La vida moderna y sus matices

Gonza M. Fontán
3 min readJun 12, 2024

--

Nola Darling, capítulo final del reboot de Spike Lee en Netflix.

Flacx, me siento muy sola

“Ya no hay lugar para el debate” es una frase que, irónicamente, se lanza en muchas ocasiones durante debates nada legítimos sobre si el colectivo x de personas merece unos derechos. Lo cierto es que hay muchísimo lugar para el debate. Pienso, no obstante, que hay poco lugar para el matiz. Estamos construyendo algunos debates queer y feministas sobre presuposiciones poco acertadas y falsas dicotomías: si eres transfeminista, estás en contra de la abolición de la prostitución; si crees en el fin de las prisiones o en la violencia médica, estás en contra de la psiquiatría… Y un largo etc que confunde el medio plazo con el largo y nos deja con dos opciones: tomar la parte por el todo y considerar que el fin último es el que acaba con los problemas del presente o hacer de las vidas sufridas y maltratadas daños colaterales en pos de una meta que conocerían nuestras tataranietas- si el cambio climático le permite al árbol genealógico crecer
tanto- poco probable.

Supongo que tiene sentido los debates basados en dicotomías, es decir, en binarismos. Partimos de la dicotomía más falsa de todas: los dos cuerpos, los dos deseos, los dos géneros y la otredad no compaginable. Pero, ¿qué pasa con querer proteger los derechos de las trabajadoras sexuales y crear alternativas aunque aspiremos a la abolición de todo trabajo asalariado? ¿Qué pasa con la denuncia de la sobremedicalización
y las injusticias de género cometidas en nombre de la psiquiatría mientras aceptamos la necesidad de hacernos valer de la ciencia para tener las fuerzas suficientes no para producir, sino para disfrutar? ¿Qué pasa con el cuestionamiento constante del género como estructura sin ignorar que, para hacerlo, hay que mirar a las mujeres trans como referentes, antes que a nadie, y proteger su sabiduría (y sus derechos)? ¿Qué hay de poder decirle a tu amiga del instituto: “tía, leí este artículo y no me enteré de nada, ¿tú que sabes del tema me lo explicas?” o incluso “tía, no me interesa nada lo que produces, pero te quiero y quiero saberlo todo de tu cita del sábado”? ¿Qué hay de cuestionar la monogamia mientras podemos
reconocer que, a veces, sí, se le llama poliamor a los cuernos de antes? Porque yo no quiero un libro de instrucciones que rija mis relaciones, tomen el cariz que tomen porque no tienen una sola cara ni dos sino cientos. Las red flags se están convirtiendo en red lines: cordón sanitario a quien no haya leído a Brigitte Vasallo o tenga una bufanda del Betis. Seamos sinceres: la vida moderna se nos está haciendo un poco bola a todes.

No tengo una teoría filosófica que pueda explicar cada deseo que se materializa en mi cuerpo. No puedo citar a una autora por cada vez que quise besar a alguien que no conocía, acostarme con alguien a quien
conozco de toda la vida, dar la mano a una amiga o dormir abrazada de cualquiera. Mi barullo de sentimientos es, a veces, eso: un barullo. Abandonar la monogamia significó para mí dormir abrazada a ese barullo, saber que ese barullo no necesita de culpas y normas que los categoricen en buenos y malos y nos dé pistas sobre cómo actuar. No vamos a tener otra vida que la vida moderna porque vivimos ahora. Mejor aprender a llevarse bien con ella.

--

--

Gonza M. Fontán

Una lesbiana llena de dudas, opiniones y ganas de escribir, conversar y un salario.