La aceleración o la muerte en tiempo real
En esta era de idealidad de los modelos, se ha impuesto la aceleración como nuevo absoluto. Paul Virilio habla primariamente de la velocidad, pero sabemos que ambas sólo se diferencian si las referimos a una unidad discreta de tiempo. La aceleración, en tanto concepto, desborda las categorías clásica de análisis, pues remite a una escalada de los acontecimientos fuera de los ciclos lineales, hacia sus extremos, en una tensión permanente para salirse de ellos.
En los sistemas de comunicación y taxonomización virtuales, como el microblogging, los agregadores o incluso el correo electrónico, es frecuente encontrarse con que las cantidades de “choques informativos” acaban por desmentir el objeto y el sentido de las herramientas: aquello ideado para comunicar aniquila la comunicación por la proliferación exagerada de mensajes. Aquello ideado para ordenar y filtrar la información resulta tan eficaz que nos devuelve, clasificadas, miles de entradas que finalmente marcamos como “leídas”, por imposibles de leer. Solo soportamos el orden de lo concreto, pues el orden que supera la escala de lo humano es equivalente al desorden. La aceleración conduce a la muerte (también lo dice Virilio), produce la muerte por exceso, por inflación de sentido y nos devuelve el cadáver de nuestros conceptos, igual que los cerdos ahogados emergen tras un tiempo a la superficie, hinchados y morados.
La aceleración, en tanto principio de realidad, obliga a los acontecimientos a escapar de las determinaciones de la historia, que siempre tratan de reinvolucionar todo proceso hacia lógicas lineales. Por eso la aceleración proporciona descripciones “ideales” de los procesos sociocomunicativos y productivos en la era de la postecnología: la producción incesante, pornográfica, de objetos — pero también de micrologías y principios de legitimación — , produce una nueva metafísica ajena al principio histórico de realidad. Las cosas y los sujetos tratan de escapar de su radical materialidad acelerando. En tanto móviles, nuestras prácticas y nuestras “inscripciones” sociales son proyecciones telemáticas que anulan la idea de un tiempo de reacción, dado que este tiempo, a imagen de los microprocesadores, es rápidamente reutilizado y optimizado para producir más unidades de sentido. ¿Qué es, si no, la idea de real time web? La idea de una web en tiempo real, absolutamente síncrona, resulta fascinante porque, de materializarse, significaría la transparencia absoluta, la producción pura, en su sentido profiláctico, fuera de cualquier espacio, fuera de cualquier perspectiva y, por tanto, de cualquier sistema de representación o teoría.
Estamos ahora en este boiling point. La aceleración clausura la representación del tiempo lineal; y desde una clausura tal cualquier cosa puede ser deducida de iure. De ahí la escapada sistemática de los acontecimientos a las predicciones y el desmentido constante de las leyes sociales. De ahí también la vehemencia de los nuevos gurús de lo digital por producir más eslóganes. Paradigmáticamente, ni siquiera el discurso que pretende reencontrar una moralidad y una verdad en las nuevas prácticas virtuales consigue escapar al principio de la aceleración. La repetición ahistórica de actos comunicativos y la serialización de los comportamientos en las redes no revelan una nueva verdad depositada ahora, por fin, y gracias a la tecnología, en lo social, en lo colectivo: sólo provocan un desvanecimiento del sentido, una “inconsciencia” del mundo.
La aceleración es el modo posmoderno del olvido; en otras palabras: una forma espectacular de amnesia.