Through the Tinder Looking-Glass, and What Mariana Found There

Mariana Beatriz
3 min readMay 16, 2019

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  1. Maxime de Francia. Eterno malhumorado, como todo francés. Cuando le dije que estaba ocupada y que no podía verlo tanto, me dijo que mi ex había hecho bien en engañarme con otra.
  2. Francisco de Buenos Aires. Leve como una galleta de arroz, pero su presencia llenaba de aroma porteño mis noches neoyorquinas. A la larga nos aburrimos el uno del otro.
  3. Christophe de Numea. No, no es un filósofo medieval. No hablaba casi inglés. Me mandó un edit de su cara pegada al cuerpo de un estatua griega apenas se volvió a Nueva Caledonia.
  4. Alfredo de Milan. Un loco lindo. Artista plástico. Importador de jamón crudo. Fanático de la tragedia. “Seamos amigos” me dijo, y me invitó a su casa a dormir. Y dormimos. Nada más y nada menos que eso. Su mejor amiga y vecina tiene un pavo real como mascota, y hace unos meses lo intentó subir a un avión de United Airlines. Cada tanto hablamos de arte.
  5. Gabriele de Nápoles. Sous-chef de Café Boulud. Nos vimos varias veces, ya que solía cocinarme. A la tercera cita me confesó (sin vergüenza ni resquemores, es más, casi hasta orgulloso) que era un inmigrante ilegal. Dejó de mensajearme porque “estaba sintiendo cosas” y lo mandé al diablo. Volvió a mensajearme. Me negué a verlo. Horas más tarde, me dijo que me iba a venir a buscar a mi casa. Lo bloqueé y nunca más supe nada de él.
  6. Christian de New Jersey. Creativo publicitario. Fanático de The Sopranos. Salimos como ocho veces. Nunca me tocó un pelo. La última vez que nos vimos fue en su casa: cenamos y tomamos vino. Le agarró sueño, así que me ofreció uno de sus pijamas. Lo acepté. Me saqué lentamente la ropa enfrente de él y me puse el pijama con parsimonia. Tenía una cama gigante y dormimos uno en cada punta. Después de esa noche, no me respondió nunca más un mensaje.
  7. Jesse de Montana. El jazzista teólogo. No me duró ni una cita: quiso hablar de filosofía desde una perspectiva tomista, pero sus argumentos eran muy rústicos y no pude evitar enojarme. Me lo crucé en un evento sobre Aristóteles semanas más tarde.
  8. Autumn de Portland. Modelo, activista, e ingeniera petrolera. Imponente. Rica. Pero ella quería ser filósofa. Quería ser filósofa, pero sabía que para pagarse su transición, iba a tener que ganar mucho dinero primero. Y por eso dejó la filosofía y se volcó al petróleo. Nos reímos bastante, pero no duró mucho. Es que ella era simplemente muy rica para mí. Y yo muy pobre para ella.
  9. Herrera de España. Wall Street boy. Fuimos a ver The Shape of Water juntos, y luego a comer una hamburguesa a P.J. Clarke’s y a charlar. La película no me encantó. La charla me aburrió. La hamburguesa estaba buenísima.
  10. Christopher de Inglaterra. Dulce. Pensativo. Escritor. Cariñoso. Melancólico. Honesto. Ah, sí, ya me olvidaba. Casado.
  11. Alice de California. Tímida ingeniera. Ex bailarina de ballet. Comimos mucho helado juntas. La hice llorar sin saberlo.
  12. Max de Düsseldorf. Viajó desde Washington DC para tener una cita conmigo. Estaba enamoradísimo de su novia, con quien mantenía una relación abierta (desde hace 9 años). Hablamos mucho sobre el amor, el deseo, las emociones. Volvió a Alemania a terminar su doctorado en museos del holocausto, pero cada tanto hablamos.
  13. Niklas de Dortmund. Pelirrojo. Habermasiano. Usaba medias de distinto color y se iba a dormir todos los días a las 4 AM. Me regaló un peluche al cual le arranqué un brazo sin querer hace unos días. Me acusó de “cold and sulky” (fría y mala onda): le respondí con mi video bailando danza árabe y matándome de risa, y lo mandé al diablo. Me lo cruzo por el barrio con bastante frecuencia.
  14. Julian de Chicago. Doctorado en física. Tenía un gato, Stilton. Stilton tenía más juguetes que yo a los 8 años. Y yo jugué con todos por al menos 5 minutos… no entiendo por qué él me dejó de llamar.
  15. Dinar del Volga. Tártaro. Genetista. Le gustaba hablar sobre la muerte. Me preguntó muy amablemente si quería acostarme con él. Le respondí que no. Asintió. Me acompañó caminando a casa, me abrazó, y se fue.

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