El problema elitista de Vampire Weekend

La banda liderada por Ezra Koenig es el claro ejemplo de que incluso en el arte, las apariencias engañan

Leonel Martínez
4 min readJan 29, 2019

Recuerdo la primera vez que escuché A-Punk de Vampire Weekend, era el 2008 y me encontraba cursando mi último año de la secundaria, una amiga mía me recomendó la canción vía Windows Live Messenger, cuando la escuché no pude evitar sentir gusto por ella a pesar de que en esa época, todo debería ser sombrío y “profundo” para mi generación —la generación del emo del 2006 — . De una tonada que a pesar de insertar en su título la palabra punk, poco tenía que ver con el concepto de ruido DIY de lo que en ese momento era en mi mente el punk, al contrario, la música era suave, dulce, animada y tenía más que ver con malteadas de fresa que con pelo de colores y pantalones rotos.

Los Vampire Weekend se volvieron embajadores del cómo debería tocar y verse un niño fresa metido en el movimiento de música independiente en Internet, inaugurado por Radiohead un año antes. Su música además de A-Punk, alternaba clavicordio, organillo y progresiones que evocaban música del Siglo XV, evocaban técnica y un concepto estético que gritaba “somos los muchachos educados del barrio, no nos ensuciamos, tenemos educación”. Y en efecto, los Vampire Weekend tienen educación formativa fuerte, todos ellos son graduados de la Universidad de Columbia.

Para muchas personas, ser graduado de escuelas pertenecientes a la Liga Ivy —como Columbia — significa pertenecer también a un selecto grupo de élite en Estados Unidos, de influencia tanto monetaria, como social. A menudo, la educación de dichas escuelas es vista como una extensión del privilegio de familias afluentes más que solo educación. Si eres rico y quieres estudiar, una escuela de la Ivy League es la mejor opción.

Vampire Weekend y sus SAAB en llamas.

Y es el estigma de privilegio lo que ha acosado a Ezra Koenig y compañía desde el momento en el que decidieron saltar al ojo público, han sido llamados “banda para gente blanca”, imperialistas culturales, “ricos tontos” y el término “WASPs” (White Anglo-Saxon Protestant, protestante blanco anglosajón), que se refiere a gente de gran riqueza heredada (“old money”) y ascendencia europea con profundas raíces en Nueva Inglaterra del territorio de EE.UU., a menudo un grupo asociado con ideas ultra conservadoras e incluso racistas.

Sin embargo, los miembros de Vampire Weekend tienen orígenes muy distantes de lo que podría significar un WASP. Koenig, su líder, voz y principal compositor, es hijo de inmigrantes judíos de clase trabajadora, Rostam Batmanglij, ex tecladista y co-compositor, es de ascendencia persa, mientras que Chris Baio su bajista, es italoamericano. Y aunque es cierto que la banda adopta y apoya el estilo visual preppy escolar a la perfección, su verdadera lucha y temática concurrente desde siempre, ha sido el descontento al estigma que ha rodea a la banda, y más que ello, el descontento generalizado a actitudes elitistas y clasistas. Su mensaje, lejos de permanecer oculto y fuera de su música, juega parte importante en la manufactura de sus letras.

Oxford Comma, por ejemplo, una de sus canciones más famosas perteneciente a su álbum homónimo del 2008, presenta la idea del hartazgo al esnobismo del lenguaje. En ella, Koenig se pregunta el porqué una persona con la que conversa le habla en acento déspota y usando lenguaje rebuscado para dar una imagen de superioridad aristocrática cuando es innecesario, ya que sus posición económica es tan flagrante que no se puede ocultar, para describirle después como mentirosa por usar esas fachadas. Al final Ezra menciona que Lil Jon, el rapero conocido por su lenguaje poco refinado, al menos siempre dice la verdad. El mismo tono crítico a las altas esferas prevalece incluso en su último sencillo Harmony Hall en donde califica a sus contemporáneos de universidad de serpientes.

En contraste con la temática de Oxford Comma, es también el léxico y arquitectura de muchas de las canciones de Vampire Weekend lo que los ha tachado de ser una banda que poco tiene para conectar con el público “normal”. En efecto, muchas de sus letras contienen complejas figuras retóricas para explicar un concepto igual de complejo —sobre todo en su Modern Vampires of the City — , la razón de esto es de nuevo el pedigree de sus miembros, Koenig es graduado en Letras Inglesas y es notable la influencia de su preparación en su arte.

Pero la verdad es que uno no tiene forzosamente que entender de dichas figuras o conceptos para poder disfrutar de la música o sus letras y aunque es verdad, comprender mejor el propósito original de la música ayuda a conectar a un mejor nivel con la misma, sin embargo, esta regla de entendimiento no debe aplicar solamente para graduados de Columbia, sino para todo tipo de arte y expositor: Kendrick Lamar el año pasado ganó el premio Pulitzer de música, Kendrick no estudió en Columbia, de hecho, no fue a la universidad y aún así es uno de los letristas de rap más importantes en la historia, su música requiere el mismo músculo analítico e ingenio que Unbelievers, Diane Young o Ya Hey requieren, pero ese músculo tampoco es necesario para poderlas disfrutar.

En el 2008, cuando vi el vídeo de A-Punk en la cada vez más popular plataforma YouTube, pasó por mi mente adolescente y recalcitrante la pregunta más obvia en ese momento: ¿Por qué estos fresas le ponen punk a su canción si no es punk? Vampire Weekend siempre ha sido nerdy, preppy y a veces un poco soso, pero esos sosos de Columbia son los críticos más incisivos de las esferas a las que todo el mundo dice que pertenecen, pero de la que nunca se sintieron parte, son los que mejor apuntan sobre elitismo porque son los únicos que lo han vivido de primera mano y si Ezra Koenig es criticado por usar suéteres de lana, zapatos de bote y camisas polo, bueno… Está en su divino derecho de hacerlo.

Leonel Martínez.

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Leonel Martínez

Creador de contenido y recalcitrante aficionado al arte en todas sus formas.