De vuelta a la aldea de los centenarios

Héctor García
3 min readDec 24, 2019

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Hace cinco años Francesc y yo viajamos a Ogimi, la aldea con más longevidad del mundo. Aquella vez fuimos los dos solos, cargando con cámara y micrófonos, con muchas ideas y sueños en mente. Después de entrevistar a más de un centenar de ancianos escribimos el libro Ikigai.

Hace unos días volvimos a Ogimi, esta vez con todo un equipo de rodaje de National Geographic. Reconectamos con viejos conocidos del lugar. Yuki cumplió los 90 y sigue conduciendo y trabajando en su tienda. Taira cumplió los cien años y tenía la mente lo suficientemente clara como para recordarnos y volver a cantar la misma canción y que nos cantó la última vez: https://www.youtube.com/watch?v=_j9Md1mQmC0

Comiendo shikuwasas (tienen 40 veces más nobiletina que las naranjas) bajo el sol.

Muchos de ellos nos contaron que ahora el pueblo tenía algo de turismo y todos venían con el libro en la maleta. Han abierto varios albergues a la orilla del mar y viajeros de todas las esquinas del mundo visitan la aldea. Nuestro libro Ikigai se ha traducido ya a más de 50 idiomas y este año llegará a los 56.

Estos dos habitantes de Ogimi salieron de repente a la calle, son marido y mujer y regentan uno de los albergues del pueblo. La mujer llevaba una copia de IKIGAI en inglés y nos pidieron una foto para colgarla en la recepción del albergue.

La cascada solitaria que encontramos la primera vez tiene ahora visitantes de todo el mundo.
Taira, orgullosa de haber cumplido 100 años, puso una copia de IKIGAI en español en el bustudan (altar familiar) y le pidió a sus antepasados que siguieran trayendo fortuna tanto a Ogimi como a nuestro libro.

Conocimos a Akimasa, que ya tiene 108 años, pero nos recibió de pie con una sonrisa. Después de entrevistarlo se ofreció a regar su huerto frente a las cámaras de National Geographic.

Asistimos a la pre-inaguración de la nueva oficina de turismo (Que ahora le hace la competencia a nuestro amigo Miyagi que lleva otra oficina de turismo privada), y la jefa tenía varias copias de IKIGAI en japonés que quería que le firmáramos.

Volver al lugar que inspiró nuestro libro fue una experiencia mágica pero al mismo tiempo nos hizo reflexionar sobre la responsabilidad que tiene el escritor o antropólogo cuando escribe una obra.

Ikigai ha cambiado Ogimi, quizás para siempre.

Esperemos que el cambio haya sido para bien, y que sus habitantes sigan siendo felices, con vidas longevas y llenas de salud.

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