Sobrecitos de azúcar

Matías
2 min readAug 13, 2014

--

Me siento en la mesa del café. Una mujer se acerca, y me pregunta qué deseo. ¡Qué pregunta! Café negro, en jarrita. “Ya se lo traigo”. No parece muy simpática; sin embargo, los hombres que están consumiendo en el lugar le sonríen. Esbozan sonrisas ante su mirada siempre periférica. Los mozos se caracterizan por un desarrollo superlativo de la visión periférica: años de entrenamiento en apercibirse de los gestos que realizan los comensales. Gestos que, aunque ya convencionalizados, requieren de atención. Los tipos sonríen cuando creen entrar en su campo de visión periférica y, cuando creen que ya han salido de allí, desdibujan la sonrisa, y miran hacia la mesa. Sienten uno de esos pequeños fracasos cotidianos, como si pisaran caca de perro con zapatos recién estrenados. Algunos se conforman levantando otra vez los ojos, para verla mover el culo hasta la barra y cantar el pedido. (Después, cuando me traiga el ticket, sabré su nombre: “Mesa: 15. Mozo: 2 — Paola”. Pobre Paola, qué vida de mierda).

Los sobrecitos de azúcar vienen con un diseño que no había visto antes, en ningún otro café. De un lado, la fotografía de una personalidad de la cultura nacional. Del otro, una de sus frases célebres. Tardo cinco segundos en hacer el panorama general de notables: Maradona, Cortázar, Favaloro, Borges.

Yo venía de la librería, en donde había comprado una recopilación de la obra periodística de Francisco Urondo. En la nota “Sabihondos y suicidas”, publicada en Leoplán N° 663, el 21 de Marzo de 1962, Paco escribe:

“Pasa de todo en el café; transcurre en ellos parte de la vida de la ciudad y, por tanto, parte de la vida del país. No se sabe con exactitud de dónde arranca esta costumbre del porteño. ¿Madrid? ¿París? A nadie le interesa. Ni al hombre que se sienta a una mesa con la intención de provocar sus encuentros, de soportar su soledad…” (Página 95).

Busco entre los sobrecitos, revuelvo entre ellos buscando el de Paco. Sé que este movimiento repentino de mis manos está siendo captado por Paola, en algún rincón del café, pero no me importa el ridículo. Busco ese sobrecito, que al final no está. No hay un sobrecito con la foto Paco Urondo y el fragmento que acabo de transcribir en su reverso.

--

--