Reflexión de un ex becario: entre el compromiso y la exclusión

Mauricio Villamayor
3 min readOct 24, 2017

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Ilustración por Beth Walrond para Genome Magazine.

Desde niño, uno de mis mayores anhelos fue el de ir a otro país para estudiar. Nunca estuvo en mis planes vivir varios años afuera, porque sé lo apegado que soy a mi familia y amigos, solo quería la experiencia. Toda vida estudiantil fue impulsada por este deseo, llevándome a noches sin sueño y mucho esfuerzo para tener un promedio meritorio y acceder a una beca.

Finalmente, mi sueño se cumplió hace un año, cuando fui a cursar al Reino Unido un máster gracias a las becas Carlos Antonio López. Más allá de toda la inmensurable cantidad de conocimientos adquiridos y amistades forjadas, hay aspectos claves cambiaron en mi forma de pensar. Uno de ellos es que aprendí a valorar más la calidez que nos caracteriza a los paraguayos, añorando los tiempos con mi familia, mis amigos y mi pareja.

El segundo cambio que se generó en mí fue el nacimiento de un sentido de compromiso con el país. Más allá de lo cliché que pueda sonar, durante gran parte de mi vida, mi interés estuvo centrado en mí y en mi familia, pero esta experiencia me hizo ver lo mucho que puedo aportar, no solo como profesional, sino como ser humano a nuestra sociedad.

Con este cambio de actitud volví a Paraguay, cargado de energías y esperanzas para transformar las cosas desde mi profesión y como ciudadano. Gracias a la advertencia de varios amigos y conocidos que estudiaron afuera, me mentalicé en que me encontraría con muchas trabas, pero como pensé y sigo pensando, uno debe aportar desde nos toque.

Sin embargo, a este sentimiento de compromiso hacia mi país y las ganas de mejorar la calidad de vida de todos se contrapone un sentimiento de exclusión que sentí durante gran parte de mi vida y que por suerte mi entorno social hoy se encarga de alivianar.

El hecho de ser una persona homosexual, de haber sido criado en la capital religiosa de nuestro país (Caacupé) dentro de una familia conservadora y colorada, y el haber asistido a colegios sin ningún tipo de políticas antidiscriminatorias, son factores que marcaron mi vida y me hicieron (y hacen) sentir excluido de la sociedad.

Siendo honestos, más allá de que duelan, siempre seguí mi vida haciendo caso omiso a los comentarios que provienen de la desinformación. Tampoco dejé de guiarme por los valores que me inculcaron por más de que piensen que soy un degenerado, nunca escondí ser amanerado por más de que me digan “nena” en tono peyorativo y sigo con mi novio desde hace más de tres años por más de que me digan que los homosexuales somos unos promiscuos con problemas mentales no podemos tener una relación normal.

Y aunque sigo adelante pese a todo, surge la duda: ¿Realmente vale la pena que yo me prepare y esmere por un país mejor, una sociedad más inclusiva, aspirando a ser profesor y a influenciar positivamente a una nueva generación, cuando veo que hay políticos que abiertamente afirman que los homosexuales somos unos degenerados? ¿Cuándo hay líderes de movimientos que dicen que queremos homosexualizar niños y lo peor, cuando son los mismos miembros de la sociedad los que dan lugar a estos actos de violencia hacia una comunidad ya históricamente discriminada?

Mi respuesta a esa pregunta es Sí. Yo creo en un Paraguay mejor, un lugar más inclusivo, donde dejemos de generar el miedo con desinformación. Un lugar donde no usemos hashtags para excluir a las minorías, un país donde, al contrario, nos unamos por lo que tenemos en común. Espero que el tiempo me demuestre que estoy en lo correcto al creer en lo mejor de nosotros como sociedad y mantengo la esperanza en un futuro no lejano donde muchos ciudadanos dejemos de sentirnos excluidos.

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