El periodismo que murió — Parte 1

El siguiente texto es la primera parte de una trilogía sobre el estado pasado, actual y futuro del periodismo. La primera entrega, dedicada al pasado, es un puro acto de nostalgia.

Joaquín Sánchez Mariño
3 min readJan 27, 2020
Photo by Bernard Hermant on Unsplash

Soy -como el ser humano- un ser social. Me gusta pasar por las redacciones y comentar las notas, discutir algún título, criticar lo que no me gusta y que me critiquen y reírme y hablar en voz alta hasta que algún periodista más responsable me mira de costado como pidiéndome que me calle o me vaya. Me gusta todo eso.

Uno de mis maestros cuando empecé me invitaba cada tanto a su despacho para conversar sobre alguna nota difícil que me asignaban y sacaba una botella de whisky de un cajón y me ofrecía. Así nomás, sin hielo, en un vasito de plástico que traficaba desde el dispenser de agua. En esa época ya no le permitían tomar en la empresa y para él, obediente después de todo, lo clandestino de su técnica no era una degradación sino un paso a un nuevo mundo. Yo lo veía -toda una institución como era- y no entendía por qué escondía esos vicios que al fin y al cabo lo habían convertido en el referente que era.

Yo iba mal vestido a trabajar. Un día me vio y me dijo que tenía que tener una camisa siempre a mano porque si a un presidente de golpe se le ocurre darnos una entrevista y soy el único que está en la redacción y tengo que ir yo, no puedo no tener una camisa. Por supuesto que esa oportunidad nunca llegó pero aprendí que el periodista tiene que estar siempre listo para entrar en un mundo distinto al suyo de un momento a otro y sin preparación. Aprendí que antes que el carácter estaba la empatía en todas sus formas, incluso en variante de la moda. Desde entonces siempre tuve una camisa en el cajón.

Eran los últimos tiempos de las redacciones emblemáticas y aún se fumaba bajo techo sin consideración por el otro y se tomaba y se decían cosas grandilocuentes y barbaridades. Todavía existían las grandes verdades. Pero eran los últimos tiempos. Yo tenía unos veintitrés años y lo absorbía todo. Horas y horas de charlas. Me gustaba escuchar. Me gustaba ser el pibe. Me gustaba tener cierres hasta la madrugada y dormir oculto en un sillón de decoración del estudio de fotografía. Me gustaba ese mundo que se iba sin que lo supiera.

Y un día abrí los ojos y el periodismo era otra cosa. Pero eso será para un próximo texto, porque en ese mundo en el que desperté todo era breve y conciso y ya nadie fumaba en las redacciones ni tomaba alcohol y había que dejar ir al lector, no atraparlo, apenas chocar los cinco con algunas palabras karatecas y liberarlo. Eso hago ahora, pero aún quedan cosas por decir.

Continuará…

Leé la segunda parte acá.

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Joaquín Sánchez Mariño

Escribo en medios y hago coberturas independientes. Presto mi atención a quien no cuenta con la atención del otro. Hago #UnderPeriodismo