La Isla y sus recuerdos

Mi alma quiere ver la isla donde crecieron mis sueños, donde realmente las olas calmaban mi mala expectativa. Recuerdo el viento soplaba del oeste y no sucumbía, siempre presente cuando tomaba una copa de tinto sentado en la azotea, solo, asombrado por las incontables estrellas del firmamento.
Qué recuerdos!, la isla tan pequeña y sencilla; caminar 20 cuadras completas era atravesar el pueblo, el único existente, lo demás era nuestro campo de juego, interminable e indomable.
Pienso en ti, pequeña isla, y mi estómago convierte las mariposas en alboroto, el restaurante de doña martita nunca cerraba, siempre ella dispuesta aunque fuera madrugada, padecía de insomnio y el pueblo también, allí nos amanecía a todos. No quisiera presumirles pero el único artículo en su menú lo preparaba delicioso.
Si de sociedad hablamos, era muy claro quien era hijo de quién y otros que se parecían entre sí pero seguían siendo hijos de quien. Las mujeres eran bellas, el mito que se difundía era que habían sido sirenas, y los caballeros eran feos, crueles marineros embobados y traídos a la isla.
De mis anécdotas célebres podré contar que había una cárcel para 2 o 3 personas que traspasaran la ley, allí fui a para 3 veces; de niño porque rompí un vidrio, de joven porque peleé por un amor, y de adulto porque deje plantado a ese amor en el altar, y como el alguacil era su padre, cumplí 30 días entre cárcel y arresto domiciliario en su casa; además cargue con el asombro de mi pueblo por tener los pantalones de no haberme ido de la isla para entonces.
Por estas y miles de razones quiero regresar y ver si aun no se hunde en soledad, estoy en Arizona y no se parece en nada.
Continuará, para ello, les pido likes o comentarios, que se conviertan en nubes para traer lluvia a mi isla.
Un dato interesante, cuando terminaba la lluvia comenzaba la fiesta más importante del pueblo.