Atenas, el desarrollo de la ilustración y los avances del sistema político

Joaquín Vila Moret
8 min readAug 12, 2019

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Introducción

El siguiente trabajo intenta dar un análisis de la situación de Atenas en la segunda mitad del siglo V, momento culmine del clasicismo helénico, otorgando un marco histórico y político (para lo cual se utilizó la obra Griegos y Persas de Bengston) y ahondando en la mentalidad griega-ateniense y la relación entre educación y sistema político.

Situación de Atenas en el siglo V

El llamado esplendor de la Grecia clásica sucedió en el siglo V a. C., sobre todo en la segunda mitad, aunque hubo exponentes anteriores y posteriores, y Atenas fue su epicentro donde, además del mando político-militar, florecieron las artes y se alcanzó un desarrollo cultural suficiente para que influya en la historia occidental posterior. Desde las grandes construcciones en la acrópolis hasta las obras clásicas del teatro griego, la denominada ilustración tuvo demostraciones de un nivel logrado por pocas civilizaciones.

Atenas era la gran capital del mundo griego y a ella acudían personajes destacados en todos los terrenos. Desde el punto de vista político la ciudad ha alcanzado la cumbre de su esplendor, tanto en el interior, como en el exterior. En lo interno, Pericles dirige el rumbo de la vida pública ateniense desde el 461 hasta el 429 a. C., y se encuentra funcionando la democracia ateniense, que tras la reforma de Clístenes se consolida como el sistema de gobierno. En el exterior, la reputación adquirida después de las guerras médicas le dieron a Atenas un impulso para situarse a la cabeza de una confederación de ciudades estado griegas, la llamada la Liga Ático-Délica, que se expandía desde las costas de Asia Menor, Cicladas, Tesalia y Grecia continental. Gracias al tesoro de dicha liga, que se formaba por los tributos que los miembros hacían con la intención de mantener un ejercito y flota que les aseguro la libertad de futuras empresas persas, se realizaron grandes construcciones y se mantenía el nivel de vida ateniense tanto en las entrada gratuitas al teatro para los ciudadanos que lo necesitasen, como para pagar un sueldo al gigantesco número que participaban de la vida pública del estado.

Desde ese entonces se abrirá otro capítulo en el cual se disputan la hegemonía griega con Esparta, que desemboca en conflicto en 431 A. C., Guerra del Peloponeso, hasta el año 404 con el triunfo de los lacedemonios. Esta guerra pondrá fin a la Atenas imperial, y también significará un desencanto con las cuestiones de gobierno, lo que lleva al fin de la democracia. Amenazada por la revolución oligárquica y el régimen de los tres mil, las instituciones perderán su brillo.

Los sofistas y su papel en la educación

Los sofistas

En este tiempo resaltaron grandes nombres propios que aun hoy son admirados como el de Pericles, Sófocles, Eurípides, Sócrates, Platón, etc. En cambio a los sofistas se los conoce como conjunto y no individualmente, y hay una tendencia a quitarles valor, influencia de las críticas de grandes filósofos griegos que eran rivales dialécticos de estos y cuyos textos no han llegado en mayor medida, lo que es un error si tenemos en cuenta lo que fue su aporte al divulgar sabiduría, la retórica y el planteamiento de temas nuevos, decisivo para la configuración de la cultura griega clásica.

Sofista significa ‘‘profesional de la sabiduría’’, y su profesión constaba de ir viajando por toda Grecia y dando lecciones por las cuales cobraban, a veces un dinero considerable. Se los puede dividir en dos grupos según sus edades: entre los antiguos encontramos a Protágoras, Pródico y Gorgias; los más jóvenes serian Hipias, Trasímaco y Antifón. Los primeros contaban con un optimismo que sus sucesores perderán, probablemente vinculado a la situación política de Atenas de cada momento.

Protágoras, nacido en Abdera entre el 492 y 485, fue el mayor de los sofistas. En su primera estancia en Atenas ingresó a los grupos intelectuales y le fue encargado por Pericles la redacción de las leyes de la colonia panhelénica de Turio en el 444. Se estima su muerte hacia finales de siglo, cuando es llevado a los tribunales atenienses por sus ideas. Lo que nos ha llegado de sus escritos, plantean la existencia de los dioses y que podemos saber de ellos, en cuanto al Hades lo desmitifica y niega la existencia por separado del alma. Trata el tema del hombre en sus orígenes y su posibilidad de evolución, sobre lo cual parte del mito de Prometeo como ejemplo de la evolución del hombre desde el salvajismo hasta la vida pacífica en comunidad, rompiendo con la sucesión de eras que nos dejó Hesíodo en Los trabajos y los días. Quizá su mayor aporte fue su método de razonamiento en el cual para cualquier tema siempre hay dos puntos de vista y ambos son defendibles, esto generó debates y dejó su influencia. En otros escritos se encuentra su célebre frase ‘‘el hombre es la medida de todas las cosas’’, como una reivindicación de la importancia del individuo y de su propia percepción de la realidad, relativismo muy atacado por Sócrates y Platón, en lo político este relativismo lleva a la necesidad de acuerdo entre hombres para la convivencia.

Pródico, nacido antes del 460, centró sus estudios en la utilización del lenguaje, definiendo cada término para evitar ambigüedad y diferenciando las palabras aparentemente sinónimas. Expone en el mito de Heracles, el camino a seguir e imitar por los hombres planteando la naturaleza de las decisiones que éste tuvo que tomar, el camino arduo y difícil en vez del camino de los vicios. En cuanto a los dioses, los consideraba producto de una veneración de lo que al hombre le resultaba útil (ríos, sol, lluvia, etc.). Esta idea de los dioses era común en la época, Demócrito había planteado que los dioses correspondían a los temores del hombre por el poder de los fenómenos naturales, y Critias los consideró un invento del hombre como amenaza al que incumplía las leyes.

Gorgias de Leontinos, Sicilia, viajo por todo Grecia y llegó a Atenas como embajador en busca de apoyo contra Siracusa. Rápidamente reconocido por su habilidad como orador, dejó textos que fueron determinantes en el surgimiento de la prosa antigua griega, utilizando recursos que pertenecían a la expresión poética. Hizo difíciles defensas de figuras maltratadas por la tradición griega, como Helena o Palamedes, realizando justificaciones a las decisiones tomadas por estos y planteando las opciones con las que contaban. Queriendo demostrar que con el poder del logos se puede lograr convencer a una persona de realizar cualquier cosa, culpando así al que persuade y no al que ejecuta. No se presentaba como ejemplo de virtud, a diferencia de otros sofistas, solo se interesaba por enseñar oratoria, destacando el poder de la palabra y la persuasión. En temas sobre la existencia del ser, expuso que nada existe, que si algo existiera seria incognoscible y si algo fuera cognoscible sería incomunicable.

Hipias, nació en la segunda mitad del siglo V, viajó como embajador y tuvo diversos intereses, desde la matemática a la música, la pintura, etc. Sobre la ley, nómos, dice que es tirano de los hombres y los dirige contra la naturaleza.

Trasímaco, nacido a orillas del Bósforo, poco nos llego sobre él, si sabemos que creía que la ley era un modo engañoso de dominación del débil, sobre los cuales los fuertes se imponían gracias a la institución de la justicia, opuesto a los que decía Calicles que la ley violaba la ley natural en la cual el fuerte se impone al débil. Antifonte, vuelve sobre el tema de la oposición entre ley y naturaleza, las leyes atan a los hombres y no protegen sino que solo actúan cuando el crimen ya esta hecho. Ve a la concordia como base de convivencia y que deben aceptarse las leyes

Otros sofistas fueron: Licofón, Critias y Anónimo de Jámblico.

En una visión amplia sobre el movimiento sofista, notamos su aporte sobre todo al problema de la virtud, areté, de la cual se presentaban como maestros (con excepción de Gorgias). Es la enseñanza de la virtud su principal objetivo, pero también los define su carácter retórico y su concepción socialmente unitaria. Esos serian los tres rasgos distintivos de la enseñanza sofista[1]. La anhelada virtud era perseguida por ser considerada la excelencia que abría las puertas en el ámbito social, para estos se apoyaba en la retórica y oratoria que primaban los argumentos propios a loa ajenos. Como se puede apreciar la enseñanza a la que apuntaban los sofistas requerían un marco específico, el de un sociedad con un gobierno lo más democrático posible donde el ciudadano pueda debatir sus ideas en la ekklesía o ante los tribunales, los dos grandes escenarios de argumentación. El espacio más propicio fue Atenas, donde había una democracia muy participativa y con un nivel de temas de debate superlativos, y allí fue donde se dirigieron la mayoría de los sofistas, filósofos, dramaturgos, etc. Queda evidenciada el nexo e interés de los sofistas con el papel del estado, en la participación del ciudadano y en el modelo de educación que se quiere para lograr el ideal griego de areté.

El pensamiento sofista se distingue, también, en la literatura griega, se puede apreciar varios de los temas que plantean en Tucídides, Eurípides o Isócrates[2]. Sin embargo, el papel de los sofistas sigue siendo uno secundario en el gran marco cultural griego, como los participes de las disputas con los grandes pensadores griegos. Henri Marrou los destaca: ‘‘Saludemos a estos grandes precursores, los primeros profesores de la enseñanza superior cuando Grecia solo había conocido entrenadores deportivos, jefes de taller y, en el terreno académico, humildes maestros de escuela’’[3].

Los sofistas como educadores

La palabra paideia esta vinculada a la educación que deben recibir los niños en búsqueda de crear una ciudadanía que represente el ideal de areté, o sea que llegue al máximo de excelencia. Ya para la época de Isócrates y Platón esta nueva y amplia concepción de la idea de educación se halla perfectamente establecida. El concepto de areté y su trasmisión encontraba grandes diferencia según las clases. La nueva sociedad urbana y ciudadana poseía un ideal del hombre y del ciudadano y lo creía en principio muy superior al de la nobleza, pero no tenia, a diferencia de los nobles que poseían una educación total en espíritu y cuerpo, un sistema conciente de educación para llegar a la consecución de aquel fin. Así, el hombre de la polís trasmitió el privilegio de la aristocracia, que estaba basado en una distinción racial, a todos los ciudadanos libres, haciéndolos descendientes de la estirpe ática. Siguiendo esta iniciativa la paideia pasaría a ser el instrumento que extendiese la areté más allá de la aristocracia, y así lograr ‘‘la formación conciente del espíritu en cuya fuerza ilimitada se hallaban inclinados a creer los nuevos tiempos[4]’’. El siglo V contiene las circunstancias propicias para el desarrollo de este impulso educador, que florecerá a fin de siglo y en el próximo, planteando la idea occidental de cultura como un concepto político-pedagógico. El estado vio necesario

[1] Sofistas, testimonios y fragmentos, Pág. xxvi de la introducción

[2] Op Cit, página XXVIII

[3] Op cit Pág. XXIX

[4] Jaeger, Werner y Roces Wenceslao, paideia, tomo II, pág. 264

Bibliografía:

  • Rodríguez Adrados, F., La democracia ateniense, Madrid, Alianza Universidad, Segunda parte, Cap. 1, 3, 4, 6 y 7.
  • Jaeger, W. Paideia, FCE, México.
  • Bengston, Griegos y persas, Madrid, Siglo XXI.

Fuente:

  • Sofistas, testimonios y fragmentos, Madrid, Biblioteca Básica Gredos.

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