Más allá de la violencia, debemos atacar el desencanto.
Seguramente, el problema de la violencia es una manifestación de muchos problemas sociales que se han ignorado durante años. Uno de esos problemas es la dificultad que tienen los jóvenes salvadoreños para conseguir trabajos de calidad, incluso cuando han terminado la universidad.
Aunque El Salvador siempre ha mostrado un nivel de desempleo bajo en comparación con otros países, el mercado laboral salvadoreño tiene otros problemas que no son tan obvios. Si bien es cierto que la Población Económicamente Activa está en su mayoría ocupada, muy pocas personas tienen acceso a empleos de alta calidad en donde tengan certeza de un contrato, protección social y prestaciones según la ley.
Este panorama complicado del mercado laboral lleva al desencanto de muchos jóvenes. Personas que dejan de creer que educarse les va a garantizar un trabajo que les permita mejorar sus condiciones de vida. Seguramente, ese desencanto es uno de los motivos por los que, en El Salvador, 1 de cada 3 jóvenes entre 18 a 25 años no estudia ni trabaja (EHPM 2012).
Estos jóvenes con un trabajo pudieran sacar adelante a sus familias y mejorar las condiciones de vida de muchos salvadoreños. Esta situación es una pérdida de capital humano y en nuestro país no nos podemos dar el lujo de desperdiciarlo. Prácticamente, no tenemos otro capital como petróleo, minas de cobre o diamantes; solo tenemos a nuestra gente, no hay más. Por esta razón, no nos podemos dar el lujo de dejar a estos jóvenes atrás.
Otros países, como Estados Unidos, han decidido apostarle a la creación de empleos y han logrado importantes avances. Principalmente, lo han hecho utilizando dos caminos (complementarios a mi parecer): atracción de inversión extranjera y aplicación de incentivos para la creación de empresas. Creo que actualmente, El Salvador debe mejorar su clima de negocios para luego apostarle a la inversión extranjera. Sin embargo, el otro camino se ve más asequible. Por lo que, luego de una revisión de políticas públicas, me atrevo a proponer 4 medidas.
En primer lugar, se podrían crear incentivos para el emprendimiento por medio de reducción de impuestos según el número de empleos que se generen (cuidando que sean empleos de calidad). Considero que curar el desencanto contribuye más al desarrollo del país que unos cuantos dólares de impuestos.
En segundo lugar, la experiencia internacional sugiere que la educación técnica puede reducir la distancia entre la educación y el mercado laboral, facilitando la contratación de los jóvenes que no tienen experiencia. Chile y Colombia han desarrollado políticas en esta línea con resultados que han favorecido a los jóvenes. Un requisito importante es que la educación técnica no solo se base en los sectores tradicionales en donde los mercados ya están saturados. En el país hay iniciativas para capacitar a jóvenes en cosmetodología, panadería, mecánica y otros oficios; sin embargo, estas iniciativas se enfocan solo en los mercados ya saturados, en todas partes se puede encontrar un salón de belleza, por ejemplo. Para garantizar empleos de calidad el país debe definir otros sectores estratégicos. Iniciativas de innovación o de adopción de nuevas tecnologías serían muy relevantes.
Otra opción puede ser desarrollar programas de capacitación técnica en donde personas de las medianas y grandes empresas brinden consultorías a micro o pequeñas empresas. La clave es que la asesoría técnica provenga de personas en el negocio no de personas que nunca han montado una empresa. Las empresas medianas y grandes podrían integrar estas ideas a sus programas de responsabilidad social.
Finalmente, las micro y pequeñas empresas necesitan apoyo para la exportación. El mercado salvadoreño es pequeño por lo que no puede brindar las economías de escala necesarias para garantizar que las empresas se mantengan; en este caso, la exportación a otros mercados se vuelve vital. También se vuelve relevante que las exportaciones sean constantes, no que las empresas logren exportar una vez y eso se considere un logro. Sin un mercado más grande no se pueden generar más empleos.
Para terminar, más allá del problema de la violencia es importante cuestionarnos sobre las raíces que han sido cultivadas durante décadas. El desencanto que sufren los jóvenes no se va a curar con más políticas de educación sino con volver a hacer realidad el sueño de que al educarse uno consigue un buen trabajo.