Mi sueño es fracasar y otras tonterías

para la columna Emprendedores de El Observador

Mario Celano Meyer
3 min readFeb 2, 2014

Quienes de ustedes no han leído por ahí las clásicas frases de personas que han fracasado una y otra vez hasta llegar al éxito. Hay una infinidad, aunque ya se están repitiendo demasiado. Quizás la que las resume a todas sea la de Winston Churchill (cuando no) y su “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Todo muy lindo, pum para arriba y positivo.

No obstante si observan más de cerca todos los autores de dichas frases son personas que al final han tenido éxito, por lo que no quiero desde aquí aportar más texto a los “Michael Jordan” y su “He fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el éxito”. Quiero hablar brevemente de los que han fracasado una y otra vez y NUNCA han tenido éxito. Creo que se es socialmente ingrato con dichos emprendedores fracasados. Conozco varios y hasta los he visto muy resentidos, casi arrepentidos.

Y es que en Uruguay es peor el asunto. Hay mucha cultura de ascender de jerarquía sin ningún esfuerzo extra, por simple acumulación de tiempo y sin consecuencia alguna por las decisiones tomadas (mal o bien no pierden el empleo). Muchos se tranquilizan al ver que aquel que abandonó su empleo para seguir un sueño (quizás con más confianza que conocimiento) terminó convirtiendo dicho sueño en una pesadilla.

Pienso que se es muy ingrato con este tipo de emprendedor que lo ha intentado, que ha jugado fuerte, que ha quemado las naves, que ha sentido profunda soledad en su entusiasmo, que le ha metido ganas con las limitantes propias pero con todo su ser, y que finalmente no ha podido aunque lo siga intentando. Hoy día, desde siempre y en forma frecuente (creo que cada vez más) sigo sintiendo un miedo constante a no poder. Quizás por eso observo mucho y escucho las experiencias de otros, sobre todo las de los que han fracasado y nunca han tenido éxito. Ese colectivo de gente me ha enseñado y ayudado más que aquellos que han tenido éxito, y no me extraña que esto sea así.

El papel del emprendedor es necesariamente colectivo ya que facilita que la experiencia se acumule. Por lo mismo, alguien que no ha logrado lo que se propone es parte esencial del proceso colectivo de emprender. Porque alguien que no ha descubierto lo que buscaba ofrece a los demás el mejor conocimiento: el conocimiento de la ausencia. Es nada más y nada menos que la persona que nos ha dado el conocimiento de lo que NO funciona. Pero los incentivos, el reconocimiento final, terminan yendo a otro, al que finalmente lo logra, quedando al primero en el olvido, y peor aún, sin lograr siquiera respeto. Si amigos, el fracaso es muy ingrato.

El heroísmo (y el respeto que inspira el heroísmo) es un medio por el cual la sociedad compensa a quienes se arriesgan por los demás (una lógica similar a la de los soldados y bomberos, aunque creo que esto tampoco funciona en Uruguay). Y el espíritu emprendedor es una actividad heroica y arriesgada, necesaria además para el crecimiento de la economía y hasta para su supervivencia. Es por ello que me gustó mucho un pensamiento de Nassim Nicholas Taleb en su libro Antifrágil. Taleb sueña con el Día del Emprendedor (no importa si es fracasado o exitoso) intentando darle al mismo el reconocimiento social que realmente merece. El enunciado de su sueño dice algo así:

Emprendedores: La mayoría de ustedes fracasarán, serán poco respetados, se empobrecerán, pero les agradecemos los riesgos que han tomado y los riesgos que han corrido por el crecimiento económico del planeta y por librar a los demás de la pobreza. Les debemos nuestro éxito. El país se los agradece.”

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Mario Celano Meyer

Juego a que lo mejor está por venir. Sé que no hay mal que por bien no venga. Confieso que para encontrarse, primero hay que perderse.