El meme de Internet, ¿patrimonio cultural digital de la humanidad?

Sí, pero no según la definición de la UNESCO. Es tiempo de repensarla.

Marcelino Ayala
17 min readJan 15, 2020

Puede encontrar la edición en inglés del presente artículo aquí.

Composición artística del meme Side Eyeing Chloe, en el Museo del Meme, Ciudad de México (Fuente: CNN)

I. Introducción

Actualmente existen 4,388 mil millones de usuarios de Internet en el mundo –equivalente al 57% de la población mundial– que invierten en promedio 6 horas y 42 minutos de su tiempo todos los días a navegar por la World Wide Web –cerca de dos séptimas partes del día (Kemp, 2019). Estas cifras revelan que el uso de Internet se ha convertido ya en parte de la cotidianidad de la vida de muchas personas en el mundo. La gente usa Internet para trabajar, estudiar, buscar información, entretenerse, comunicarse, realizar transacciones financieras, etc. Todas estas actividades realizadas en un espacio concreto –el ciberespacio–, producen memorias, moldean ideologías e influyen la forma en cómo los sujetos individuales y colectivos renegocian su identidad a través del tiempo.

Es por ello que, atendiendo a la gran relevancia que tienen las interacciones en línea en la vida de las personas en el siglo XXI, la UNESCO (2004) redactó en 2003 la Carta sobre la preservación del Patrimonio Digital, la cual tiene como objetivo “la conservación del patrimonio digital” para que “éste sea accesible para el público” para “beneficio de las generaciones actuales y futuras” (págs. 79, 80). Dicho patrimonio, consistente en “objetos digitales” como “textos, bases de datos, imágenes fijas o en movimiento, grabaciones sonoras, material gráfico, programas informáticos o páginas Web” (UNESCO, 2004, pág. 80), se encuentra según la UNESCO (2004) “en peligro de pérdida” (pág. 79), principalmente por el avance tanto de las tecnologías de la información y la comunicación, como en la adaptación y la reconfiguración de sus usos a través del tiempo, razón por la cual debe ser preservado.

Uno de los tantos objetos digitales que caen en la descripción de la Carta de la UNESCO es el meme de Internet. Los memes circulan y son utilizados de múltiples maneras por los usuarios de Internet hoy día: con fines humorísticos o de sátira social, para comunicar, como forma de protesta social, como instrumento de marketing, como obra de arte, etc. Tanto la multiplicidad de usos, como la amplia difusión de este artefacto cultural, lo han convertido en parte integral y hasta nuclear de la cultura digital contemporánea, a tal grado de que ha logrado construir comunidades virtuales exclusivamente a partir de su generación y uso (Shifman, 2014).

A continuación, reflexionamos un poco en torno a la pregunta: ¿pueden ser los memes de Internet considerados patrimonio cultural digital? Y en caso afirmativo, ¿en qué términos? Con la finalidad de encontrar una posible respuesta, comencemos primeramente contrastando la noción de patrimonio cultural como acción social/proceso cultural de Denis Byrne y Laurajane Smith con la de patrimonio digital de la UNESCO y la Biblioteca Nacional de Australia. Posteriormente, partiendo de las nociones anteriores, y a la luz del concepto de “régimen de historicidad presentista” de François Hartog (2007), daremos cuenta de dos intentos de patrimonialización reciente del meme de Internet por comunidades de usuarios de Internet para concluir si es necesario reformular la definición de patrimonio digital oficialista.

II. Las nociones de patrimonio cultural y patrimonio digital

Tradicionalmente, el patrimonio cultural ha tendido a asociarse con sitios arqueológicos u artefactos culturales materiales, a los cuales se les atribuye “una importancia o significado que es intrínseco o inherente” al espacio o al objeto, algo que Byrne (2008) denomina “el principio de la inherencia” (pág. 160, traducción propia[1]). Este principio ha sido frecuentemente utilizado desde la visión materialista del patrimonio cultural inspirado en el empirismo y pensamiento posestructuralista de arqueólogos, arquitectos e historiadores comisionados por autoridades gubernamentales para realizar ‘evaluaciones de importancia social’ respecto de potenciales objetos o sitios patrimonializables (Byrne, 2008).

Desde esta visión materialista del patrimonio, los sitios u objetos patrimonializados son “reificados”, es decir cosificados a partir del principio de la inherencia, para ser posteriormente inventariados para dejarlos “disponibles para su conservación” (Byrne, 2008, pág. 159). Según Byrne (2008) esta práctica de cosificación proviene de “la tendencia de las sociedades capitalistas a mercancianizar las cosas”. El capitalismo promueve la acumulación infinita de capital, el cual agrega un valor de cambio monetario al valor de uso de los recursos; este proceso con el tiempo naturalizó la acumulación de bienes como una práctica moralmente aceptable y más importante que las prácticas, ideas y el bienestar de las personas. Eventualmente, esta noción de acumulación de bienes llegó al proyecto de los Estados-nación, bajo la forma del “capital cultural”, el cual “incluía aquellos viejos lugares y objetos que eran ahora considerados como una forma de propiedad perteneciente al Estado” (Byrne, 2008, pág. 159). La creación de este patrimonio nacional, a través de un régimen de historicidad futurista, permitió a los Estados-nación en el siglo XIX cohesionar a su población bajo su proyecto de nación, dotándolos de una comunión imaginada, y de una historia acumulada compartida, todo lo cual se justificaba con la idea de que el porvenir que se vislumbraba con la materialización de dicho proyecto sería beneficioso para todos (Hartog, 2007).

Stonehenge, un ejemplo clásico de patrimonio cultural material (Fuente: Bernd Feurich)

La visión materialista del patrimonio ha recibido fuertes críticas desde patrimonialistas como Denis Byrne y Laurajane Smith, quienes entre otras cosas observan: 1) el patrimonio no se reduce a un sitio con significado inherente a su dimensión material, sino que más bien, debe considerarse como “lo que ocurre en esos sitios”, como un “proceso cultural que interactúa con actos de rememoración que trabajan para crear formas de entender e interactuar con el presente” (Smith, 2006, pág. 44); en otras palabras: el significado no depende de una cualidad inmanente del objeto o sitio, puesto que dicho significado se construye socialmente; así que, a final de cuentas, es esencialmente intangible (Smith, 2006). 2) El patrimonio es “disonante”, en el sentido de que su significado no es unívoco, impuesto solamente desde la autoridad patrimonialista oficial, sino que es inherentemente conflictivo y renegociado por los distintos grupos sociales que se asocian con él; es decir, el patrimonio no se construye sólo como una historia oficial desde arriba, sino también desde la memoria colectiva de los sujetos desde abajo, que resignifican desde el presente sus experiencias con ese patrimonio (Smith, 2006; Hartog, 2007; Byrne, 2008). 3) Finalmente, el patrimonio no es ni estático, ni se ancla a un único sitio u objeto, puesto que, por una parte, su significación depende de las interacciones y experiencia de los sujetos del presente con el objeto/sitio patrimonial y su narrativa histórica, y por la otra, funge como un paisaje cultural compuesto más bien por la interacción y experiencia vivida con un conjunto de locaciones, asociadas (Byrne, 2008).

Estas críticas han dado origen a nuevos modelos de patrimonio cultural, que dejan atrás la inmanencia material, para enfocar el valor patrimonial en el estudio de los significados asociados con las prácticas que se ejercen sobre la dimensión material o simbólica de objetos y lugares. Uno de estos modelos es el de patrimonio cultural como acción social de Byrne (2008) y otro, el de patrimonio como proceso cultural de Smith (2006).

El primer modelo propone ver al patrimonio cultural como “socialmente construido”, es decir, en el sentido de que derivan su significado, e incluso frecuentemente hasta su forma física, de las acciones e imaginación de la gente en sociedad” (Byrne, 2008, pág. 155).

El patrimonio centrado en la praxis entiende que, 1) la dimensión física del patrimonio es una interconexión de locaciones en base a la experiencia de los sujetos; 2) considera que el patrimonio es renegociado constantemente desde el presente a través de la práctica social –o agencia– de los individuos; 3) trata al patrimonio como un signo con capacidad representativa de la cultura local (cambiante también); 4) acepta que el patrimonio se define desde una perspectiva emic, no solamente etic; 5) reconoce al patrimonio como “un recurso en el proyecto continuo de creación de nuestra identidad” (Byrne, 2008, pág. 169), que sirve a su vez como herramienta para consolidar y visibilizar la identidad social cuando ésta es amenazada por algún agente externo.

El segundo modelo, similar al primero, concibe al patrimonio como un proceso cultural: “el patrimonio es algo que se hace en lugares”, es “una gama de actividades que incluyen recordar, conmemorar, comunicar y transmitir conocimientos y memorias, expresando y adscribiendo valores sociales y culturales y significados” (Smith, 2006, pág. 83).

El patrimonio como proceso cultural incluye según Smith (2006), 1) que el patrimonio tiene que ‘ser experimentado para que sea patrimonio, y más aún es la experiencia misma’ (pág. 47); 2) que es una forma de ejercicio del “capital cultural que puede ser invertido para ayudar a identificar la membresía de una persona a un grupo social o clase en particular” y como “un discurso legitimador en la construcción y mantenimiento de un cierto rango de identidades” (págs. 49–50); 3) que “es una mentalidad, una forma de conocer y de ver”, lo cual le otorga una esencia “intangible” pero siempre con algún referente material o simbólico (pág. 54); 4) que el patrimonio es “una herramienta” constructora y consolidadora de memoria colectiva, a través de la recreación de significados “a través de la reminiscencia y el recuerdo” (pág. 65); 5) que el patrimonio “es un performance de rememoración [… que se define] como explícitamente social, y enmarcada por el intercambio de significado y memoria” dirigido a una audiencia difusa que se ‘espectaculariza’ a sí mismo para el regodeo del narcisismo individualista (pág. 67); 6) siempre se lleva a cabo en un lugar patrimonial, el cual se produce a base de la experiencia de los individuos, y sirve de “anclaje físico […] que también nos permite negociar un ‘lugar’ social o una identidad de clase/comunitaria, [… y] un sentido de pertenencia” (pág. 75); y 7) que es intrínsecamente disonante, en tanto “es creado por la interpretación”, y estas interpretaciones “no siempre encuentran consenso” entre los sujetos (pág. 80), de tal modo que el patrimonio es un proceso de lucha por la hegemonía de la significación de las clases/grupos sociales respecto de su pasado.

La noción de patrimonio digital, proviene de la definición provista por la Carta de la UNESCO mencionada en la introducción, y de la elaborada por la Biblioteca Nacional de Australia, institución contratada por la UNESCO para redactar las directrices y técnicas necesarias para la preservación del patrimonio digital, las cuales deben seguir los estados miembros.

Sede de la UNESCO, en París (Fuente: Charles Platiau/Reuters)

Para la UNESCO (2004), el patrimonio digital se define como

“recursos de carácter cultural, educativo, científico o administrativo e información técnica, jurídica, médica y de otras clases, que se generan directamente en formato digital o se convierten a éste a partir de material analógico ya existente (pág. 80).

Estos recursos pueden ser objetos digitales de toda clase, con tal de que revistan de “valor e importancia duraderos (pág. 80, cursivas mías). La UNESCO reconoce que los objetos digitales pueden ser efímeros debido a la creciente obsolescencia tecnológica, y es justamente esa característica la que los hace vulnerables a ser olvidados, por lo cual deben ser preservados a toda costa.

Por otra parte, la Biblioteca Nacional de Australia (2003) reitera lo dicho por la UNESCO en sus Directrices al considerar que

“el patrimonio digital está constituido únicamente por aquellos [objetos digitales] que se considera que poseen un valor permanente” (pág. 23).

Asimismo, considera la existencia de once tipos de patrimonio digital: publicaciones electrónicas, documentos semipublicados, registros de actividades, datos científicos, materiales educativos, herramientas informáticas, documentos inéditos únicos, manuscritos electrónicos, productos de entretenimiento, obras gráficas y fotografías documentales, y copias digitales de objetos materiales tridimensionales (pág. 31). Ahora bien, aunque el meme de Internet no parece encajar de buenas a primeras con ninguno de los tipos esbozados en este párrafo, es importante aclarar por un lado que, la Biblioteca Nacional de Australia (2003) reconoce que “es de esperar que, con el tiempo, aparezcan nuevos tipos de patrimonio digital” (pág. 30) –el meme de Internet no era un artefacto cultural tan diseminado a principios del nuevo milenio como lo es ahora en la segunda década del siglo XXI–, y por otra parte, que la UNESCO (2004) acepta que los objetos digitales forman parte de un “vasto repertorio de diversidad creciente” (pág. 80). De tal manera que la definición de patrimonio digital de ambas instituciones se mantiene lo suficientemente amplia para aceptar nuevos objetos digitales.

La Biblioteca Nacional de Australia, en Canberra (Fuente: nla.gov.au)

Adicionalmente, la Biblioteca Nacional de Australia (2003) propone en sus Directrices, seis criterios básicos para determinar si un objeto digital debe o no ser considerado como patrimonio digital (pág. 81): 1) la utilidad para la audiencia para quien se patrimonializa, 2) la identificación del valor del objeto –el cual puede ser probatorio, informacional, estético, innovativo, histórico, instrumental o cultural–, 3) la relación forma-valor, 4) la relación función-valor, 5) la relación contexto-valor y 6) la claridad taxonómica de los rasgos del objeto digital. Audiencia, tipo de valor y claridad son los tres ejes sobre los cuales descansa la diferenciación entre un objeto digital y el patrimonio digital.

Ahora bien, esta definición de patrimonio digital, de entrada, nos propone tres ideas básicas:

  1. El patrimonio digital es cualquier objeto que haya sido producido digitalmente en su origen o –preferentemente–, que provenga de la dimensión material, pero haya sido digitalizado para su conservación o circulación.
  2. El objeto digital patrimonializado debe tener un valor que permanezca en el tiempo, es decir, debe tener un valor estático.
  3. El patrimonio digital se construye como un capital cultural valorizado desde una perspectiva eminentemente etic, tras lo cual se promueve la asimilación de su valor entre ciertas audiencias.

A continuación, discutiremos por qué esta definición de patrimonio digital es problemática a la luz de las críticas provenientes de la visión de patrimonio como acción social/proceso cultural ejemplificándolo con el caso de la patrimonialización social del meme de Internet.

III. La patrimonialización del meme de Internet como memoria colectiva digital

Comencemos definiendo al meme. Richard Dawkins (1993), quien acuñó el término meme en la década de los setenta, lo definió como una “una unidad de transmisión de cultura” (pág. 259). Según Dawkins (1993) un meme se reduce a la esencia de una idea, la cual continúa replicándose de una persona a otra; lo que no forme parte de la esencia de la idea, es decir las diferencias entre la idea/meme del primer sujeto con respecto al segundo, no forma parte del meme (pág. 269). Limor Shifman (2014) actualiza el significado de meme contextualizándolo a la cultura digital contemporánea, y lo define como un

grupo de objetos digitales que comparten características comunes de contenido, forma y/o postura que son creados con conciencia uno del otro; y que son circulados, imitados y/o transformados a través de Internet por muchos usuarios” (págs. 7–8).

De tal manera que un meme de Internet puede ser cualquier objeto digital que sea tendenciosamente imitado y circulado, y a veces hasta modificado por usuarios de Internet, como pueden ser una imagen, un video, un sonido, un texto, etc., o la combinación de éstos.

El meme Bert is Evil (Fuente: knowyourmeme.com)

Los memes de Internet tienen multiplicidad de usos, entre los cuales están la reafirmación de ciertos estereotipos e imaginarios sociales íntimamente ligados con la construcción identitaria de los sujetos a través del tiempo, y en ocasiones pueden aludir directamente a eventos históricos o hechos que permanecen en la memoria colectiva de un grupo social, como sucede con los memes de protesta social y política (Shifman, 2014). Este uso particular de los memes de Internet como símbolos que preservan la memoria es particularmente evidente en memes virales como Bert is Evil, Gangnam Style, Pepper-Spraying Cop o We Are the 99 Percent (Shifman, 2014), los cuales referencian respectivamente: los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, el éxito mundial del sencillo del intérprete coreano PSY en 2012, la represión estudiantil del 18 de noviembre de 2011 en la Universidad de California Davis y la protesta social de Ocupy Wall Street de 2011.

Por otra parte, el presentismo, el régimen de historicidad –o modo de articular pasado, presente y futuro en la narración histórica– que Hartog (2007) considera como dominante hoy día, es la producción diaria del “pasado y el futuro de quienes, día tras día, tienen necesidades y valoran lo inmediato” (pág. 141), y es el marco dentro del cual se producen y circulan los memes de Internet actualmente. Los memes son precisamente un reflejo de esa necesidad por vivir un presente continuo, razón por la cual pocos memes suelen mantener su popularidad por largos periodos de tiempo, son productos tendenciosos del presentismo, de la “economía mediática del presente” (Hartog, 2007, pág. 141).

Hartog (2007) comenta asimismo, que el régimen de historicidad presentista genera una ‘preocupación por la conservación’, por la búsqueda de “raíces y de identidad” derivada de la “negación del tiempo” (pág. 143).

Así pues, en tanto que el tiempo pasa demasiado rápido y el presente es lo único que importa, las identidades y estructuras sociales comienzan a ver sus fundamentos y fronteras mutuas como difusas, lo cual naturalmente, produce choques culturales; de ahí la importancia de recurrir a la memoria colectiva como fuente de comunión y de demarcación de fronteras culturales.

Know Your Meme, la base de datos en línea de memes de Internet más grande del mundo (Fuente: captura de pantalla)

Este fenómeno, se ha manifestado en la cultura de los memes de Internet. Páginas de Internet como knowyourmeme.com, son una muestra de la preocupación de los internautas por intentar preservar una historia de los memes de Internet a partir de la memoria colectiva de distintos grupos de usuarios de Internet. Otras, como las páginas de Facebook Classical Art Memes o Instituto Nacional de Bellos Memes — INBM, son esfuerzos por trasladar patrimonio cultural material al campo de la cultura digital, con la finalidad de lograr una preservación de su dimensión formal, pero resignificando su dimensión de contenido (añadiendo además un tinte humorístico).

Otro esfuerzo en este sentido, es la apertura de museos dedicados a la preservación de los memes, lo cual constituye lo que Pietrobruno (2013) denomina una ‘patrimonialización social’ (en oposición a la patrimonialización oficialista de instituciones como la UNESCO): el Museo del Meme en la Ciudad de México, inaugurado el 7 de diciembre de 2018 es una clara muestra de esta preocupación por preservarlos no solo dentro del mundo virtual, sino también en el material (El Universal, 2018; Rees, 2018).

Finalmente, no puede quedar de lado el esfuerzo de académicos que comienzan a considerar la posibilidad de patrimonializar a los memes de Internet a través de un análisis crítico de las “prácticas museológicas contemporáneas”, en relación con el mandato de conservación de la UNESCO (Rees, 2018). Dichos académicos proveen también el marco epistemológico necesario para considerar a plataformas de digitales como YouTube como archivos digitales no oficiales de la memoria colectiva, que “preservan expresiones de comunidades que no son reconocidas oficialmente” como patrimonio cultural intangible (Pietrobruno, 2013, pág. 1272).

Un meme publicado en el muro de Facebook del INBM (Fuente: Facebook)

Estos esfuerzos de patrimonialización social de los memes de Internet provenientes de las mismas comunidades de usuarios de Internet –sea ésta llevada a cabo intencionalmente o no–, es una clara respuesta de la insuficiencia del concepto de “patrimonio digital” ofrecido tanto por la UNESCO como por la Biblioteca Nacional de Australia; ¿en qué sentido? Retomemos las tres ideas básicas del patrimonio digital que extrajimos anteriormente.

En primer lugar, la noción de patrimonio digital oficialista de la UNESCO perpetúa la visión materialista del patrimonio de la que hablamos antes, en tanto reduce el patrimonio a objetos con valor intrínseco que pueden ser inventariados. Esta visión es muy empobrecedora, en tanto ignora completamente la dimensión pragmática de los memes de Internet. Los memes son mucho más que simples objetos digitales con características formales y un contenido: son objetos circulados, imitados y transformados por los usuarios. Dicho proceso de circulación en redes sociales digitales, imitación a través del copiado digital, y transformación a través de software de diseño gráfico y de la creatividad de los usuarios, implica experimentar el proceso de (re)producción del meme, de vaciar prácticas sociales sobre él, de rememorar performativamente eventos o ideas. Todos estos procesos van mucho más allá de la dimensión objetiva/material del meme, y se manifiestan en la recepción del meme por parte de las audiencias de usuarios en Internet (que pueden ser crítica o positiva, y manifestarse a través de la reproducción o en forma de comentarios), y en las prácticas de preservación que ya se comentaron antes; es decir, trascienden hacia la dimensión subjetiva/experiencial.

El meme de Internet es más que un objeto, es lo que se hace con él; de hecho, si no se ejerce acción social sobre el meme (circulación, imitación, transformación), éste deja de ser un meme por definición.

En segundo lugar, tanto la UNESCO como la Biblioteca Nacional de Australia consideran que, el valor estático de un objeto digital es imprescindible para que sea considerado patrimonio digital. Esta práctica de esencialización, proveniente de la reificación ya comentada antes, no corresponde con lo que los usuarios de Internet consideran como patrimonio digital. Los memes de Internet son artefactos culturales polisémicos, que dirán cosas distintas a audiencias distintas en virtud de que éstas compartan o no los códigos culturales con los que fueron constituidos. Adicionalmente, se ha comentado que el patrimonio cultural no puede ser de ninguna manera estático, ya que su significación actual depende siempre de la memoria colectiva de los sujetos y del contexto presente desde el cual lo están recuperando. Y esto es precisamente lo que ocurre con los memes de Internet: son por definición transformables e inestables, debido a su carácter transitorio y volátil.

Finalmente, la noción de la UNESCO de construir patrimonio digital etic para luego intentar forzar su asimilación en la sociedad, está destinada a fracasar, al menos en el caso del meme de Internet. Esto debido a que el patrimonio cultural, es como ya dijimos antes, una herramienta para legitimar discursos identitarios, y es provocador de disonancia. Esto implica que el patrimonio digital no puede incluir solo la versión oficialista de lo que se considera un meme de Internet valioso, sino que debe considerar que es continuamente resignificado como signo representativo de la identidad de múltiples comunidades (virtuales o no) que disputarán su propiedad. Además, dado que el patrimonio cultural se produce a través de la práctica, es irrisorio pretender que se puede establecer su patrimonialidad unívocamente, sin tomar en cuenta las experiencias y usos que dan los propios usuarios, quienes son los que, a final de cuentas, los valorarán de acuerdo a su narrativa personal.

IV. Conclusiones

A través del análisis de las nociones de patrimonio cultural y patrimonio digital, y el breve análisis de algunos intentos de patrimonializar al meme de Internet por parte de comunidades de usuarios de Internet, hemos podido percibir que el concepto de patrimonio digital ofrecido por la UNESCO resulta deficiente en su aplicación a los memes de Internet, en tanto que:

  1. Cosifica al meme de Internet, ignorando completamente su dimensión pragmática.
  2. Ignora que los memes de Internet, como muchos otros contenidos y prácticas digitales, son inherentemente cambiantes.
  3. No corresponde con la tendencia patrimonializadora de los sujetos en la vida real por no aplicar una perspectiva emic.

Por lo tanto, ¿puede ser considerado el meme de Internet como patrimonio digital? La respuesta es sí, pero no bajo la definición oficialista del término, sino desde la visión del patrimonio cultural como praxis. Por lo que, antes de continuar con la selección y definición acerca de qué es patrimonio digital y qué no lo es, debe revisarse el término.

V. Bibliografía consultada

Biblioteca Nacional de Australia. (2003). Directrices para la preservación del patrimonio digital. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Recuperado el 8 de junio de 2019, de https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000130071_spa

Byrne, D. (2008). Heritage as social action. En G. Fairclough, R. Harrison, J. Schofield, & J. H. Jameson (Eds.), The Heritage Reader (págs. 149–173). Nueva York: Routledge.

Dawkins, R. (1993). El gen egoísta. Las bases biológicas de nuestra conducta. Barcelona: Salvat Editores, S.A.

El Universal. (6 de diciembre de 2018). Abren museo del meme en la CDMX. El Universal. Recuperado el 8 de junio de 2019, de https://www.eluniversal.com.mx/cultura/abren-museo-del-meme-en-la-cdmx

Hartog, F. (2007). Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo. (N. Durán, & P. Avilés, Trads.) México, D.F.: Universidad Iberoamericana, A.C.

Kemp, S. (2019). Global Digital Report 2019. Kepios Pte. Ltd. Singapur: We Are Social, Hootsuite. Obtenido de https://datareportal.com/reports/digital-2019-global-digital-overview

Pietrobruno, S. (2013). YouTube and the social archiving of intangible heritage. New Media & Society, 15(8), 1259–1276.

Rees, A. J. (2018). What does that meme? Collecting and curating memes in museums. Recuperado el 8 de junio de 2019, de https://medium.com/mcnx-london/what-does-it-meme-when-social-media-becomes-part-of-the-museum-collection-1f10d18fb095

Shifman, L. (2014). Memes in digital culture. Cambridge: MIT Press.

Smith, L. (2006). Uses of heritage. Nueva York: Routledge.

UNESCO. (2004). Carta sobre la preservación del patrimonio digital. Actas de la Conferencia General, 32a reunión. Volumen 1: Resoluciones. I, págs. 79–82. París: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Recuperado el 8 de junio de 2019, de https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000133171_spa.page=85

[1] Se informa al lector que todas las citas textuales tomadas de Byrne (2008), Smith (2007) y Shifman (2014) son traducciones propias.

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Marcelino Ayala

Border guy and grad student from Tijuana, Baja California. Currently studying digital culture at El Colegio de la Frontera Norte (El Colef).