Las bebidas de los dioses

Las bebidas alcohólicas y su conexión con lo sagrado

Joel Cuéllar López
11 min readSep 11, 2015

-La cerveza es la mejor prueba de que Dios existe y nos quiere ver contentos.

Aunque lo más seguro es que esta cita atribuida a Benjamin Franklin sea apócrifa, la idea detrás de ella ha sido ciertamente compartida por las diferentes civilizaciones humanas, pues a través de los siglos hemos asociado a las distintas bebidas alcohólicas y su elaboración con un origen divino. Existen muchas coincidencias entre la mayoría de estos mitos, pues por lo regular estas divinidades son asociadas con la fertilidad, la cosecha, la ebriedad y el goce de la fiesta, pero curiosamente también con el conocimiento, pues enseñan a la humanidad los procedimientos de fermentación que darán como resultado la bebida sagrada. El panteón de deidades asociadas con la bebida es inmenso y presente en casi cada cultura, por lo que en este artículo solamente hablaremos de algunos ejemplos representativos y sus generalidades.

De entre estas deidades, una de las primeras de la que tenemos memoria es Ninkasi, la antigua diosa sumeria de la cerveza, que aparece en los registros históricos alrededor del año 4000 AC, al ser una deidad femenina los sumerios asociaron la producción y distribución de la cerveza con las mujeres. Una de las principales fuentes que sobrevive hasta nuestros días sobre el culto a esta diosa es el “Himno a Ninkasi” que es a la vez una plegaria y una receta para la elaboración de la cerveza, lo que nos deja ver la manera en la que nuestros antepasados entendían el mundo; sin una división entre lo profano y lo sagrado, incluso las actividades más mundanas tienen un significado trascendente.

Probablemente uno de los dioses mejor recordados en este terreno sea Dioniso, también conocido como Baco, el dios griego al que se le atribuye el descubrimiento de la vid y la subsecuente creación del vino. Asociado a la vegetación, la ebriedad, la fertilidad y patrono del teatro, fue ampliamente adorado a lo largo del mundo heleno. Existen muchas versiones sobre el origen de este dios, sobre su crianza e incluso sobre sus hazañas, la mayoría lo coloca como proveniente de tierras lejanas, por lo que se ha llegado a especular que esta divinidad es la amalgama de varios cultos diferentes provenientes de pueblos ajenos a los helenos. Sin embargo aquí hablaremos del mito que lo coloca como hijo de Zeus y Semele, la hija del rey de Tebas. La tradición nos dice que Hera, siempre celosa de las aventuras de su esposo con las mujeres mortales, se presentó disfrazada ante la embarazada Semele y la convenció de invocar la presencia de Zeus con todo el poder y esplendor con el que se presentaba ante su esposa Hera, Zeus la escuchó apareciendo ante ella es su forma de centella y relámpago, Semele resulta envuelta en llamas ante tal aparición pero Zeus logra rescatar a su hijo cosiendo al nonato aún vivo a su muslo. Ya como un adulto Hera consigue llevar a Dioniso hasta un estado de locura, en cuya condición vagará a lo largo del mundo visitando muchas naciones, introduciendo en estas el cultivo de la vid, la producción del vino, fundando ciudades, construyendo monumentos y sometiendo a aquellos que se le opusieran o negaran su condición divina, usualmente enloqueciéndolos, llevándoles a cometer actos de automutilación e incluso antropofagia. De regreso a tierras helenas, Dioniso se ve en la necesidad de probar su orígen divino a los habitantes de Tebas y Argos, tras lo cual, habiendo exitosamente establecido su naturaleza divina a lo largo del mundo, baja hasta el Hades para rescatar a su madre y elevarla al Olimpo.

Cabe mencionar que muchas de las tradiciones que hablan del culto místico a esta deidad tienen un origen relativamente tardío con relación a otros cultos de la Grecia antigua, probablemente posterior a los poemas homéricos, ya que cuando estos fueron escritos no se hizo ninguna referencia de su nacimiento por Zeus ni a las Bacanales orgiásticas que fueron características del culto en su honor en épocas posteriores, solamente se le describe como el dios que le enseña a los humanos el cultivo de la vid y la preparación del vino por lo que se le llama el “dios ebrio”. Resulta interesante observar la manera en la que el culto del dios fue cambiando junto con su representación, pasando de ser un dios maduro con una gran barba a ser un joven bello y con rasgos femeninos, a pesar de esto en todas sus representaciones Dioniso es considerado como la expresión del poder de la naturaleza en su forma más incontenible e intoxicante, aquel que aleja al hombre de su habitual y sobria manera de vivir para llevarlo al goce catártico, el vino es entonces el símbolo más apropiado para representar ese poder y por eso es llamado “el fruto de Dioniso”.

Relieve en marmol con Dioniso sentado. Extraido de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Dioniso_seduto,_officina_ neoattica,_I_sec_dc,_6728.JPG?uselang=es

Parece ser entonces que conforme los griegos comenzaron a tener contacto con otros pueblos, el intercambio cultural con los mismos dio como resultado una evolución en el culto de un dios que paso de ser una deidad relativamente menor a ser sumamente importante. Para la época de Alejandro Magno las celebraciones Bacanales ya habían asumido el carácter orgiástico por el que son recordadas hoy, y sin embargo cuando Alejandro realiza su expedición a la India, resulta claro que al proyectarse a si mismo como un ser divino que lleva la civilización y la ley a la humanidad, desea emular e incluso superar el paso de Dioniso por aquellas partes del mundo, acompañado esta vez por un gran ejército y no por sátiros como la mítica deidad.

La figura de Dioniso entonces representa una verdadera paradoja, un culto que pasó de ser la representación de la naturaleza a la representación de la civilización, un dios que promueve tanto la ley como la locura, y es que el vino representa todo esto al mismo tiempo; la fertilidad para obtener la uva, el conocimiento que provee la civilización para convertirla en vino, y el resultante estupor por consumirlo nos lleva al frenesí, y se convierte en una alegoría sobre la dualidad de la civilización humana, que cree domar a la naturaleza pero sigue siendo parte de ella.

Por otro lado, en América podemos encontrar una mitología tan compleja como la griega alrededor de otra bebida: el pulque. Es difícil saber qué es más numeroso; si las variedades del pulque o las deidades asociadas a este brebaje, lo que sabemos a ciencia cierta es que representaba una parte primordial de la vida para los pueblos mesoamericanos. De la misma manera en la que existen varias versiones de el nacimiento y hazañas de Dioniso, existen un gran número de recuentos sobre la creación del pulque, y de la misma manera vamos a centrarnos en una de las versiones más conocidas.

Para los Mexicas, una vez que los dioses habían terminado con la tarea de la creación se detuvieron a observar a los hombres y se dieron cuenta de que si no hacían algo para que estos se regocijaran de vivir en la tierra, no les alabarían, cantarían ni bailarían en su honor. El dios del viento, Éhecatl Quetzalcoatl escucha esta preocupación de las otras deidades y surge con la idea de la creación del licor, así que para poder crearlo vuela hasta donde se encontraba la virgen Mayahuel junto con otras de su estirpe, las encuentra dormidas y protegidas por su abuela Cicimitl, la despertó y le dijo: “vine por ti para llevarte a la tierra” y así descendió llevándola sobre su espalda. Al llegar a la tierra ambos se convirtieron en árbol de dos ramas, una llamada Quetzalhuéxotl (Ehécatl), la otra Xochicuahuitl (Mayahuel). Cuando la abuela se percató de lo ocurrido y no halló a la virgen, se hizo acompañar de las demás y bajó a buscarla. Encontraron el árbol en el momento que se desgajaba y la rama de la virgen fue reconocida por Cicimitl quien la tomó y la rompió en pedazos: “tengan, comamos” dijo y las diosas comieron, pero no hicieron lo mismo con la rama de Ehécatl, la dejaron ahí y esta regresó a su forma primigenia del dios aire, quien al ver lo ocurrido se dispuso a reunir los huesos de la virgen, los enterró y de ellos creció después un árbol llamado metl, que es la palabra en náhuatl para el maguey o agave, que es la planta de donde se extrae el aguamiel, materia prima para el pulque. El sacrificio de Mayahuel da como resultado la bebida que hará felices a los hombres, que les dará una razón para el disfrute y para adorar a los dioses, por lo que esta bebida estaría siempre presente en el culto mexica.

Mayahuel, deidad mexica del maguey o agave. Extraído de:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mayahuel.jpg

Entre las deidades que eran asociadas al pulque encontramos a Izquitécatl quien era una deidad mercantil, Pathécatl a quien se le atribuye el descubrimiento del ocpactli, la hierba con la que se fermentaba el pulque y a las Tzentzontotochtin que son las 400 deidades conejo o de la ebriedad. Las festividades de estos y otros dioses además de incluir ofrendas entre las que se contaban vasijas ceremoniales llenas de pulque, se acompañaban con música de flautas y baile. Acaso por el color blanco del pulque a estas divinidades se les asociaba también con la luna y los astros, de hecho lo que para occidente era la vía láctea se representa en varios códices mesoamericanos como una constelación que en su centro contiene una vasija de pulque, mientras que la luna era simbolizada como el contorno de una vasija de pulque dentro de la que habitaba un conejo.

Si acaso por su consistencia viscosa, al pulque también se le consideraba un líquido fecundador similar al semen, por lo que en las fiestas en las que se pedía por lluvia o se le ofrecía tributo a la tierra esta bebida estaba siempre presente. En las fiestas de la lluvia que realizaban los habitantes de Tenochtitlan, tras una procesión a las montañas cercanas y los correspondientes sacrificios humanos, un sacerdote que venía en representación de alguna de las deidades conejo ofrecía pulque a todos los presentes, hombres, mujeres y niños por igual se embriagaban en señal de que habían tenido éxito en su ritual y gracias a ello los dioses del agua se encargarían de hacer llover sobre sus cultivos.

Por otro lado, cuando la gente que trabajaba la tierra bendecía sus campos de cultivo, se dirigían hacia donde se encontraba la deidad que protegía sus parcelas para ofrendar copal, hule, comida y pulque. Los campesinos quemaban copal en incensarios, vestían a la deidad con papeles hechos de amate entintados con hule y le daban a probar algún guisado hecho con las semillas de la cosecha anterior acompañado con un vaso de pulque, bebida considerada como sustituto del agua en tiempo de sequía. La creencia era que la deidad probaría el pulque, mitigando su sed y al mismo tiempo fecundándola para que en los siguientes meses diera a luz a su hijo el maíz, componente principal en la dieta de estas gentes; la creencia de que el pulque puede ser utilizado como un líquido fecundador de la tierra aún persiste entre mixtecos y totonacos, quienes utilizan el pulque en algunos ritos cuya finalidad es fecundar la vegetación.

Mientras esto pasaba en América, en Europa el ascenso del cristianismo revocó las creencias politeistas, pero no así la necesidad humana por ponerle rostro a una parte tan importante de la vida como lo es la cerveza, y es así que nos encontramos con Gambirus, el santo patrono no oficial de la cerveza. El apodado “rey de la cerveza” es la figura con mayor presencia en la imagen de cervezas, cervecerías, e incluso maltas, en la mayoría de sus representaciones el Gambrinus se encuentra junto a un gran barril, usa una capa de armiño, una corona y lleva consigo un tarro. Como en los casos que hasta ahora hemos revisado, existen muchas historias asociadas con él, posiblemente una de las más conocidas cuenta sobre un trato con el diablo en el que este ultimo le enseña a Gambrinus el arte de la elaboración de la cerveza a cambio de su alma. En dicha leyenda Gambrinus había sido despreciado por su enamorada y fue al bosque con la intención de colgarse, mientras se disponía a hacerlo un hombre alto, con una capucha verde sobre el rostro apareció ante él y le ofreció un trato. Le ofreció tanta riqueza como deseara y hacer que su enamorada se arrepintiera de haberlo despreciado, todo esto a cambio de darle su alma Belcebú. Gambrinus aceptó el trato pues pensó que tal vez su alma estaría a condenada de todos modos al final de sus días y que treinta años eran bastante tiempo para disfrutar. Con la ayuda de Satán es capaz de inventar lo que hoy conocemos cerveza lager, en agradecimiento de tan genial invención el Sacro Eperador Romano le agradeció haciéndolo Duque de Bravante y Conde de Flandes, por lo que fue su turno de mofarse de la suerte de su viejo amor. Tras los treinta años acordados Belcebú mandó a uno de sus demonios por el alma de Gambrinus, pero este demonio, ignorante de las propiedades de la cerveza se embriagó y cayó dormido, al darse cuenta de su pifia, se sintió tan avergonzado que decidió no regresar con su amo, por lo que Gambrinus se salvó y vivió en tranquilidad por muchos años.

Decorado del Rey Gambrinus en la Cervecería Falstaff, New Orleans. Extraído de:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:FalstaffBreweryNOLAStatueHowieluvzus_new.jpg

Al ser historias mucho más cercanas en el tiempo, las leyendas de Gambrinus pueden ser identificadas más claramente como una amalgama de apariciones históricas por parte de un gran número personajes reales embellecidas por el arte de los narradores. Dos personas son las más comúnmente mencionadas, Jan Primus (Juan I, 1251–1295) de Brabante, un duque de Borgoña que era el “rey” del Gremio de Cerveceros de Bruselas y Jean Sans Peur (Juan sin miedo 1371 -1419) que en algunas versiones tiene la distinción de haber inventado la cerveza con lúpulo, pero que en los registros históricos tuvo una vida involucrada principalmente en intriga política. Existen otras posibilidades para un antecedente histórico directo, muchas de las cuales dependen de pronunciaciones poco fiables de algún nombre histórico, y todas tergiversándose al nombre Gambrinus con el tiempo.

Nuestros antepasados comprendieron en el culto a estas bebidas que a pesar de nuestros conocimientos y desarrollo, siempre dependeremos de la fecundidad de la naturaleza, algo que nos es recordado en el momento de la ebriedad, donde perdemos nuestras inhibiciones y regresamos a ser seres de instintos. Aunque en la naturaleza se pueden encontrar muchas sustancias que nos llevan a estados alterados de conciencia, es esta amalgama entre el origen natural (ya sean uvas, cebada o maguey) y los procesos de transformación humanos que hace a estas bebidas diferentes, pues no existen como tal en la naturaleza y a su vez nos regresan a un estado primigenio. Así que la próxima ocasión que se encuentre sufriendo una terrible resaca, mi estimado lector, pueda usted tal vez reconfortarse pensando que no ha hecho otra cosa que celebrar la fecundidad de la tierra y la conexión de la humanidad con la misma, siendo parte así de una tradición milenaria.

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Joel Cuéllar López

Psicólogo, Voluntario de la sociedad civil, Psicoterapeuta, Profesor, Promotor de programas de desarrollo comunitario.