Entender es transformar

Martin Bunge
5 min readMar 20, 2019

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Hay algo mágico que sucede cuando entendemos, cuando internamente sentimos que podemos darle una explicación a un fenómeno que estamos observando. Muchas veces esto sucede de forma imperceptible y silenciosa, de hecho quien lea estas palabras lo está haciendo a medida que avanza en los párrafos; el pensar cumple esa función. Necesitamos codificar lo que nos rodea de tal manera que nuestra ansiedad por ‘saber que esta pasando’ se calme y podamos habitar esa realidad. Pocas veces (diría casi nunca) nos detenemos a reflexionar sobre la manera en que nuestra forma de entender actúa sobre el fenómeno que estamos observando. ¿Será que nuestra forma de ver influye en aquello que estamos viendo? y de la misma manera…¿De qué manera lo que estamos viendo actúa sobre nosotros?

Estamos viviendo tiempos en donde la sensación de no saber, aquella que nos invade cuando estamos frente a algo que escapa de nuestra comprensión, es cada vez mas infrecuente; no saber algo ya es casi imposible. Tenemos hoy dispositivos que nos permiten acceder a información, datos y conocimientos que antes habrían demandado horas de investigación, de lectura y de debate. Hoy creemos que con tener el conocimiento que alguien produjo estamos entendiendo y sabiendo acerca de algo. Ante estas situaciones es frecuente acceder al celular y matar esa sensación, nos cuesta sostenerla y vivir en la tierra de lo que desconocemos, aquella que nos hace sentir aprendices y buscadores. Estamos matando nuestro impulso mas preciado, el de investigar y de experimentar por nosotros mismos, el de sorprendernos por resultados inesperados, el de maravillarnos por lo inexplicable.

Esta necesidad de saber inmediato nos esta separando de la realidad que nos rodea, no digo que las informaciones y datos estén errados, ya que muchas veces son muy valiosos y necesarios, me refiero a aquellas cosas que tomamos por verdaderas y que surgen de la experiencia individual de otra persona. Sin ir más lejos, la palabra teoría proviene del griego θεωρία y se refiere a un pensamiento especulativo. Proviene de theoros (espectador), del griego theōreō formada con la partícula thea (vista) como sufijo, indicando “he aqui” y horō (ver). Al igual que la palabra especular, tiene relación con “ver”, “mirar” (1). Literalmente cuando tomamos teorías de otros, estamos tomando la forma de ver de esos otros. La pregunta es entonces… ¿qué pasa con nuestra forma de ver cuando tomamos las teorías de otros?. Aquello que era un mar de desconocimiento y duda, que cargaba con preguntas que pedían respuestas, es ahora un terreno conocido, ya tiene un sentido reconocible para nosotros y deja de ser atractivo. Nuestra mente estará pidiendo ya que pasemos al siguiente tema.

Hay algo que sucede en esa forma de ‘entender’ que resulta por demás relevante, y nuestra velocidad y voracidad no nos permite reconocer. Nos estamos perdiendo la oportunidad de hacer nuestra propia teoría, nuestra propia forma de ver ese fenómeno. No nos detenemos a investigar las fuentes de lo que leemos y que tomamos por verdad, la explicación de nuestra realidad la están haciendo otros por nosotros. Esta separación con el mundo que nos rodea se va incrementando y va actuando en todos los ámbitos de nuestra vida, tanto que nos cuesta y a veces nos resulta imposible describir algo sin caer en simpatías y antipatías, en prejuicios y rumores. Lo que vemos se encuentra atravesado por quienes somos, por nuestra historia y por nuestras verdades (las heredadas, las adoptadas y las construidas por nosotros mismos).

Ocurre en muchos espacios que habitamos de nuestra vida, reuniones de trabajo poco eficientes (enfocadas más en las soluciones individuales que la comprensión colectiva de la situación actual), relaciones familiares que se deterioran (por las múltiples capas de atención que nos propone la tecnología con escasos momentos de calidad), y sobre todo nuestro vínculo con la naturaleza (que hemos domesticado y que se siente cada vez mas distante, como si no perteneciéramos a ella). Lentamente estamos adormeciendo la capacidad que nos hace únicos, que no podrá ser reemplazada por ninguna tecnología, la capacidad de experimentar la realidad tal cual es, vinculándonos profundamente con ella.

El título de este articulo lo tome prestado del final de una charla que el filósofo hindi Jiddu Krishnamurti dio en 1966 en California, quien dedicó gran parte de su vida a investigar sobre la conciencia humana y el despertar de nuestro verdadero potencial. Aceptar que nuestra forma de pensar actúa sobre lo que se piensa es una idea radical, nos hace responsables no sólo de nuestros actos sino también de nuestros pensamientos; peor aún, creemos que acciones y pensamientos están desconectados. Insistimos en querer cambiar nuestros hábitos (individuales y colectivos) sin detenernos a reflexionar y observar nuestro pensar, tal vez porque no tenemos la práctica adecuada y también porque nos estaríamos adentrando en un mundo que muchas veces refleja nuestras propias incoherencias y sombras.

La experiencia directa, nuestra propia teoría nos da otros recursos para entender de donde viene nuestro accionar. Saber qué es lo que alimenta nuestros argumentos y criterios es el primer paso para entender nuestro accionar, que puede ser descrito por las repercusiones que tiene en el mundo. Esto quiere decir que será necesario ver el mundo con ojos de niño, donde nuestra voluntad no esta orientada a buscar una comprensión rápida (como solemos hacer) sino orientada a sostener la tensión interna que genera el no saber, a estar abiertos a la sorpresa del camino que transitamos. Cuanto más nos detengamos en aquello que esta ‘ahí afuera’ para que hable, para que se exprese, para que nos revele su voz particular, más nos estaremos acercando a que ese fenómeno hable por sí mismo. En ese lugar el entender no es una imposición de nuestros saberes previos sobre la cosa, sino que la cosa nos regala su saber, la magia ocurre dentro nuestro. Tal vez reconozcamos esta sensación en aquellos momentos donde sentimos que vivenciamos una revelación, un a-há! que nos transforma instantáneamente, al mismo tiempo que transforma lo que estamos viendo.

Hay entonces una forma de entender que nos hace protagonistas, que nos pone en la escena de la comprensión. No somos meros observadores, la delicadeza de la manera de relacionarnos con el mundo es la que permite desplegar en el mundo una manera de ver que habilita la expresión tal cual es, participando activamente de ese proceso. Esta manera de entender transforma lo que ve, al mismo tiempo que transforma a quien entiende, habilitando que algo nuevo suceda en esa relación. La reconexión del ser humano con el mundo que habita depende de esta capacidad, saliendo del letargo, para volverse protagonista de la transformación y la regeneración de aquello que haya sido dañado previamente.

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Martin Bunge

#delicateactivism #regeneration #consciousness #reflectivesocialpractice #goetheanscience / Buenos Aires, Argentina