“Genocidio de Ruanda: Los Hutus y los Tutsis”

Quería hacer un trabajo que englobara varios conceptos vistos en clase y después de una visita al Museo Memoria y Tolerancia, decidí conocer un poco más sobre un tema del que nos hablaron en la visita guiada, me refiero al Genocidio de Ruanda, un hecho que tuvo lugar en el año 1994.

Después de investigar con mayor profundidad, decidí convencida que el genocidio de Ruanda era perfecto para realizar el trabajo final, en su historia podemos observar lo que Laura Rita Segato llamaría “pedagogía de la crueldad”, una violencia dirigida hacia mujeres y niños.

Las etnias de los hutus y los tutsis, desde los años 50 han tenido grandes conflictos, pero ninguno de la magnitud como lo que ocurrió la fecha del 6 de abril de 1994, un conflicto que tuvo una duración de cinco meses.

Antes de adentrar en el hecho, me gustaría escribir sobre la historia de estas dos etnias.

Antecedentes:

En las zonas montañosas de Ruanda, habitaban tres grupos étnicos: los hutus agricultores, que componían un 85% de la población, los tutsis ganaderos, que eran el 14% y los Twas o pigmeos cazadores el 1%. Aunque los hutus eran el grupo social más numeroso, los tutsis consiguieron fácilmente hacerse del poder, debido a que estos últimos se encargaban de tareas de ganado, el mantenimiento y cuidado de los animales se traducía en poder político.

De 1897 a 1916 Ruanda fue colonizada por Alemania, posteriormente paso a manos de Bélgica. La entrada belga trajo considerables modificaciones socioculturales en el país, como la expansión del catolicismo y la difusión del francés como lengua oficial. Los belgas realizaron diferentes experimentos sobre los ruandeses con el fin de destacar cuál era la raza superior entre hutus y tutsis. Desde un color de piel más claro, una nariz menos gruesa y su despuntada altura fueron suficientes para la definitiva consolidación de los tutsis en el poder, con el apoyo de los belgas. Los twas no tenían gran problema, gozaban de buen trato por parte de la casta tutsi que consideraba a los cazadores de las montañas por encima de los hutus en la pirámide social.

Los hutus fueron condenados a trabajar en actividades más sufridas y fatigosas, incluso servicios, como la educación, fueron exclusivamente reservados para los tutsis. En 1932, los líderes belgas promovieron la creación y el funcionamiento de tarjetas identificativas, así cada ruandés podría ser diferenciado como hutu o tutsi.

En 1961 los belgas decidieron celebrar unas elecciones donde el 80% de la población voto en contra de la monarquía tutsi. Así fue como el poder político, por primera vez, la obtenían los hutus, los cuales no dudaron en tomar represalias contras los tutsis, los principales jefes tutsis iniciaron unas campañas militares contra los hutus, acabando con sus príncipes, a los que de forma cruel y simbólica, cortaron los genitales y los colgaron en los tambores reales buscando humillar a sus contrincantes y recordarles que los hutus eran súbditos de los tutsis.

Provocaron el exilio de miles de tutsis partidarios del sistema vigente monárquico y de contrarios a conceder el poder a los hutus. Los exiliados de corta edad de aquel momento, con el paso de los años, se llegarían a convertir en los fundadores del Frente Patriótico Ruandés, que ocuparía un lugar importante en la guerra de Ruanda de 1990 hasta 1994.

Entonces el país pasa de una monarquía de la minoría tutsi a una república de la mayoría hutu. Durante más de diez años, el poder político estuvo bajo el control de Grégoire Kayibanda, fundador del Partido por la Emancipación Hutu (Parmehutu). Su régimen destacó por la escasa participación en actividades de resarcimiento sobre los tutsis. El punto de inflexión fue cuando en 1972 se constató la muerte de una gran cantidad de hutus en el país vecino. Los hutus ruandeses exigieron venganza contra los culpables y, ante la impasibilidad del presidente, el militar Juvénal Habyarimana, de origen hutu, dio un golpe de Estado (1973) y consiguió mantenerse en el poder.

A diferencia de lo que se podría pensar, el Gobierno de Habyarimana sobresalió por apaciguar la relación con los tutsis. Muchos de los tutsis exiliados pudieron volver a sus casas sin represalia alguna. De esta manera, la jefatura de Habyarimana consiguió abrir fronteras no solo a nivel nacional, sino también en el panorama internacional. El gobierno del general realizó una buena gestión del país hasta la segunda mitad de los 80, contando con el apoyo logístico y militar de Francia.

Durante algunos años, el Frente Patriótico Ruandés se adentró en Ruanda de forma clandestina, reclutó a muchos jóvenes tutsis por todo el país para recibir una formación ideológica y militar para constituir brigadas secretas. Factores económicos externos, como el descenso del precio del café, principal producto de exportación, y otros internos, sobre todo la corrupción en el Norte del país, lugar de procedencia de Habyarimana, comenzaron a provocar nuevas tensiones en la segunda mitad de la década de los 80. En el año 1989 el precio mundial del café se redujo en un 50% lo que hizo que Ruanda perdiera el 40% de sus ingresos por exportación. El país se enfrentó a la peor crisis alimentaria de los últimos 50 años al mismo tiempo que aumentaba el gasto militar en detrimento de los servicios públicos.

En octubre de 1990 el Frente Patriótico Ruandés, compuesto por exiliados tutsis expulsados del país por los hutus con el apoyo del ejército, invade Ruanda desde su vecino Uganda. En 1993 los dos países firman un acuerdo de paz, conocido como el Acuerdo de Arusha, con ello, Ruanda se convierte en un gobierno de transición compuesto por hutus y tutsis. Parecía que por fin la paz entre las etnias había llegado, pero no duró mucho tiempo.

En 1994 las milicias hutus, llamadas Interahamwe (que significa “golpeemos juntos”), eran entrenadas y equipadas por el ejército ruandés, a la vez que eran incitados a la confrontación con los tutsis por parte de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, dirigida por las facciones hutus más extremas, también es conocida como la “Radio del Odio”, desde agosto de 1993 hasta el inicio del genocidio de abril de 1994 difundió propaganda anti-tutsi, daba detalles de aquellos que debían ser acosados y asesinados al punto de ofrecer descripciones individuales y número de placas de automóviles. Hay dos frases que más se escuchaban:

1. “Las tumbas están solo a medio llenar”

2. “Los tutsis no merecen vivir, hay que matarlos, incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé”

Parece increíble que un medio de comunicación tenga tanta influencia sobre las personas, muchas personas decían que mataban porque la radio se los pedía, incluso una persona recuerda con detalle la imagen más desgarradora de su vida: una mujer embarazada atravesada por su vientre con un machete.

Se sabe que el genocidio fue financiado con el dinero sacado de programas de ayuda internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural. Se estima que se gastaron 134 millones de dólares en la preparación del genocidio con unos 4,6 millones de dólares gastados solo en machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos, tal gasto permitió que uno de cada tres varones hutus tuviera un machete nuevo.

Cuando las masacres comenzaron, muchos tutsis y disidentes hutus buscaron refugio en las iglesias, lo que facilitó la labor de la interaharnwe, las patrullas de la muerte del gobierno y el ejército, que sabía dónde encontrarlos y podía confiar en la delación de clérigos y monjas. Es por este motivo que tantas fotos de fosas comunes muestran suelo santo y es también la razón de que muchos clérigos y monjas se enfrentasen a juicios por el genocidio. Un ejemplo es el padre Wenceslas Munyeshyaka, una figura líder en la catedral de Kigali, el cual escapó a Francia con ayuda de sacerdotes franceses y posteriormente acusado del genocidio por haber aportado listas de civiles a la interahamwe y por la violación de jóvenes refugiadas.

El obispo de Gikongoro, Monseñor Augustin Misago, también destacó por su participación en el genocidio, se presentó junto con la policía ante un grupo de 90 niños tutsi que se encontraban retenidos, el obispo les dijo que no se preocuparan porque la policía los cuidaría y tres días después la policía colaboró en la masacre de 82 de los niños.

Aunque los agentes directos de las matanzas fueron los mismos ruandeses, Bélgica desde el principio de su dominio privilegió a la minoría Tutsi, denominándolos como la clase elite. Por otro lado, la iglesia hizo expandir su dominio respecto a los Hutus y los colocó en los mejores puestos de la administración pública. Se sabe que en 1992, Bélgica se había enterado a través de su embajador en Ruanda, que se preparaba una solución definitiva al problema étnico, pero no se hizo nada por evitarlo.

El mundo entero parecía ajeno a la barbarie y no intervino para parar el trágico conflicto. La ONU, en 1993 envió al país la misión MINUAR con la finalidad de contener la escalada de violencia que se estaba dando, pero cuando se inició el genocidio, visiblemente preparado y cuidadosamente organizado, el organismo optó por la pasividad. Las fuerzas de MINUAR no recogieron las armas que se distribuían entre los milicianos, a pesar de tener el mandato correspondiente y, en el momento inicial de las matanzas, evacuaron el terreno y dejaron desprotegidas a las víctimas.

A mediados del mes de julio, el Frente Patriótico Ruandés se apodera de Kigali obligando al gobierno hutu radical a huir del país en dirección al Zaire seguido de aproximadamente dos millones de hutus que crearon el campo de refugiados más grande de la historia en Goma, llamada “la ciudad de los muertos”. Esta fecha es considerada el fin del Genocidio.

Poco tiempo después, la crisis local se trasladó a Zaire, Burundi y Uganda. El más afectado, Zaire, que ya vivía una crisis interna y la llegada de millones de refugiados desató la Primera y la Segunda Guerra del Congo, que dejaría 3.8 millones de muertos.

Se calculan entre 800.000 y 1.000.000 muertos aproximadamente, que equivalen 11% del total de la población ruandés. Hasta el 2004, dos tercias partes de la población femenina que fueron violadas da positivo al VIH SIDA, hasta el punto de que en Ruanda existe más de un 30% de la población afectada, se calcula alrededor de 101.000 niños y niñas.

Conclusión

A pesar de que las etnias no tenían ninguna diferencia física o de lenguaje, sus conflictos no provenían puramente de un problema étnico, sino también político, el principal motivo de tantas guerras tuvo que ver con la posesión del poder, sin embargo no podemos hacer a un lado que la colonización también influyo en la detonación de conflictos. Por otro lado, podemos ver como los medios de comunicación juegan un papel muy importante en los conflictos, en este caso, la “Radio de las mil colinas”, la cual difundió mensajes políticos contra los tutsis. Esto me recuerda un poco a la psicopolítica mencionada por Han Byung-Chul, aunque el habla más de la actualidad con la redes, creo que la radio de las mil colinas supo penetrar la mente de los ruandeses y así ejecer su poder sobre ellos para que hicieran lo que se les pidiera.

CORREO: juvifimo@hotmail.com

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