La educación del futuro

Manuel Vejarano
4 min readMar 7, 2016

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La imagen que encabeza el artículo es de 1900 y representa la forma como se imaginaba un aula de clase en el año 2000. Lo primero que llama la atención es la automatización como anhelo: una máquina donde el profesor introduce libros para pasarlos directamente a la mente de los alumnos. Era una época donde la fe en la ciencia y la máquina se vestía de optimismo. Aunque ya ahora (2016) hay proyectos que auguran un aprendizaje automático estilo The matrix tal como lo muestra el trabajo del laboratorio HRL.

Sin soñar tanto, actualmente el desarrollo en torno a la educación busca materializarse con la internet como aliada, pero, muchas veces como si fuera EL canal del conocimiento al cual el docente debe suscribirse y rendir culto para considerarse como “profesor actualizado”. No quiero parecer un ludita, me encanta la tecnología, pero me parece sumamente peligroso el querer hacer realidad la ilustración del inicio: pasar el centro del acto docente a una máquina (o sistema virtual) en pos de la tan manida «accesibilidad» que reduce al docente a un simple entrenador es tan peligroso como que pongan robots a operar…hoy.

A mediados de la década del 90, la internet fue todo un boom y dio a luz a varias iniciativas no solo de información sino también de formación. Los tutoriales y sus comunidades empezaron a llenar la red y a ayudar a miles de personas (me incluyo) a dominar temas técnicos; hubo iniciativas que apostaron por más y así, por ejemplo, veo con gusto el surgimiento de empresas como Platzi que permiten capacitarse (actualizarse) en temas de tecnología a costos razonables. Pero creo que el problema radica en que confundimos estos sistemas de introducción, apoyo, soporte, como si fueran la verdadera forma de educar. Aquí doy algunas razones de por qué nos equivocamos.

Los estudiantes están deseosos de aprender.

La nueva fe de educarse en internet parte de una premisa errónea: que todo aquel que usa el sistema está ansioso por aprender. En realidad, cualquier docente sabe que el primer y más difícil paso en un plan de clase de aula es la motivación ¿cómo motivas a estudiar a un alumno que llega a tu plataforma educativa? No he visto ninguna forma real, es decir, excluyo aquellas donde “Motivación” se traduce en “Mira el siguiente video” o “Escucha la siguiente canción” o “Lee el siguiente caso”. Motivar para un docente incluye el paso previo de conocer al grupo, mirar a los ojos de cada uno, ver sus reacciones ante lo que se le va proponiendo, retomar lo dicho. Es un trabajo tanto intelectual como emocional que ninguna máquina o sistema está en capacidades de cumplir.

El docente puede convertirse es solo un capacitador y el alumno es el gestor de su propio aprendizaje

Esta afirmación, que es mitad “fascista” y mitad utópica, es algo que se ha repetido desde antes de internet y que nace de las perspectivas constructivistas (hola Skinner) y que, siendo una propuesta válida y útil, tanto daño ha causado por su mal y extremo uso en las aulas. La figura del profesor capacitador tiene su origen en ambientes tipo fábrica, con educación en cosas prácticas (maquinarias), pero el salto a que “el alumno sea gestor de su propio conocimiento” muchas veces evade el hecho que el docente debe ser quien proporcione ímpetu, base y sentido a esa gestación. El alumno no es una máquina, ni el docente su operario. La programación de una clase no convierte al estudiante en una app cuya compilación final es resultado de variables y ENTERS.

En último caso, el docente es prescindible. La clase virtual es el futuro.

No señores, la clave del verdadero aprendizaje es un buen docente (con sus defectos y virtudes), si no me creen lean lo que hace Finlandia con los suyos y verán que sus grandes logros son por haber revalorizado y dado calidad a esos docentes que día a día se esfuerzan por hallar nuevas formas de que los niños aprendan. Todo sistema que deje al docente de lado siembra conocimiento con la semilla a flor de tierra (lista para secarse).

Mi conclusión es simple: los MOOCs y entornos de aprendizaje (como mi favorito Edmodo) son solo herramientas que, por ahora no pueden sustituir a la presencia real de un docente (Edmodo, al contrario, la estimula). La afirmación de Massimo Borghesi de que

[el maestro] “es aquel que hace posible el vínculo entre conocimiento e interés”

es vital para entender que lo mejor de uno se revela frente a un otro que se interesa y esto es realmente Educación. Y hasta el momento mi muy útil iMac no me ha preguntado sinceramente si me ha ido bien en el día o qué cosa no estoy entendiendo.

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Manuel Vejarano

Profesor con interés en temas de tecnología, literatura y artes vecinas. Educar es un riesgo sobre el que vale la pena escribir para compartir.