Martin Heidegger — ¿Cómo empezar?

Juan Diego Flórez
3 min readJul 29, 2020

Martin Heidegger (1952) inicia El origen de la obra de arte dando la definición de la palabra origen: “(…) aquello de donde una cosa procede y por cuyo medio es lo que es y cómo es” (p.37). Esto constituye una verdad, así que desde el primer momento se puede observar que Heidegger se inclina por usar objetos relativos a lo real. Lo anterior se refuerza cuando se pasa, tras esa primera oración, a las presunciones: “El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista” (p.37). Y en medio de éstas últimas, el autor plantea diversas preguntas, de las cuales algunas responde y otras las deja en ambigüedad. ¿Por qué decide comenzar de esta manera su ensayo?

Como indica Perelman (1989) “(…) todo lo que se estima que, en la argumentación, se refiere a lo real, se caracteriza por una búsqueda de la validez con miras al auditorio universal” (p.120). Con su primera oración, Heidegger ya ha dejado en claro a quienes se dirige, ha establecido su auditorio: cualquier persona. A lo largo de las cinco páginas de introducción, el autor repite una estructura de presunción-pregunta-presunción con la que se encarga de reforzar su propia postura e intención, pero también de preparar un tipo de agenda para el resto de su ensayo. “El uso dialéctico de las preguntas y las respuestas tiende esencialmente a asegurar acuerdos explícitos de los que después podrá prevalerse el orador (…) Así, llega a obtener un acuerdo explícito sobre los puntos a los que debe responder” (Perelman, 1989, p.182).

Hay un elemento más en la introducción de Heidegger y es su constante refutación a presunciones que se han asimilado como verdades.

“Lo que sea el arte debe poderse inferir de la obra. Lo que sea la obra sólo podemos saberlo por la esencia del arte. Se observa fácilmente que nos movemos en un círculo. La razón común exige que sea evitado este círculo, porque es una ofensa a la lógica. Se piensa que puede derivarse lo que es el arte de las obras existentes mediante una contemplación comparada de ellas. Pero ¿cómo podemos estar seguros de que una tal contemplación se basa efectivamente en obras de arte, si no sabemos previamente lo que es arte?” (Heidegger, 1952, p.38).

No solamente contradice una concepción establecida respecto a las definiciones de arte y obra, sino que también incluso entra en el campo de los objetos relativos a lo preferible al tratar el tema de las jerarquías, específicamente la de anterioridad; pero, ¿esto no invalida lo que se había afirmado respecto al auditorio universal? Perelman (1989) señala que “En cambio, lo que trata de lo preferible (…) estará vinculado a un punto de vista concreto que sólo puede identificarse con el de un auditorio particular, por muy vasto que sea” (p.120). Esto significaría que Heidegger ha errado en el proceso de establecimiento del público al que se dirige, pero en realidad hace más concreta la introducción de su argumento, pues ya ha dejado en claro que busca un sentido diferente al ya existente respecto al tema en concreto: la obra de arte.

Marcar una diferencia con respecto a la visiones previas sirve para que sus presunciones se fortalezcan: “la adhesión a las presunciones no es extrema, se espera que otros elementos la refuercen, en un momento dado” (Perelman, 1989, p.126); pero también para dotar de valor a su ensayo, pues obtiene el interés del lector al proponerle una idea nueva, algo poco explorado antes, además de seguir siendo fiel al auditorio universal que desde la primera línea se había establecido. Heidegger consigue en las dos primeras páginas de su introducción todo lo que se requiere para que su ensayo sea leído por cualquier persona que se acerque a él, pues aplica todos los elementos necesarios para cautivar y dar importancia a sus propios argumentos, la suficiente para empezar un proceso de convencimiento.

REFERENCIAS:

Heidegger, M. (1952). Arte y poesía: El origen de la obra de arte. Buenos Aires, Argentina: Fondo de cultura económica.

Perelman, C. y Olbrechts-Tyteca, L. (1989). Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Madrid, España: Editorial Gredos.

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