Historia de un artículo y réplica a María Blanco

José Augusto Domínguez
5 min readMar 25, 2018

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Desde marzo de 2015 escribo un artículo mensual para el Instituto Juan de Mariana. En todos estos años no he recibido una sola indicación, sugerencia, reproche, orden o insinuación por parte de nadie en relación a esos escritos: ni de Gabriel Calzada (presidente), Raquel Merino (vicepresidente), Juan Ramón Rallo (director) o J.I. Castillo (director académico). Nunca. Quizá esto no sea una cuestión digna de reseñar dada mi irrelevancia mediática y mi nula repercusión social. ¿Por qué preocuparse de lo que escriba un intrascendente comentarista? Pero, vaya, creo que es importante dejar clara esa cuestión. Y, ojo, habría entendido perfectamente que se hubiera condicionado mi inclusión en la parrilla a que me limitara a abordar determinados temas, a no meterme en ningún jardín o a apuntalar determinadas posturas de quienes capitanean el Instituto. Al fin y al cabo, no me asiste ningún derecho a publicar mis ideas en el IJM. Pero la libertad que me he encontrado en estos tres años ha sido total y absoluta. Y cada palabra publicada ha reflejado únicamente mi punto de vista.

Así, el pasado miércoles decidí escribir, a propósito de la muerte de Stephen Hawking, sobre el origen del universo, la teoría de la evolución y los límites de la razón humana, valga la redundancia. Aunque no pertenezco a ningún movimiento, corriente o facción eclesial (y menos todavía a un círculo liberal antiateo), soy creyente (creo que Jesús es el único Dios verdadero y nuestro Salvador), y es lógico que me interesen estas cuestiones. Eso sí, no soy ningún experto ni especialista ni nada que se le parezca en física, química o biología. Tan solo pretendí ejercer de mero transmisor de las aportaciones de otros físicos, químicos o biólogos que sostienen unas posturas que mi humilde saber y entender reputa más lógicas que las de sus antagonistas los científicos del consenso.

Pues bien, la profesora María Blanco ha publicado una réplica, Hawking on my mind, a la que me permito contestar.

Mi artículo, seguramente con más entusiasmo que habilidad y con más torpeza que precisión, trata de plantear una serie de cuestiones de fondo en las que Blanco, centrada en lo accesorio de la enfermedad de Hawking y demás aspectos secundarios — y quizá prescindibles — de mi escrito (si no cree que vaya a haber un juicio final no debería temer arder en ninguna hoguera), no acaba de entrar.

Trataré de explicarme mejor, ir a lo nuclear del asunto y evitar otras consideraciones que, visto lo visto, han difuminado mi propósito.

Por un lado, en lo que se refiere a la conclusión a la que llegó Hawking sobre la inexistencia de Dios (la razón humana puede abarcarlo todo, ser absoluta y agotar la realidad), mi punto (que obviamente no es mío sino que se inserta en la tradición de pensamiento cristiano) es que la ciencia y la razón humana por sí solas carecen de capacidad para dar cuenta del origen del universo. Lo que hace la ciencia es responder a interrogantes a partir de la elaboración de sistemas ordenados, completos y coherentes. Así, por ejemplo, la razón humana descubre que una ley de la física explica la velocidad de un objeto en función del espacio recorrido y el tiempo invertido o que una ley matemática explica que dos más dos son cuatro. Pero las leyes de la física no explican las leyes de la física ni las leyes de las matemáticas explican las leyes de las matemáticas. Para explicar esas leyes hay que salirse de ese sistema.

Como estableció, y perdón por la pedantería, el teorema de incompletitud de Gödel, es imposible que un sistema axiomático reúna las tres características que se requieren para que sea tal, esto es, que sea a la vez completo (que explique todo lo que existe), consistente (que no incurra en contradicciones) y decidible (que para cualquier fórmula exista un método efectivo que determine si esa fórmula pertenece o no al conjunto de las verdades del sistema): si un sistema es consistente y decidible, no es completo (los fundamentos para demostrar la coherencia de todo sistema axiomático-científico están fuera de ese sistema).

Esto nos lleva a la idea de que todo objeto tiene una causa, un fundamento. Y el big bang de Hawking no debería ser una excepción. ¿Qué originó el big bang? ¿Y qué originó lo que originó el big bang? ¿El puro azar? ¿Por qué el ser y no la nada?

La razón humana adquiere sentido cuando reconoce que tiene un límite, cuando asume que para fundamentar sus principios se necesitan principios que están más allá de ella y cuando entiende que entre la propia razón y la asunción de un Diseño Inteligente (agnósticos) o un Dios creador (creyentes) previos hay armonía y sintonía. Y es que solo así podemos dar respuesta a los interrogantes anteriores. Solo así el sistema científico alcanza esa completitud, consistencia y decidibilidad anteriormente mencionadas.

Y, por otro lado, con el artículo pretendía dejar constancia de una serie de problemas irresolubles que presenta la teoría de la evolución (aunque señalaba en aquellas líneas que el ámbito de estudio de Hawking no era ese). Esos problemas hacen referencia al origen de la vida en nuestro planeta por generación espontánea (el teorema de Miller nos dice que es necesaria una atmósfera sin oxígeno; pero se han encontrado restos de hierro oxidado en rocas anteriores al surgimiento de ese primer ser vivo unicelular), a la diversidad de las especies (no hay restos fósiles de esa progresión de unas especies a otras o, dicho de otra manera, y simplificando la cuestión, se han encontrado restos fósiles de peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, pero no de esa transición de pez a anfibio, de anfibio a reptil, etc.) y a la complejidad de las células (una complejidad de la que somos particularmente conscientes tras el descubrimiento del lenguaje del ADN y que nos conduce a una conclusión en relación a la existencia de cada máquina de moléculas: solo tienen sentido formadas de una vez y no pieza a pieza de manera escalonada; y una complejidad que no se puede explicar por la mera casualidad, sin un diseño previo: y es que si vamos caminando por el desierto y nos topamos con un motor en la arena, nunca pensaríamos que el viento colocó cada una de esas piezas, sino que tuvo que intervenir la mente de un ingeniero que lo diseñase).

En fin, estoy convencido de que no faltarán papers, cientos de papers, que respalden las posturas contrarias a las aquí defendidas. Como no faltaron en su momento argumentos por parte del consenso científico para desmentir los hallazgos de Louis Pasteur en relación a la teoría microbiana de la enfermedad y como no faltan en la actualidad los papers que demuestran que el cambio climático se debe a razones antropogénicas.

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José Augusto Domínguez

Escuela Austriaca. Centro de Estudios Superiores Online de Madrid Manuel Ayau. Instituto Juan de Mariana.