Cuando no se llenan las expectativas.
Nos encontramos a pocos días de nuevas elecciones generales en el país, a ya veintiocho largos años de un proceso democrático que avanza de manera muy lenta, sin lograr consolidarse aún y ostenta ya en su currículo cinco comicios presidenciales. Así mismo, vemos que el país poco ha avanzado en términos de infraestructura y servicios públicos en este ya largo periodo. Pero, ¿Dónde radica el problema? Si tenemos la libertad de elegir ¿Por qué nunca elegimos “a los mejores”?
En democracia, la política está dada en los términos de la disputa por el poder y su distribución. Allí radica la principal virtud del ideario democrático, la capacidad de cualquier ciudadano de entrar al juego, dadas sus reglas en la Constitución Nacional y en las leyes. Pero cuando ninguno de los candidatos llena las expectativas, una opción -criticada por unos, utilizada por otros- es la del voto blanco o voto nulo.
No son pocas las personas -generalmente las del ámbito político propiamente dicho- que tachan el voto nulo como una incoherencia o un voto “favorable al oficialismo”. No obstante, es indudable que son muchos los que recurren a él como forma de protesta, o manera de expresar su disconformidad con con los candidatos potables -que en la manera en que se plantea nuestra política hasta el momento son solamente dos en cada elección-.
El día de ayer terminó con miles de paraguayos expectantes a qué era lo que tenían para decir los candidatos con posibilidades reales de llegar al máximo cargo electivo de la República. Uno de los dos terminará la noche del próximo domingo 22 de abril siendo el presidente.
Muchas fueron las reacciones en Internet sobre el evento realizado en el teatro del Banco Central del Paraguay. Destacan de manera visible -entre militantes y simpatizantes de ambos bandos destacando cuáles fueron a su parecer las virtudes de su candidato- las opiniones negativas sobre el nivel del debate en general.
Existe sin duda un gran descontento -no generalizado, pero si importante- de un sector de la población que considera, no hay candidatos que puedan llevar los hilos del país hacia un mejor futuro colectivo. Esto podría representar una buena cantidad de votos blancos o anulados en las elecciones 2018.
Hagamos un breve repaso de este tipo de votos a lo largo de los años de la nueva democracia así como de la popularidad representada en los votos de los candidatos con números oficiales.
Las elecciones de 1993 representaron un acontecimiento histórico para el país, se daban las primeras elecciones democráticas en varias décadas. El padrón contaba con la cantidad de 1.698.984 personas habilitadas para participar de los comicios de las cuales unas 69,000 (4,1%) votaron entre blanco y nulo. El candidato de la A.N.R. Juan Carlos Wasmossy -entre acusaciones de fraude y negociados- ganaba las elecciones con 468.213 (39,3%) y Domingo Laíno del P.L.R.A. quedaba con 372.868 votos que representaban el 32,1 % de los votos.
Cinco años más tarde se llamaba nuevamente a elecciones, donde quedaría como titular del Poder Ejecutivo -en frágil alianza con Luis María Argaña y de la mano de Lino César Oviedo- el Ingeniero Raul Cubas Grau con unos 887.196 votos, un 53,7% de la participación (1.650.725). El Partido Liberal presentaba como candidato a Domingo Laíno por segunda vez y quedaba con 703.379 votos (42,61%). Los votos blancos y nulos representaron un 2,91% (47.819).
Cabe destacar que Oviedo gozaba de una gran popularidad en aquel entonces, al igual que Luis María Argaña y Domingo Laíno, de ahí un menor porcentaje de votos nulos que las elecciones anteriores. El mandato de Cubas sería breve por su renuncia en 1.999, producto de las muertes en el marzo paraguayo.
En 2003 la participación fue de 1.546.192 votantes y Nicanor Duarte Frutos ganaría las elecciones con 574.232 votos (37,14%), mientras que su adversario Julio César Franco 370.348 votos (23,9%). Entre nulos y blancos se sumaron unos 46.992 votos (2,9%).
Las elecciones del 2008 fueron muy particulares. Después de muchas décadas la Asociación Nacional Republicana perdería las elecciones generales en el cargo de presidente de la República y además se postulaba con posibilidades reales una mujer, hecho histórico en el país.
Tras la división del partido colorado en sus internas, producto de la ruptura de la relación entre Duarte Frutos y Luis Castiglioni, el oficialismo presentaba como candidata a Blanca Ovelar. Por el otro lado, el Partido Liberal hacía una alianza con el Tekojoja y otros sectores sociales bajo el nombre de Alianza Patriótica para el Cambio para presentar la candidatura de Fernando Lugo.
La participación fue de 1.874.127 votantes. El ex-sacerdote era electo ese año con 766.502 votos (40,8%) y Blanca Ovelar quedaba con 573.995 (30,6%). Los blancos y nulos sumaron 66.303 (3,5%). Notamos nuevamente un aumento de los votos descontentos en estos comicios, producto de la coyuntura política del partido con mayor cantidad de afiliados (partido colorado).
Finalmente en las elecciones de 2013, la Asociación Nacional Republicana modificaba su estatuto para poder presentar la candidatura del empresario Horacio Cartes, que ganaría las elecciones con 1.104.169 votos (45,8%) y Efraín Alegre quedaba con 36,9% ( 889.451 votos). Participaron en total 2.409.437 votantes. Votos nulos y blancos sumaron 131.703 en aquella ocasión (5,4%).
Es obvio que estos números no son absolutos y deben ponerse en contexto, sumando otras cuestiones como la participación sobre el total de habilitados o el promedio de edad por año electoral. Sin embargo, el voto nulo o blanco es definitivamente una opción para aquellos que intenten dar un mensaje: ningún candidato llena mis expectativas.
Solo toca esperar los resultados del día domingo, a ver cuál es el candidato elegido por la mayoría de los votantes, y cuántas personas deciden anular su voto.
Fuente: Tribunal Superior de Justicia Electoral https://tsje.gov.py/elecciones-generales-2003.html
Iván Rojas Vega — 16/04/18.