Husserl poeta

Martín Tami
2 min readAug 24, 2023

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Buenos Aires -el Gran Buenos Aires, que el país no empieza ni termina en la General Paz- es literatura por centímetro cuadrado.

Empiezo a pensar que acá, en este extraño lugar llamado patria, el ejercicio de la escritura no consiste en saber imaginar para luego contar bellamente. No. Acá escribe el que se da cuenta de que las cosas ya están imaginadas y que solo resta saber contarlas sin estropear su propio encanto.

Basta, por ejemplo, un solo viaje en el San Martín de Devoto a Bella Vista -te regalo empezar en Retiro, pudiendo ver la extraña suerte de La Paternal, o la cancha de Atlanta, en Villa Crespo (antaño Chacarita), semi escondida por ese cubo inmenso que puso Movistar- para constatar que aquí la literatura se promociona ella sola.

Venta ambulante de alfajores con dulce de leche (uno por doscientos, dos por trescientos); chicles dentro y fuera del paquete; marcadores, resaltadores, cosas “para el estudiante o el profesional”.

El letrero electrónico entre los vagones va cantando a destiempo las estaciones a las que llegamos, o de las que nos fuimos. En ocasiones, hasta te lo dice en inglés: please, wait for the train to stop before getting out. Ahí hay un cuento: Mario un día quiso tentar a la suerte y decidió bajarse en Caseros con el tren todavía en movimiento.

Rosario me cuenta que con Beltrán comentan que hay estaciones en las que nunca nadie se bajó ni subió jamás. “Santos Lugares”, por ejemplo. Yo me sobresalto íntimamente al darme cuenta de que hay una estación que lleva ese nombre: cerca de la casa de Ernesto Sabato y de un santuario donde se venera a la Virgen de Lourdes. Que hasta tiene un club: Defensores de Santos Lugares. ¿No es hermoso? ¿No debiera existir una novela que se llame así?

Acá las cosas pasan delante de tus narices: en ese buzo de Huracán -cuyo logo es un globo- o en la forma que tiene uno de mandarle audios de WhatsApp a su novia, preguntándole qué tal le fue en el parcial de Psicología Social.

El tren que va es distinto del que viene y no a todas horas se viaja igual. Vivir en Buenos Aires viviendo en Madrid me parece la más idónea -por paradójica- de las circunstancias para ser, de una buena vez, alguien que escribe. Ni escribano ni escriba. Tampoco un escritor. Si cabe, acaso, un humilde escribidor.

Porque, ahora que lo pienso, si Husserl hubiera nacido en el Conurbano a lo mejor habría escrito poesía.

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