Cómo volví a ser maestro

Gustavo Obando
3 min readJul 6, 2015

--

Explicación de un niño sobre la influencia de las corrientes de aire de diversas fuentes en el vuelo de un avión de papel

A pesar de mi propia lógica terminé siendo maestro. Estudié en un colegio de hombres, de aquellos que ya casi no existen, y recuerdo que fuimos malos con nuestros profesores. Naturalmente, no quise estudiar educación, pero al final fue más fuerte la vocación, aunque no inquebrantable. Tuve muchas dudas pues en algún punto te das cuenta que cuando te dicen que la educación está mal no se trata solo de “saber enseñar” si no que hay todo un sistema social y político que no cree en la educación, que quiere resultados sin invertir, que asume que tanto profesores como alumnos somos recursos materiales. Y dentro de las mismas escuelas las cosas también pueden ser duras. Hay todo un mundo político y cultural que va contra la misma educación, hay envidias, insatisfacción, resignación luchas de poder, conflictos sin resolver, etc.

En el camino dejé la escuela y me dediqué a la capacitación, al diseño de cursos y programas de educación en línea, a la educación de adultos y finalmente terminé siendo jefe de capacitación en una institución con una población predominante de abogados.

No obstante, admito que profesionalmente, la época más feliz de mi vida, fue cuando estaba en una escuela. Pasé entonces por lo que descubrí que era una crisis de carrera, una larga crisis que duró varios años; y cuya resolución final fue regresar a la escuela. Sucede que la resolución la tomé con tal determinación que algunas fichas se movieron en el mundo y terminó cayendo una propuesta para entrar a trabajar como maestro de primaria en un colegio con una propuesta alternativa que recién se había formado. Respondí que contaran conmigo, que estaba interesado, pero que había algo a considerar: yo soy maestro de Literatura para secundaria. En mi vida había pensado en trabajar con niños. Simplemente no iba conmigo. Yo quería trabajar con chicos grandes con quienes se pudiera llegar a conversaciones complejas, analizar con criterio las cosas. Ya saben, cosas complejas e interesantes. Sí, yo era maestro de secundaria, de ese grupo que en la universidad se burlaba de las maestras de inicial y primaria por verlas hacer materiales todo el día.

Después de entrevistas, observaciones de clases (porque no me iba a poner a enseñar una metodología que no conocía solo con lo que me contaban de ella) y sesiones con niños, me aceptaron en el colegio.

Sin embargo, supe que era maestro de primaria paulatinamente: fui a lavarme las manos porque estaban llenas de pintura, encontré un rayón de plumón en mi pantalón, escuché infinidad de veces la frase “papá, que diga… profesor”, recibí muchos abrazos, consolé varios niños que estaban llorando, me encontré con quince formas de representar fracciones, me enteré qué era una araña plateada y que las moscas pueden camuflarse para evitar depredadores, que el abusivo es una persona sumamente frágil, que los niños son mucho más complejos de lo que hubiera imaginado, y que a veces un padre también necesita la ayuda de un maestro, justo porque los niños son más complejos de lo que uno hubiera imaginado.

Muchas cosas que no me gustaban de la escuela y del sistema educativo siguen ahí, pero debo admitir que profesionalmente soy feliz.

P.D. Cabe señalar que ser maestro no es solo una vocación, es una profesión. Entiéndase esto como una demanda de reconocimiento.

--

--