Enfermedades en la Nueva España: Mezcla por el contacto entre culturas durante el siglo XVIII.

Regina Oblitas
12 min readJul 21, 2017

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Epidemia. Del lat. mediev. epidemia, y este del gr. ἐπιδημία epidēmía; propiamente ‘estancia en una población’.

1. f. Enfermedad que se propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a gran número de personas.

2. f. Mal o daño que se expande de forma intensa e indiscriminada.

( Definición obtenida del Diccionario de la Lengua Española)

El carácter epidémico tiene una estrecha presencia y relación con el surgimiento de centros urbanos debido a sus espacios que concentran grandes grupos de personas, que en su mayoría son migrantes de distintas condiciones y puntos geográficos.

Han existido distintos tipos de epidemias alrededor del mundo en todas las épocas; el siguiente escrito se centra en la América septentrional conquistada por los españoles, proclamada la Nueva España. Los hombres que exploraron y conquistaron América llevaron a cabo sus empresas en la mayor de las indigencias, faltas de higiene, escasos de recursos y expuestos a un mundo desconocido. A partir de 1492 y los siguientes siglos tras la llegada al Nuevo Mundo surgió una de las mayores catástrofes sanitarias y demográficas, ya que el número de personas que murieron por dichas enfermedades llegó casi a igualar o superar el número de damnificados de la Peste Negra en Europa en el siglo XIV. Al ser una población numerosa, por la presencia de aborígenes, se crearon las reducciones, donde juntaban a todos los indígenas de la zona para tenerlos bajo control y cuidado de los misioneros y la corona. Existen numerosas pruebas de que antes de que los europeos llegaran por primera vez al continente casi todo el territorio americano era saludable y contaba con muchas regiones densamente pobladas.

El objetivo del trabajo es reflexionar acerca del problema y el impacto de las enfermedades que tuvo sobre la población nativa alrededor del virreinato de la nueva España, partiendo y delimitando dentro del siglo XVIII. El texto no se estructura por orden cronológico ni geográfico sino que se agrupan temáticamente sobre las enfermedades que tuvieron su impacto. Partimos de las preguntas que han surgido por la problemática: ¿cuáles fueron las enfermedades traídas por la conquista?; ¿cuáles fueron las más comunes?; ¿quiénes eran los principales afectados? y desde un punto de vista geográfico ¿qué tanto se relaciona el ambiente con la epidemia?

En el estudio histórico de las epidemias intervienen varias disciplinas: medicina, demografía, sociología, antropología, epidemiología, etc. El Dr. Miguel Bustamante fue una de las personas que más aportó para el conocimiento de las enfermedades en México con sus estudios acerca de la fiebre amarilla, la viruela y la tosferina. Otros trabajos que merecen mención es el de la Dra. A. Molina del Villar, E. Florescano, C. Cramaussel y E. Malvido, que dentro de sus obras se encuentran integradas la mayor parte de los estudios hechos sobre epidemias desde los tiempos prehispánicos hasta el siglo XX. El punto clave está representado por tratar de encontrar la relación entre los procesos demográficos y aspectos de la organización social, política y económica, las condiciones de vida y salud, los hábitos culturales, entre otra multitud de elementos que se afectan recíprocamente.

Durante los primeros sesenta años del siglo XVIII, en la Nueva España, se sufrieron varias calamidades; sismos, epidemias, sequías, heladas e inundaciones. El impacto demográfico de las enfermedades en la evolución de la población fue mucho mayor que el causado por las crisis de subsistencia, porque, a pesar de las tempestades, los alimentos al alcance de los habitantes eran muy diversos y más abundantes. Sin embargo, también estaba el factor de la mala nutrición, así como las malas condiciones de vida en general que ocasiona la pobreza[1].

Las epidemias que no se conocían en el continente americano fueron: la viruela, el sarampión, la gripe, la neumonía, el tifus, la cólera y la peste bubónica.[2] Todas ellas son de origen sud-asiático y existían en varias partes de Europa, principalmente en las grandes ciudades cosmopolitas. Gracias al trabajo de José Gustavo González Flores podemos caer en cuenta como dentro de la ruta de propagación de cada una de las epidemias, se encontró que las de tifo y matlazahuatl fueron más “lentas” que las de viruela o sarampión, debido a la naturaleza de diferentes agentes patógenos[3].

Desde tempranas fechas, los distritos misionales del noroeste novohispano experimentaron una gradual disminución de las poblaciones indígenas y un aumento en el número de habitantes españoles y de otros grupos. Los indios huyen, en un primer momento, de sus asentamientos de origen para escapar de las epidemias y se establecen en las haciendas para evitar el pago de tributos, imposición que les resultaba difícil de cumplir. El frecuente abandono de estos pueblos encontraba en la guerra, el bandidaje, la búsqueda de trabajo o el simple rechazo de misional, razones suficientes para vivir alzado o ausente[4]. Algunos regresan a sus pueblos de origen, otros se quedan como peones o trabajadores temporales en las haciendas. Estas comunidades se transforman a la larga en pueblos; el patrón de asentamiento de la región estudiada adquiere un carácter disperso y llegan a compartir aspectos demográficos con los pueblos.[5]

Antes había una multitud de indios, pero las muchas enfermedades y pestilencias que existen en esa región han disminuido en grandes cantidades, y además porque cuando están enfermos de sarampión, viruela, catarros, flujo con sangre y fuertes fiebres, acostumbran bañarse en los ríos sin esperar a que la enfermedad haya mitigado, y por eso mueren. Y de acuerdo con la doctrina cristiana, no se les permite más de una mujer, mientras que antes podían tener diez o doce, y por eso no puede aumentar el número de indios.[6]

Es importante mencionar que dentro de los textos que se conservan hoy en día de los cronistas, que redactaron sobre los brotes[7], además de contar con descripciones puntuales se refieren a la enfermedad según los nativos lo nombren; un ejemplo de ello sería el matlazahuatl, epidemia que se dio en el centro del territorio en 1736; su etimología lo define como “red de granos” por la característica de surgimiento de erupción y sarpullido en la piel. A ciencia cierta no se puede saber cuál es la bacteria o enfermedad que provocó dicha epidemia, sin embargo a través de las características, los registros en los archivos y el estudio de la medicina se ha podido hacer la hipótesis de que el matlazahuatl presenta los mismos síntomas de la tifo amarilla[8]. Como otro ejemplo podemos encontrar en el artículo de Molina Ramírez una cita del antropólogo e historiador Miguel León-Portilla que estudió sobre cómo fray Bernardino de Sahagún escribió acerca de una epidemia que ocurrió cerca del año 1540, que inclusive afectó al mismo Sahagún.

“Al ocurrir en México una fuerte epidemia conocida como cocoliztli, probablemente tifo exantemático, Bernardino (de Sahagún) pudo preguntar a algunos de los maestros indígenas del Colegio (de Tlatelolco) qué hacían antiguamente en casos como ese. La respuesta fue que, además de aplicar determinados medicamentos a los apestados, invocaban con fervor al dios Tezcatlipoca”, [9]

A continuación, se presentara de manera detallada y concisa los tipos de epidemias (selectas) que se encontraron presentes dentro de nuestro marco espacial y temporal de trabajo.

Durante muchos siglos la viruela fue una de las peores enfermedades que aquejó a la humanidad, millones de personas murieron. No se sabe exactamente de donde proviene pero se estima que el primer brote apareció en Arabia y de ahí fue transportada a Europa.[10]. La viruela no respeta sexo, edad, ni clase social; cuando llegaba a presentarse el brote cualquiera corría peligro de contraer la enfermedad. Como diría Bustamante: la viruela fue una de las muchas enfermedades que mermaron a la población; sirvió como herramienta para la conquista en 1520. Fray Gerónimo de Mendieta escribió como los indígenas contribuían a que la enfermedad se propagara más rápido por la costumbre que tenían de bañarse a menudo en baños calientes, con lo cual se les inflama más la sangre y morían[11]

Según la región en donde se presentara la calamidad podía variar el año pues su recorrido dependía del origen y distancia de las localidades afectadas. Al haber brotes cada diez o quince años, el virus encontraba nuevas víctimas entre la población nacida.[12]

Edward Jeanner fue quien se dedicó a realizar observaciones para demostrar que las ordeñadoras de vacas, quienes presentaban heridas en las manos a consecuencia de su trabajo se contagiaban de viruela vacuna, y con ello desarrollaban la inmunidad ante la viruela humana.

La epidemia de matlazahuatl apareció en agosto de 1736 en un obraje de Tacuba. Los focos infecciosos se localizaban en la periferia de la ciudad[13], en donde se encontraban las viviendas de los pobres, los basureros, los rastreros y las aduanas. En la Ciudad de México dio un gran impacto demográfico por ser mortífera. Esta epidemia también precipitó una crisis de subsistencia de graves repercusiones para la economía virreinal, pues varios ramos como la agricultura, la minería y obrajes se vieron amenazados por la drástica pérdida de mano de obra. Su origen fue vinculado al alcoholismo de los operarios del obraje de Tacuba, entre quienes empezaron a manifestar síntomas de fiebre y debilitamiento. El comportamiento social de los habitantes de los arrabales fue considerado como un factor importante en la propagación de la enfermedad. [14].

La gran mortandad entre los indios obedecía al gran número de pulquerías que habían en esos lugares. Por esta razón, según un testigo, los contornos de Azcapotzalco se convirtieron en un “hormiguero de enfermos”[15]

Los síntomas de esta enfermedad fueron diversos: dolor de estómago y cabeza, fiebre, vómito, hemorragia nasal, sordera y disentería. El matlazahuatl no atacó a todos por igual, ya que cobró mayor número de víctimas entre la población indígena y los grupos socioeconómicos más bajos. La mayor parte de las medidas curativas y preventivas para la rara enfermedad fueron iniciativas del gobierno civil y la Compañía de Jesús; una de las medidas era evitar el beber hasta embriagarse y caer.

El tifo formó parte de la llamada patología nacional, término que el doctor Bustamante estableció para agrupar a todas las enfermedades endémicas de México. Al tifo también se le conoció como “tabardillo mexicano”; atacó a diversas zonas del centro del país. El tifo es un conjunto de enfermedades infecciosas producidas por bacterias que son transmitidas por la picadura de piojos, pulgas, ácaros y garrapatas que portan las aves y mamíferos. Se le caracteriza por la fiebre alta, escalofríos, cefalea y exantema. Dichos problemas disminuyeron con los procesos de higienización. El aislamiento fue un elemento importante por lo que si se originaba casos de tifo en comunidades cerradas como internados, conventos, cárceles, hoteles, mesones o en casa de huéspedes, los enfermos serían trasladados inmediatamente a los hospitales. En el caso de la clase pudiente podían ser atenidos en sus casas pero sólo por alguien que hubiera sufrido tifo y en habitaciones aisladas.[16] La ropa que utilizaba el enfermo debía de ser desinfectada bañándola en agua hirviendo, sin embargo, la pobreza generalizada obligaba a la mayoría de la gente a comprar o intercambiar ropa usada.

El contagio de la sífilis venérea ocurre por el contacto directo con los infectados sin importar su etnia o género. Esta forma de transmisión ha desencadenado grandes controversias a lo largo de historia. Particularmente de la Nueva España se conoce poco, pero dentro de los hospitales tenían sus salas especiales para tratarlo, no obstante, se tiene evidencia de la presencia de la bacteria desde la época mesoamericana (se le considera endémica); su alto contagio se le ha asociado a las prácticas sexuales de ese momento como la permisividad para los hombres de mantener relaciones sexuales con su esposa y con otras mujeres[17]. Los síntomas de la enfermedad son distintos en hombres que en mujeres. En el caso de los hombres era una consecuencia “dramática” que repercutía en su autopercepción de género como hombre; para las mujeres implicaba dolor y ardor interno, pero no afectaba su imagen al exterior; aunque la infertilidad que se generase después provocaría malestar social. Durante el siglo XVIII el tratamiento que se consolidó fue el uso de mercurio -efectos irreversibles- en forma de píldoras, administrándose por vía oral. [18]

A pesar de la construcción de hospitales, de la regulación de la práctica médica por parte del Real Tribunal del Protomedicato[19] y de su asesoramiento durante situaciones epidémicas, así como de las leyes de salud, al gobierno novohispano no le fue posible contrarrestar las repercusiones de aquellas frecuentes desgracias.

El siglo XVIII marcó el inicio de la institucionalización de la ciencia en España, apoyado por los Borbones con la inversión hacia los avances científicos; en la materia de salud pública, fueron transmitidas a la Nueva España. Sin embargo, éste conocimiento y avances médicos no fueron novedad ya que desde el siglo XIV y XV se venía trabajando con las epidemias en Europa. En este siglo se marcó la pauta las transformaciones para la mejora de la sanidad de las grandes ciudades ya que las condiciones eran tan deplorables. Cuando se presentaba una epidemia era primordial evitar que tuviese un gran impacto, dicha tarea recaía en las manos del virrey. Uno de los errores de la medicina española en América fue que la profesionalización médica comprendía exámenes rígidos que muy pocos lograban superar; debido a la escasez de profesionales, la gente recurría a los curanderos. Los curanderos o chamanes mantenían un contacto directo con las tradiciones culturales más antiguas. Adquirieron gran importancia en las colonias españolas por la falta de fondos del gobierno, así como el aislamiento y pobreza de mucha gente que dependía de la buena voluntad. Al igual que con los chamanes, la gente creía que había una relación entre la alimentación y las enfermedades por lo que también se popularizó los recetarios de cocina.

Las reacciones que causaban las epidemias dentro de las poblaciones eran devastadoras y colectivas, causando miedo, temor, angustia, impotencia, ira y frustración. Por otro lado se dan las reacciones de rechazo y segregación de los enfermo; el temor presiona a las personas a abandonar el sitio epidemiado, y como se ha visto, y con ciertas excepciones, dentro de la composición social se encuentran pocos ricos y muchos pobres; hombres y mujeres; europeos, africanos, asiáticos e indios; los brotes atacan y afectan a los individuos independientemente de su situación económica, pero la muerte es retardada según los recursos y tratamientos dados.

Fuentes y obras consultadas

  • AGN — Archivo General de la Nación, catálogo electrónico.
  • Expediente 005 (Epidemias Caja 2796), Tribunal de Protomediaco, 1779–1788, 92 fojas. AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, Caja 2796
  • Cramaussel, Chantal, Demografía y población del territorio. La Nueva España y México (siglos XVI-XIX), México, Colegio de Michoacán, 2009.
  • García Chicano, Vicenta, Epidemias y arcabuces en el encuentro de dos mundos. www.medicinayhumanidades.cl/ediciones/n12009/12_Filosofia.pdf
  • González Flores, José Gustavo, “Crisis de susbsistencia y epidemias en Taximaroa (1763–1814). Consecuencias en la población adulta”, Letras Históricas, Núm. 13, 2015. http://www.revistascientificas.udg.mx/index.php/LH/article/view/3012/4041 [Consultado 15/05/17]
  • Hernández Palomo, José Jesus (coord.), Enfermedad y muerte en América y Andalucía (siglos XVI-XX), España, Consejo Superior de Investigaciones científicas/Ministerio de Educación y Ciencia, 2004.
  • Mandujano Sánchez, Angélica, Luis Camarillo Solache y Mario A. Mandujano, “Historia de las epidemias en el México Antiguo. Algunos aspectos biológicos y sociales”, Tiempo, Laberinto, UAM, abril 2003. www.uam.mx/difusion/revista/abr2003/mandujano.pdf
  • Márquez Morfín, Lourdes, La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México: El tifo y la cólera, 1813–1833, México, Siglo Veintiuno Editores, 1992.
  • Molina del Villar, América, La Nueva España y el matlazahuatl de 1736–1739, México, El Colegio de Michoacán, CIESAS, 2001.
  • Molina del Villar, América, Por voluntad divina: escasez, epidemias y otras calamidades en la Ciudad de México, 1700–1762, México, CIESAS, 1996.
  • Molina del Villar, América, Lourdes Marquez Morfín y Claudia Patricia Pardo Hernández, El miedo a morir. Endemias, epidemias y pandemias en México: análisis de larga duración, México, CIESAS/Instituto Mora/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/CONACYT, 2013.
  • Molina Ramírez, Tania, “El catarro pestilencial, primer gran epidemia que azotó México”, La Jornada, Ciencias, sábado 25 de abril de 2009. http://www.jornada.unam.mx/2009/04/35/ciencias/a02n1cie
  • Trejo Moreno, Jessica, La epidemia de viruela de 1797 en el sagrario de la Ciudad de México, vista a través de los registros parroquiales de defunción, tesis para obtener el título de Maestría en Historia Moderna y Contemporánea, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016.
  • Expediente 1–90, 1612–1787, 325 fojas. AGN, Instituciones Coloniales, Compañía de Jesús, Jesuitas (064), Volumen I — 11
  • Molina del Villar, América, “La propagación de las epidemias en México: las pestes coloniales y el brote de influenza”, EstePais, 26 de agosto de 2009. http://archivo.estepais.com/site/2009/la-propagación-de-las-espidemias-en-mexico-las-pestes-coloniales-y-el-brote-de-influenza/
  • Thomas Calvo, “Demografía y economía: la coyontura en nueva Galicia en el siglo XVII”, Historia Mexicana, vol. 41 n° 4 (Abril-Junio, 1992), pp. 579–613.

[1] Carmaussel, Demografía y poblamiento del territorio, 2009, p. 16

[2] García Chicano, Epidemias y arcabuces en el encuentro de dos mundos, p.4

[3] González, Crisis de subsistencia y epidemias, 2015.

[4] Torre Curiel, José Refugio de la, “Migraciones, guerra y enfermedades” en Demografía y poblamiento del territorio, 2009, p. 79

[5] Cramaussel, Demografía y poblamiento del territorio, 2009, pp.10–12

[6] Mandujano, Historia de las epidemias en México, 2003, p.12.

[7] En el catálogo en línea del AGN se pueden encontrar diversos documentos, de distintas regiones, de aquellos frailes y encomenderos que tenían a los indios bajo su cuidado. Si se desea saber más sobre ello y tener un primer acercamiento recomendaría buscar aquellos que pertenezcan al siglo XVIII en adelante por su legibilidad y comprensión.

[8] Molina del Villar, Nueva España y el matlazahuatl, 2001, pp. 27–64

[9] Molina Ramírez, El catarro pestilencial, 2009.

[10] Trejo, La epidemia de viruela de 1797, 2016, p.56; 61

[11] Probablemente fray Gerónimo se refiera al ritual de los temazcales.

[12] Trejo, La epidemia de viruela de 1797, 2016, p.64

[13] La periferia también era considerada germen de vicios sociales.

[14] Molina de Villar, Por voluntad divina, 1996, pp.62–63

[15] Ibid., p. 63

[16] Vargas Olvera, “El tránsito de los siglos y el tifo en la ciudad de México” en El miedo a morir, 2013, p.75;77–78

[17] La secualidad representa para la civilización occidental un gran peligro porque es la presencia absoluta de la carne, en el único momento donde se les tenía permitido era al momento de contraer matrimonio para solamente engendrar una familia. La Iglesia fomenta la monogamia (otro factor de despoblamiento indígena) y evitar la tentación carnosa

[18] Gretchen Almady y Granados Vázquez, “Sífilis venérea” en El miedo a morir, 2013, pp. 397;400 y 402

[19] Tribunal encargado de reglamentar, regular y vigilar la práctica y la enseñanza de la medicina en Nueva España.

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