Sobre los Incels, los Nice Guys y la Friend Zone

Alejandra
5 min readMay 4, 2018

--

Hace unos días en Toronto se produjo una matanza que puso en primera plana un término que hasta hace poco formaba parte de una subcultura de internet. Se trata de los incels, hombres autoproclamados “célibes involuntarios” que comparten a través de foros sus opiniones y experiencias en las que afirman seguir un celibato impuesto por la sociedad.

Para entender la lógica incel, lo primero que hace falta es conocer su terminología. Palabras como ‘Chad’, ‘Stacy’, ‘femoid’ o ‘black pill’ forman parte de una teoría que explica cómo funciona el mundo a través de los ojos de este grupo de individuos. Desde su perspectiva existen privilegiados que viven sus relaciones afectivas con confianza y despreocupación, y en un segundo plano se sitúan estos ‘célibes por imposición’, hombres acomplejados, deprimidos y frustrados, que nunca conseguirán intimar con una mujer por estar alejados del ideal masculino, una realidad que han aceptado como definitiva en sus vidas.

Lo interesante de la lógica incel es que no deja de ser certera en cuanto a las consecuencias que la masculinidad, la feminidad, y la sexualización tienen en la sociedad. Los ideales ‘Chad’ y ‘Stacy’, que no dejan de ser una caricatura de los ideales de género impuestos desde nuestro nacimiento, repercuten en la construcción de nuestra identidad, en nuestra autoestima y capacidad para relacionarnos afectivamente.

knowyourmeme.com

Sin embargo, en vez de seguir un camino hacia el feminismo, que replantea este tipo de cuestiones, los incels deciden ahondar más en la misoginia que llevan interiorizando a lo largo de su vida. De ahí nacen términos como ‘femoid’, que reduce a la mujer a un nivel infrahumano, o la ‘black pill’ un equivalente incel a las gafas moradas feministas (una vez ingerida la pastilla negra, comprendes que son los hombres incels los más oprimidos por esta sociedad).

Este tipo de visión misógina traducida en el movimiento incel está íntimamente ligada a lo que se viene gestando años en internet a través de otras expresiones popularizadas por foros y redes sociales. La ‘Friend Zone’ y los ‘nice guys’ ya daban pistas sobre los problemas que encuentran algunos hombres al tratar de alcanzar sus expectativas afectivas con las mujeres, y su visión sesgada de lo que significa tener una relación.

La primera entrada para el término ‘Friend Zone’ en Urbandictionary data del año 2003, hace ya 15 años. La definición de cuatro líneas resume a la perfección lo que se entiende por estar en la ‘Friend Zone’, una barrera emocional impuesta por una mujer que impide al hombre alcanzar el estatus de pareja, para él más valioso. Esa situación en muchas ocasiones implica un triángulo amoroso formado por el hombre ‘friendzoneado’, la mujer que lo coloca en esa ‘zona de amistad’ y un segundo hombre, que sí es correspondido.

urbandictionary.com

Dentro de esa dinámica, se presupone que al contrario que el hombre elegido, el que sufre la ‘Friend Zone’ encarna unos valores morales más elevados evidenciados a lo largo de la relación de amistad con la mujer, que lo sitúan como la alternativa amorosa más sensata. Sin embargo, aún presentándose la oportunidad de elegir entre dos hombres que personifican la dicotomía entre el bien y el mal, la mujer se decanta por el ‘chico malo’, mostrando que su criterio se basa en elementos superficiales. Como consecuencia, esa mujer sufrirá en su relación.

Si volvemos a la definición de Friend Zone, nos encontramos con un vínculo que nos deriva a la definición de ‘relación’, colocado por el propio autor:

urbandictionary.com

Es difícil comprender por qué una persona con un concepto tan misógino sobre la mujer se consideraría un buen individuo con el que mantener una relación. El término ‘Nice Guy’ representa esa contradicción latente en la visión que muchos hombres tienen sobre sí mismos y el cinismo implícito en la idea de que tener actitudes positivas hacia otra persona te asegura ser correspondido emocionalmente por ella. Lo que queda claro es que, en todo caso, la mujer no es vista como un sujeto con opinión válida en esa ecuación.

imgur.com

En este caldo de cultivo no es de extrañar que nazcan comunidades como la de los incels, que asumen ese distanciamiento emocional con el género femenino como algo irremediable. Según ellos, la mujer, un sujeto ruin, superficial y estúpido, no vería el valor de un hombre más allá de su aspecto físico y ‘encanto masculino’. A diferencia de ellos, las mujeres están tan sexualizadas que no encuentran obstáculos para encontrar compañía sexual incluso careciendo de atributos físicos, y eso las convierte en privilegiadas.

Los incels discuten con nostalgia esa época en la que los matrimonios concertados eran la tónica habitual en la sociedad, e incluso plantean la posibilidad de mantener relaciones sexuales con mujeres fallecidas para paliar su apentencia sexual. Y aunque muchos los vean como un grupo alienado e incluso cuestionen su cordura, lo cierto es que su forma de percibir el mundo es la misma que la de muchos hombres con pareja. Son el síntoma de un concepto insano de la masculinidad, de la hipersexualización y degradación de la mujer.

Por ello, tampoco sorprende que el mismísimo New York Times publicase un artículo teorizando sobre la redistribución del sexo, una problemática que achacan a factores políticos, con una visión muy parecida a la que exponen los incels en la que en en juego de conseguir intimar existen ganadores y perdedores. Como salida a ello, se expone la utilización de robots que sustituyan el papel de otro ser humano dentro del acto sexual. Una solución que sigue en la misma línea de objetivación de la mujer.

La preocupación sobre la óptica que tienen los jóvenes sobre el sexo y las relaciones interpersonales va en aumento. Pese a vivir en un ambiente de liberación, los millennials tienen menos sexo que la generación anterior. Documentales como ‘Liberated’ o ‘The Mask You Live In’ abordan cuestiones como la ‘hookup culture’ en la que hombres y mujeres participan activamente a través de mecanismos sexistas y despersonalizantes. Los incels, relegados a la pura observación, reclaman algo que la sociedad les ha prometido como derecho.

Está claro que ofrecer alternativas como la de los robots humanoides a los hombres que ven frustradas sus expectativas sexuales no es la solución para el problema más elemental que vivimos en términos afectivos. La misoginia aún presente en nuestra manera de vivir las relaciones se interpone en el camino por conseguir que los seres humanos interaccionemos de manera sana y respetuosa. Los incels no dejan de ser una representación más de las distintas masculinidades que nos rodean, y aunque sus teorías parezcan descabelladas y sean objeto de burla de numerosos vídeos de internet, la realidad es que ya hemos visto cómo dos adeptos de ese ‘extraño culto’ — así lo ha denominado algún medio — se han llevado por delante numerosas vidas.

--

--