East Boston, Nuestra Casa
Un proyecto de periodismo local que usa postales para informar a la comunidad latinoamericana de Boston sobre la crisis de vivienda y sus derechos como inquilinos.
East Boston (Eastie), el cuarto barrio más grande de Boston, está transformándose rápidamente. Su ubicación y sus espacios públicos lo han hecho atractivo para una ola de inversionistas y constructores que están comprando propiedades a manos llenas. Luego las renuevan y las arriendan a jóvenes profesionales y estudiantes que pueden pagar mucho más que la comunidad latinoamericana que vive ahí desde hace dos décadas.
La tensión de los latinos por la posibilidad de ser desplazados se siente en todo el barrio. Se escucha durante las conversaciones casuales en el bus; aparece en los anuncios de “se renta cuarto” que abundan en postes, tiendas y lavanderías; lo cuentan las familias a quienes les acaban de mandar carta de desalojo y que salen los domingos a ver si por un golpe de suerte encuentran un lugar con los precios de antes.
Llegué a Boston en 2015 y he visto cómo el problema se ha intensificado durante el último año. Uno de los factores que más influye en la ola de desplazamientos es la falta de información: pocos inquilinos saben que una carta de desalojo no significa que están obligados a irse, que tienen derechos sin importar su situación migratoria, o que hay abogados y organizaciones comunitarias que están ofreciendo asesoría legal gratuita para representarlos en corte y negociar con los dueños. Este proyecto empezó para hacer más accesible esa información a la comunidad latina.
¿En qué consiste el proyecto?
East Boston, Nuestra Casa es una serie de postales informativas que hice en colaboración con familias latinas que están enfrentando desalojo y que ahora estamos distribuyendo en el barrio. El objetivo es que más latinos comprendan cuáles son las causas de esta crisis de vivienda y se enteren de las posibilidades y derechos que tienen para enfrentarse a ella.
Escogimos el formato de postales porque así nos aseguramos de que cada inquilino va a recibir la información directamente en su buzón de correo. Además, el proyecto incluye una página y un grupo privado en Facebook donde 200 inquilinos ya están compartiendo sus testimonios y haciendo preguntas sobre el tema.
Este es un proyecto híbrido entre el periodismo y el activismo: quiere que la ansiedad por la crisis de vivienda se mitigue con información útil para la comunidad.
¿Qué dice la parte de atrás de las postales?
El reverso de las postales está dividido. La sección de la izquierda es igual en las doce postales. Su objetivo es enganchar a los lectores describiendo las causas más comunes de desplazamiento: incremento desproporcionado en la renta, cartas de desalojo, dueños negligentes. Después de ganarse la atención, se ofrece información sobre las reuniones comunitarias en las que se ofrece asistencia legal gratuita. El mensaje es corto e invita a la acción:
La parte derecha es diferente en cada postal, está escrita a mano y mezcla narrativa y datos para comprender las diferentes dimensiones del problema. Hay testimonios de personas que han sido desalojadas y han tenido que dejar el barrio, o de inquilinos que han ganado sus casos en la corte. También hay estadísticas sobre el incremento en el valor de la propiedad durante los últimos años y sobre políticas públicas que se han propuesto para desacelerar el desplazamiento.
Cada postal está diseñada para funcionar como una pieza independiente; sin embargo, se puede tener una perspectiva más completa de la crisis de vivienda leyendo las doce postales.
¿Cómo empezó el trabajo con la comunidad?
A la mayoría de familias que fueron retratadas las conocí gracias a las reuniones comunitarias que facilita semanalmente City Life / Vida Urbana, una ONG dedicada a asuntos de vivienda. En promedio cincuenta inquilinos –casi todos latinos– se reúnen los miércoles en el sótano de una iglesia a compartir cómo van sus casos, a explicar qué les ha funcionado, a discutir estrategias legales con los abogados y a planear acciones que llamen la atención del resto de la comunidad para que una carta de desalojo no los tome por sorpresa. Fue en esas reuniones donde conocí a fondo los problemas de los latinos en East Boston –barrio en el que también vivo– y donde identifiqué cómo servirles mejor desde el periodismo.
Hay una preocupación constante durante las reuniones: miles de latinos en el barrio no conocen los recursos disponibles para enfrentarse a un desalojo. Entonces les propuse hacer juntos una campaña informativa para llegar a esas personas y contarles sobre las posibilidades legales que tienen cuando corren el riesgo de ser desplazados.
En ese momento estaba viendo una clase de fotografía con la artista y activista Lara Baladi en MIT, y su curso me ayudó a concebir la idea de las postales. Se la presenté a la comunidad durante una de las reuniones y fue muy bien recibida. Más de una docena de personas, en su mayoría mujeres, levantaron las manos para ser voluntarias y colaborar. Aunque muchas y muchos están indocumentados, no los intimidó la idea de que sus retratos y testimonios circularan en el barrio. Sin embargo, para proteger su privacidad, omitimos sus apellidos y, por supuesto, sus direcciones.
¿Cómo participó la comunidad?
Decidimos hacer retratos dentro de los apartamentos para mostrar ese territorio en disputa: lo que para ellos es su hogar, para los dueños e inversionistas es una oportunidad financiera. Mientras hacíamos las fotos, ellas y ellos me contaron cómo han vivido la presión económica, de qué forma ha afectado su familia, su trabajo, su salud. Y a pesar de que el tema es angustiante, fue un proceso alegre. Estuve con ellos en fiestas familiares (hacía dos años no me tomaba un aguardiente antioqueño), los acompañé en las noches hasta que los niños se preparaban para ir a dormir, estuve en partidas de naipes que duraban horas, me invitaron a pasar tardes en las que conocí la deliciosa panadería salvadoreña o en las que volví a probar el chocolate colombiano endulzado con aguapanela (perfecto para el frío de Boston).
Después de tener los retratos, escribimos las historias. Yo me encargué de recoger datos sobre vivienda en la ciudad, y también sobre la comunidad latinoamericana. Encontré, por ejemplo, que los latinos somos el grupo demográfico que menos dinero gana por hora –no solo en Boston, sino en Estados Unidos–, o que el valor de la propiedad en el barrio ha aumentado 36% en dos años, y se espera que este año crezca 7% más.
Después mezclamos ese perfil cuantitativo con los testimonios de las familias. Finalmente, tuvimos la suerte de contar con el apoyo de Laura Pérez, una talentosa diseñadora colombiana que convirtió la idea de las postales en postales de verdad y le dio la identidad gráfica al proyecto.
¿En qué fase está el proyecto actualmente?
Ahora tenemos las postales impresas y las estamos distribuyendo juntos. Son 5000 postales que imprimimos gracias a un apoyo de Northeastern University. Solo en la primera semana, diez voluntarios se ofrecieron para recorrer las calles del barrio y depositarlas en los buzones de otros latinos. Nos estamos enfocando en repartirlas en áreas del barrio donde los abogados de Harvard han detectado un incremento en el número de propiedades compradas por grandes corporaciones: una señal que indica que en los próximos meses se verán más casos de desalojo en el sector.
En los dos meses que lleva el proyecto se han sumado más voluntarios que depositan las postales en buzones marcados con nombres de latinos. Además, las estamos entregando directamente a las personas en diferentes espacios públicos: parques, paradas de bus, estaciones de tren. La respuesta ha sido sorprendente: las postales están tocando un nervio de la comunidad y gracias al proceso de distribución hemos encontrado historias de personas que estaban a punto de ser desalojadas y que gracias a las postales fueron a las reuniones comunitarias y han recibido asesoría de los abogados para ganar tiempo y tratar de quedarse en sus viviendas.
¿Cómo se mide el impacto del proyecto?
El impacto se puede medir de dos maneras. La primera, y más obvia, es revisando las tablas de asistencia de las reuniones comunitarias y observando si después de la distribución de las postales hay un incremento en la asistencia de inquilinos latinoamericanos.
La segunda es en la participación digital. Las postales invitan a seguir la página en Facebook, y se esperaría que eso aumente el número de seguidores y la interacción entre ellos.
Sin embargo, creemos que, al margen de esas dos métricas, el proyecto ya está teniendo un impacto en la comunidad. El proceso colaborativo de hacer las postales y la manera en que están siendo distribuidas ha desatado una conversación en el barrio y está haciendo disponible información que antes solo llegaba a pocos: la crisis de vivienda en Boston ha sido bien investigada por medios locales de Boston, pero no por medios en español.
Cuál es tu interés personal en hacer este proyecto?
Soy uno de los aproximadamente 20 mil latinos viviendo en East Boston. Me he sentido en casa desde que llegué al barrio, pero también soy consciente de que tengo como estudiante internacional en Boston tengo un privilegio que me pone en una situación problemática: soy un de los muchos estudiantes o jóvenes profesionales que están mudándose al barrio y que están compitiendo con la clase trabajadora por unidades de vivienda. Soy parte del problema, pero también, con este trabajo, quiero proponer soluciones con la comunidad.
Puede esta táctica mediática ser replicada en otros lugares?
East Boston no es el único barrio enfrentando desplazamiento en los Estados Unidos. Por eso queremos que este proyecto de periodismo postal sea útil en otras comunidades que estén pasando por una situación similar.
Por eso compartimos los archivos editables de las postales con una licencia de Creative Commons y una guía breve para usarlas. Cualquier comunidad puede descargarlos libremente, reemplazar las fotografías de la parte de adelante, adaptar los textos del reverso a su contexto, imprimirlas y distribuirlas.
¿Qué han dicho los medios sobre esta iniciativa?
Nieman Journalism Lab –el medio sobre periodismo más importante de Estados Unidos– publicó una reseña sobre este proyecto y le dio mucha visibilidad entre activistas y editores, varios de ellos han escrito considerando la posibilidad de replicar la estrategia en sus comunidades.
Aquí está la reseña de Nieman Lab (en inglés).
¿Hay referentes de periodistas que hayan usado postales en su trabajo?
Sí. Las fotógrafas Anastasia Taylor-Lind (inglesa/sueca) y Mónica Gónzalez (mexicana), han hecho un trabajo periodístico impecable usando postales como medio. ¿Conoces algún otro ejemplo? Nos encantaría conocerlo.
Así se ven las doce postales juntas :)
Puedes ver más fotos del proyecto, leer los textos de las postales, y la investigación detrás del proyecto aquí.