Sobre llorar escuchando a Paramore como si esto fuera la secundaria

(O “Sobre cómo After Laughter se convirtió en el álbum más importante de mi 2017”)

Lucinda Garza
5 min readMay 13, 2018

After Laughter salió el 12 de mayo del 2017, hace exactamente un año, acompañado de un montón de comentarios del tipo: “Ese no es el Paramore bueno”, “Paramore ya no es Paramore”, “Nada como Riot!”, etcétera, etcétera. Yo me limitaba a poner los ojos en blanco al escuchar todo esto, pues creo que quienes hacían estas observaciones no ubicaban a este quinto álbum dentro de todo el contexto y la evolución de la banda.

En el momento de su lanzamiento, After Laughter me maravilló por esas letras con el alma emo y angsty que conocemos (y amamos) desde All We Know Is Falling, fusionadas con un estilo musical tan new wave, tan pop y tan alegre. Algo en esa combinación muestra una gran madurez por parte de la banda, una especie de aceptación y hasta burla de las propias desgracias, un: “El mundo está de la chingada y todo es una mierda, pero deja bailo mientras lloro”.

Definitivamente es un álbum completo, habla sobre las heridas y sanaciones internas de la banda, de las dificultades personales de Hayley, de la relación artista-admirador, de llorar hasta reír y de reír hasta llorar. Y podría escribir hasta el cansancio de todos esos detallitos entretejidos en los 42 minutos que dura el disco, pero ese no es el propósito de este post.

Quiero hablar de la manera en la que After Laughter marcó mi año y se convirtió en mi álbum más importante del 2017. Así que después de esta (no tan breve) introducción, vamos a ello:

Volvamos a hace 365 días, el día del lanzamiento. Mi cuarto semestre de universidad estaba terminando, mis calificaciones iban saliendo muy bien, mi novio estaba en Monterrey, pasaría mi verano en la Ciudad de México, estudiaría en el Colmex, y mi banda favorita había sacado música nueva. Me sentía feliz, tranquila y estable. Todo estaba bien. Las letras me gustaban, pero eran como un eco de cosas que no representaban mi presente.

Pero la felicidad me duró poco, y el mundo se me vino abajo al comenzar quinto semestre. Por razones que todavía no comprendo, tuve una recaída en cuanto a mi salud mental, y me vi envuelta en la ya no tan desconocida depresión.

Un día, estando acostada en mi cama mientras mi cabeza se hundía en túneles en espiral, una canción de After Laughter sonó en el aleatorio de mi música. Sinceramente, ni si quiera recuerdo cuál fue, aunque lo más probable es que haya sido Fake Happy. Recuerdo que lloré muchísimo, la letra resonó conmigo de una manera que no lo había hecho antes. Después comencé a escuchar el disco de principio a fin, una y otra vez, conectando cada vez más con cada vuelta. De repente, todas las letras cobraban un sentido nuevo: ya no eran algo lejano y pasado, eran mi día a día. Hard Times hablaba de lo cruel que era mi malestar, Rose-Colored Boy era sobre estar una relación con alguien alegre y optimista mientras yo estaba tocando fondo, Caught In The Middle trataba de mi talento para autosabotearme, y así sucesivamente.

Cuando llegaba destrozada de la universidad, me encerraba en mi habitación (como hacía a los quince años), y ponía After Laughter (como en su tiempo ponía Riot o Brand New Eyes). Y sí, me ponía a llorar. Escuchaba a Hayley cantando acerca de lo que se removía en mi interior, y me permitía sentir mi tristeza; era mi pequeño ritual nocturno, una terapia chiquita para sacar a pedacitos lo que me sucedía. El quinto álbum de Paramore se había convertido en mi soundtrack personal.

Octubre llegó, y con eso la segunda vez que pude verlos en vivo. Ver a Hayley, Tayor y Zac fue una experiencia bien emocional para mí, y el mítico “Cry hard, dance harder” cobró vida mientras saltaba entre el público, acompañada de mi novio y una de mis mejores amigas. Creo que cuando realmente me rompí fue cuando comenzaron con Fake Happy, no pude seguir bailando, y tuve que limitarme a abrazar a Amet mientras cantaba entre lágrimas, lloré lo que pareció una eternidad mientras la canción que se había convertido en mi himno era interpretada ahí mismo. Fue un momento que nunca voy a olvidar, recuerdo que la tranquilidad que sentí cuando todo terminó fue muy similar a la que experimento cuando salgo de una buena sesión de terapia con mi psiquiatra (y supongo que eso dice mucho).

Paramore en el Live Out Festival 2017

Paramore es una banda con la que he crecido, llevo aproximadamente una década teniéndolos permanentemente en mis playlists, pues siempre han coincidido con lo que siento en lo más profundo. Me acompañaron desde que era fanática de Crepúsculo, le cantaron a mi primer crush en la secundaria, estuvieron ahí durante mi turbulento paso a la preparatoria, y ahora se han transformado en una fuente de consuelo y comprensión en medio de una de mis peores crisis mentales.

After Laughter va de abrazar a la tristeza y reconocerla como tal a pesar de los colores y la danza. Este álbum habla de crecer, de ver hacia los errores del pasado y aceptar que volverse a caer es natural. Es un discurso sobre ser humano y lo inevitable que puede ser la oscuridad de vez en cuando, sin embargo, termina con una nota esperanzadora, que es a la que todos nos aferramos, aunque sea entre las lágrimas y baile.

I know you see me dancing
Wildly in the fog of your memory
You don’t have to tell me
I can still believe

Nota: Yo entiendo lo irónico que puede ser esto, considerando el contenido de Idle Worship y No Friend. Soy muy consciente de que en esas canciones hablan de que ellos no pueden salvar a nadie, que no son los héroes adolescentes a los que pusimos en un pedestal a los trece años. Sin embargo, creo que ya hemos crecido como fans, y aceptamos que ellos también son humanos, que hasta ellos están un poco rotos. Pero bueno, no puedo negar que, aunque no tienen el poder de salvarme por completo, me han ayudado muchísimo con lo que hacen.

OK, ahora sí, bye.

lol

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Lucinda Garza

Soy Ravenclaw y me alimento (principalmente) de libros y de macarrones con queso.