Educación, valor universal
Quiero compartir algunas reflexiones que me surgieron tras la conferencia “Construcción de entornos democráticos desde un enfoque de derechos” en el marco del Concurso de Antecedentes y Oposición para Directores de Educación Secundaria. Este encuentro, encabezado por figuras destacadas como la secretaria de Estado de Educación, Gabriela Gallardo, y otros directores y subdirectores de distintos niveles educativos, me hizo pensar profundamente sobre el rol de la escuela en la protección y promoción de los derechos de niños, niñas y adolescentes.
En mi opinión la escuela es mucho más que un lugar donde se transmiten conocimientos. Desde esta perspectiva, creo que debe ser un espacio de cuidado, protección y desarrollo integral para los más jóvenes. La escuela, como actor clave, no solo forma a los ciudadanos del mañana, sino que también es una pieza fundamental en la articulación con otros organismos que protegen y promueven los derechos de los menores. La escuela, entonces, debe ser vista como un puente hacia la prevención, la cultura ciudadana y la participación juvenil.
Pienso que la construcción de un entorno seguro y de apoyo, donde se fomente una cultura de respeto y empatía, es esencial para el bienestar de nuestros jóvenes. Este es el camino para educar en la democracia y el ejercicio de la ciudadanía activa. Valoro enormemente el trabajo en equipo, así como las herramientas de innovación y las metodologías de pensamiento crítico y estratégico que pueden ser aplicadas en nuestras aulas para fortalecer estos valores.
Por ello, considero que se debe priorizar la promoción de programas educativos que incluyan actividades orientadas a la convivencia pacífica, el diálogo y la mediación. Necesitamos formar a los estudiantes no solo en conocimientos, sino también en la importancia de participar activamente en la vida social, para que puedan impactar en el espacio público de manera positiva. La democracia no puede existir sin participación, y es nuestra responsabilidad como educadores crear las condiciones necesarias para que los jóvenes se sientan empoderados para participar, identificar riesgos y prevenir la violencia en todas sus formas.
Creo firmemente que, de esta forma, podemos fortalecer una cultura de derechos donde los niños, niñas y adolescentes se sientan sujetos de derechos y no meros objetos. Crear un entorno seguro y de apoyo, promover la cultura del respeto y la empatía, y educar para la democracia y la participación ciudadana son objetivos que deben guiar nuestra labor educativa.
Para concluir la escuela debe ser un espacio de democracia activa, donde se fomente la participación real y se formen ciudadanos comprometidos con el bien común. Este es el desafío y la oportunidad que tenemos ante nosotros: educar no solo para el presente, sino para un futuro donde la democracia y los derechos humanos sean el pilar de nuestra sociedad.