Fernando Sicco: “No me apuro, el tiempo es muy importante como dimensión”

Fundación Itaú
9 min readMay 2, 2022

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Durante 8 años Fernando Sicco gestó “el vientre del escarabajo”. El tiempo y su poder de transformación son dimensiones centrales en una exposición que parte de una pelusa dentro de un aparato doméstico y toma un espacio de 200 metros cuadrados en la sala María Freire del Museo Blanes.

La gestación, la metamorfosis y el nacimiento sobrevuelan en un recorrido donde al inicio todo es pequeño, microscópico y sin conexión aparente. De a poco, como la vida dentro del útero, aparecen las texturas, la materia y las formas. Entonces sucede el milagro, como una explosión de vida que abandona el vientre y se plasma en un nuevo cuerpo que crece y toma con decisión la espacialidad, luciendo sus mejores atuendos.

En la exposición como obra “todo lo que contiene es lo que también te va llevando”, señala Sicco haciendo referencia a ese tránsito de lo mínimo a lo inmenso. “El vientre del escarabajo”, habiendo salido al mundo decidió también tomar nuevos rumbos. Este año se prepara para formar parte de la bienal Contextile en Portugal en el mes de setiembre.

¿Cómo comenzó a gestarse “El vientre del escarabajo” dentro del artista Fernando Sicco?

En realidad lo primero que surgió fue el asombro por esas capas como geológicas que se formaban con las texturas dentro de ese aparatito quitapelusas. Soy de usar ropa de color. En esas capas que se formaban en el uso cotidiano, veía belleza, había un efecto plástico. Empecé por ahí, a guardar lo que está destinado al desecho, sin saber mucho qué iba a hacer. En vez de tirarlo a la basura lo ponía en una hoja, sacaba con cuidado la pelusa, la doblaba y escribía la fecha. Ese fue mi método de archivo.

¿Cómo fue decantando desde que guardabas las pelusas dentro de hojas hasta esta exposición de grandes dimensiones que vemos ahora?

Estamos hablando en realidad de un proceso de casi ocho años, porque esto empezó cuando yo todavía estaba en el EAC (Espacio de Arte Contemporáneo). Entonces en ese momento la energía estaba más dividida, no concentrada en proyectos propios. Llegó un momento en 2016 y 2017 que se me juntaron varias obras y la necesidad de volver a exhibir. Mostré en el CCE (Centro Cultural de España) una exposición que se llamó “Aquello”. Eran cuatro o cinco obras y una de ellas era la primera versión del escarabajo que en ese caso se llamó “Inversión”. Lo que hice fue una cosa bien radical que era quedarme con esas pancitas translucidas y desechar el aparato. Mostrarlas como joyas, como piezas únicas. Esa fue una primera decisión. Y después el proyecto siguió creciendo, presenté otra versión en la Bienal Sur, que seleccionaron y luego vino la pandemia sumada a varias dificultades y al final terminé no exhibiéndola. En medio de la pandemia y sus bajones entre varias decisiones que tomé, empecé dos talleres, uno con Claudia Anselmi y otro de movimiento con Guillermina Gancio. Un día levanté el teléfono y hablé con Cristina Bausero del Museo Blanes y le dije tengo esta obra que preparé para la Bienal Sur y no la pude mostrar ¿tenés un lugarcito? Me dijo que sí, se entusiasmó con el proyecto y me ofreció la sala María Freire de doscientos metros cuadrados. Entonces dije ¡woow! pero bueno si estoy trabajando con las escalas tengo que aceptar y ver hasta dónde me lleva. Y así fue. Creo que como proyecto de arte tiene madurez como para poder encontrarse con un sitio específico y despegar. Y fue eso lo que me pasó.

Dicen que las cosas llegan en el momento que tienen que venir en la vida de las personas. Esta exposición ¿cómo te encuentra a vos personalmente? ¿Por qué te parece que llega en este momento?

Creo que es como una nueva etapa vital. Para mi esa más de una década que asumí el desafío de crear el EAC, realmente fue un proceso. He dicho ya en otras oportunidades que para mi el EAC fue una especie de obra de arte colectiva que me tocó dirigir. Por algo también ahí empecé a hacer práctica curatorial. Entonces creo que se cerró un período. Aprendí mucho, no soy el mismo ahora, luego de diez años de estar en contacto con cientos de artistas, con todos los lenguajes, de tomar desafíos enormes. Y luego la pandemia, que la vivimos todos, ese momento de reclusión. Renuncié a mi cargo como funcionario, en medio de una pandemia, retrotraje un poco toda esa energía, la sufrí un poco como todos, pero salí con arte. Entonces creo que esta exposición tiene mucho de eso. Siento que hay algo que transmite en esto de gestar, jugar y tomarse todas las libertades. Como proceso artístico fue algo que no se da siempre. Estar creando esos patrones digitales, textiles, frente a la computadora y decir no puedo creer lo que estoy haciendo. Es como el juego de los niños, un poco eso fue. Creo que cuando el arte puede tener algo de eso, es fantástico.

Esa imagen del vientre del escarabajo, gestando algo durante mucho tiempo, macerando y de repente una explosión de color, formas y texturas. Tiene algo de mágico.

Claro. Es como el buen vino. Años ahí y luego te da sus aromas.

Y en este proceso, desde esas hojas A4 dobladas con las pelusas dentro hasta ahora ¿qué cosas descubriste como artista?

Soy un tipo bastante organizado, de planificar y demás, entonces me di cuenta que como artista me descubro trabajando con proyectos que tienen una metodología. Hay un método. Tomo un tema, lo desarrollo y veo a dónde me lleva. No me apuro, el tiempo es muy importante como dimensión

¿Esa metodología es siempre la misma? ¿O cambia según el proyecto?

Cambia según el proyecto pero creo que, como cuando me preguntaste qué descubrí, creo que me estoy descubriendo en esa estructura de trabajo. Hay un tema, depuro el concepto, trato de afinarlo, de que esté bien claro, de enfocarlo y busco la mejor manera de mostrarlo, desarrollarlo y ver a dónde me lleva. Y me gusta como metodología, no estoy inventando nada, pero es como que uno sí se descubre a sí mismo trabajando de un modo.

Una de las cosas que uno percibe muy claramente es precisamente el trabajo conceptual que hay detrás ¿Cómo hacés para afinar el concepto? ¿Cómo es el proceso de descarte para dar foco a algo?

En realidad creo que es un trabajo intelectual un poco solitario en parte. Lo que dijimos antes, el tiempo, dejar decantar. También me gusta mucho escribir, entonces escribo las ideas y las posibilidades. Me digo “esto podría ser así o podría ser asá” y me respondo a mi mismo “no, esto es un mamarracho, por acá no”. Esta obra es muy colaborativa, obviamente trabajé con un equipo de gente, pero es en la realización, es cuando el concepto ya está. El trabajo anterior lo siento un poco solitario, pero no digo que tenga que ser así. Me gustaría capaz a futuro trabajar más con otros artistas o en diálogos durante el proceso. Lo que pasa es que creo que también es parte de este camino, creo que esta exposición está sirviendo para que la gente me saque de un lugar y me ponga en otro en su manera de verme y de relacionarse conmigo.

Si miramos tu historia, como artista, ¿qué lugar te parece que ocupa esta exposición en relación a lo anterior? ¿Hay una inflexión acá?

Es un hito, sin duda. Es la más grande que he hecho hasta ahora, la que he disfrutado más y siento que me reposiciona de otra manera completamente distinta. Porque mi obra anterior además de que es escasa, nunca había sido premiada a pesar de haber estado en varios salones nacionales y municipales con video, fotografía, siempre ahí en la vuelta, pero ahora estoy recibiendo reconocimientos internacionales también. Y después vino el EAC y ahí la visibilidad tenía mas que ver con lo institucional, trabajar con otros y para otros. Entonces ahora es como que me corrí de ese lugar, de esa posición. Capitalizo lo que aprendí, más lo que ya era, más lo que traía. Soy psicólogo, no ejerzo hace mucho tiempo pero el psicoanálisis tuvo un lugar muy importante en mi vida muy tempranamente. Creo que uno es toda esa mezcla de cosas.

Ahora que hablaste del psicoanálisis, tiene mucho que ver con lo onírico también este proyecto. Remite en parte a ese caleidoscopio que son los sueños.

Sí, la metaforización, eso del escarabajo, la metamorfosis. Una cosa que pasa a ser otra también por el lenguaje. Soy yo el que le pongo ese significante, el del escarabajo.

También sos gestor cultural ¿Cómo fueron esos diálogos entre el artista y el gestor cultural durante el proceso? ¿Qué desafíos se le impusieron al gestor cultural al realizar una exposición como esta?

Bueno por un lado creo que corro con cierta ventaja frente a otros artistas. Justamente por tener ese backup, esa experiencia que empieza mucho antes del EAC, más vinculada con la artes escénicas al principio. Hay cosas que para mi son naturales como armar un dossier, soy fotógrafo, edito video. También diseñé el catálogo junto con Andrés Ferrara. No soy diseñador gráfico pero manejo las herramientas. Y entonces, cuál es el límite ahí, yo que sé, soy editor, productor, diseñador gráfico. Es esa cosa controladora que uno tiene, que es como que estás en todo. Lo mismo que conseguir la modista y trabajar con ella, y los maniquíes, ahí se mezclan el artista y el productor. Pero bueno, en un punto a mi me sale muy naturalmente.

Esta es una exposición que tiene una energía femenina muy presente. Esta cosa de la gestación, de los trajes, del diseño.

Sí. También eso de mostrar a Lavalleja como una versión femenina, tiene que ver con la gestación. Bueno, supongo también es mi lado femenino. Soy hombre, me siento hombre, pero como hombre homosexual supongo que también está más marcada la sensibilidad de lo femenino, aunque la orientación sexual no sea excluyente para conectar con ella, pero es otra manera de relacionarse.

Hay un desafío importante en el montaje por las dimensiones del espacio. No deja de ser una exposición cálida, que te mantiene dentro del vientre, a pesar de las enormes dimensiones del espacio ¿Cómo se logra eso?

Sí. Todo el mundo elogia bastante el montaje. Ahí están los 10 años de experiencia institucional, de curaduría. Mas allá de que el manejo del espacio siempre se me dio también de forma bastante natural. De niño en la escuela hacia plantas de casas, no sé por qué, sé leer planos. Entonces hay una cosa del espacio que me la puedo imaginar y proyectar e incluso la exposición en su montaje tiene algo casi didáctico, aunque creo que es medido. Si lo mirás desde ese punto de vista te recibe un texto, están las pelusas, el aparato, las fotos, los paneles y la ropa. El proceso está en etapas. Mejor si no lo percibís. Pero de algún modo eso que te contiene es lo que también te lleva.

La sensación es que “El vientre del escarabajo” te llevó a encontrarte con un lenguaje y un camino que es medio como infinito. ¿Para dónde crees que te va a ir llevando como artista el escarabajo?

No lo sé. Para mi fue muy interesante desde el punto de vista conceptual que la exposición terminara como en esa pregunta. Pero, ¿y esto? ¿produzco telas? ¿hago una colección de moda?. Eso es muy interesante como pregunta para el arte también. ¿Por qué lo primero que aparece es esa demanda vinculada al consumo? Me pasó todo el tiempo de personas que me dijeron “quiero esa tela, quiero ese vestido, esto lo quiero en le living de mi casa”. Es una pregunta en pausa. El tema del arte y el mercado. Para mi siempre fue muy importante separar esas aguas y reflexionar.

¿Te genera miedo o inseguridad esta pregunta?

Me inquieta, me cuestiona. Empecé por aprender a manejar la máquina de coser, por ejemplo. Estoy yendo a Café Costura y me compré una máquina de coser que todavía no la saqué de la caja. No para hacer necesariamente ropa, pero es como que siento que lo textil vino un poco para quedarse. Tengo otro proyecto en marcha que es un poco mas osado en cuanto a de dónde parte. O sea, seguro en la próxima va a haber un pasito más. Y si hay cosas con telas, seguramente van a haber pasado por mis manos también.

Entrevista: Moriana Peyrou
Fotografía: Melina Mota
Para Fundación Itaú Uruguay

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