El perro

Guillermo Álvarez
3 min readJan 5, 2017

--

Estoy viajando de Berlín a Madrid. La razón principal. Ver a mi familia, dejar el coche y el perro a mis padres. Ahora mismo necesito mudarme, encontrar trabajo y viajar. Con el perro, todo esto es más difícil. El coche lo traje solo por el perro. Pero… ¿De donde vino el perro?

Su madre se había enterado de que teníamos el piso porque, cosas del destino, se me olvidó colgar después de hablar con ella por teléfono, mientras estaba yo en un bar, quejándome del abandono de mi ex y que llevaba un año solo en casa. Después de las discusiones pertinentes, ella finalmente se mudo conmigo.

Al poco tiempo de que eso pasase, yo decidí hacerme autónomo y trabajar desde casa. Yo siempre he adorado a los animales, en especial a los perros y en concreto, a los boxers. Y ella tuvo la idea de regalarme uno.

Era una situación maravillosa. Yo en casa, sólo todo el día, tendría compañía. Un Boxer precioso, cariñoso y roncador; portada incluso de varios artículos de prensa.

Ella sin embargo, nunca había tenido perro, y no sabía ni lo que implicaba.

Pasó el tiempo, y el perro para ella se convirtió solamente en un artículo para compartir en Facebook. Nunca aprendió a sacarle a pasear. Dejaba botellas de lejía abiertas a ras de suelo, si no se lo recordaba yo, el cuenco del agua o de la comida, permanecían vacíos. Con suerte alguna vez conseguía que me acompañase al parque con él.

Cuando todavía dormíamos juntos, la forma normal de despertarme que yo tenía era con los gritos de mi ex. Echaba al perro de la habitación o intentando evitar que se acercase a la cama. Fueron muchas las discusiones que tuvimos al respecto. Yo le planteaba, que si trataba así a un perro, cómo sería con un hijo. Ella se ofendía mucho y me decía que cómo era capaz de comparar un niño con un perro. Yo le decía que no estaba comparando un niño con un perro, si no el simple hecho de ser responsable en la vida.

He de admitir, que con el tiempo, desarrollé una sobreproteción del perro. Prácticamente no se separaba de mi. Iba conmigo a la oficina, viajábamos en el mismo avión. Y tantas veces me había dicho mi ex que era agresivo, que hasta me daba miedo dejárselo a amigos.

Cuando empecé a descubrir el otro lado de mi ex, una de las cosas de las que me enteré fue, que el perro lo pagó mi familia, y que ella no puso ni un duro. Simplemente lo organizó para que fuesen otros quienes lo pagasen.

Cuando lo dejamos, hablamos de que nos lo repartiríamos para que yo pudiese viajar. Aunque yo estuviese necesitado de salir y viajar un poco, ella nunca me ayudó, y lo abandonó completamente. A día de hoy y aunque me da mucha pena no haber viajado todo lo que hubiese querido, casi me alegro. Pero en los momentos de depresión solo veía que no podía viajar por culpa de mi ex. Lo que sumaba más a mi odio. ¿Por qué decidió cambiar de idea? nunca lo sabré. Lo que sí se, es que el perro nunca la echó de menos. Y eso me da mucha pena.

Estuve todo 2016 luchando por hacer una vida normal. No le dí a mi depresión la importancia que le tenía que haber dado hasta muy tarde. Mis padres siempre me ofrecieron mi ayuda, pero el orgullo te hace pensar que puedes con todo. Mierda de orgullo. Intentaba luchar por hacer algo de lo que no era capaz.

Así que decidí coger toda ayuda que pudiese. Cogí el coche y me fui a Madrid.

Si todo va bien, el perro volverá a pisar en el futuro, una de las mejores ciudades para tener mascota.

--

--