demasiada demora, salimos de la habitación. Al principio tal vez haya que volver a acostarle o tranquilizarle una docena de veces, pero si se actúa con cariño y constancia, acabará habituándose a dormirse tranquilamente solo.

La hora establecida para irse a la cama puede verse alterada por algún imprevisto (la visita de un pariente, su cumpleaños…). Hay que procurar que esas excepciones sean las menos y, cuando ocurran, explicarle que será ‘solo hoy’ y que mañana todo volverá a ser como siempre. También en ese día excepcional hay que procurar respetar sus rutinas (un cuento antes de dormir, etc).

  • Los fines de semana solo se retrasará media hora el momento de acostarse. Una demora mayor podría romper el ritmo.
  • No hay que dejar que el niño se duerma en nuestros brazos o en el sofá, y debemos salir de su habitación antes de que se duerma, para que se acostumbre a hacerlo solo. De lo contrario querrá dormirse siempre en nuestra presencia y, además, se asustará si se despierta y se ve solo.
  • Si decimos cosas del tipo: ‘Como te portes mal te vas a dormir’, le transmitiremos que la cama es un castigo o algo desagradable, y, claro, precisamente ese tipo de frases no le predisponen favorablemente.
  • Nada de tele antes de acostarse. A esta edad no deben verla prácticamente y mucho menos en las horas que preceden al sueño. Aparte de sus contenidos a veces no aptos, es una actividad excitante. El juego movido y el ejercicio físico durante el día (no a última hora) les preparará mucho mejor para el descanso.

Fuente: www.serpadres.com

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