Te preguntas ¿A dónde fueron todos estos años? ¿Porqué se marcharon? ¿Qué pasó que no debía ocurrir? Y tiempo después, una noche normal entre risas y malos chistes, entre bebidas y comidas, pasajes de situaciones cotidianas te das cuenta que no se fueron nunca, que han estado allí, y que quizás quien se marcho a vivir, a conseguir experiencias, y tatuajes en las hojas de vida fui yo. Pensándolo bien, fue bueno, pero quizás me falto buscarlos, seguro falto levantar el teléfono y pedir ayuda cuando la necesite, o compañía, o simplemente parchar, quedarnos en algún rincón y hablar. Después de todo son las viejas espaldas que no se olvidan.