Trabajo con un imbécil

Max Hernández
5 min readAug 22, 2015

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Bienvenido al mundo: tú y otros 5000, 000, 000 de personas trabajan con un imbécil, el resto es probable que no, por el único motivo que no trabajan.

Hay una postal con la que estoy más que de acuerdo:

Sobre todo porque pienso que, más allá de toda adversidad, de todo indicio, de toda correcta o errónea interpretación de cualquier circunstancia, quien decide ejercer o no un acto violento es el individuo.

Compartí esta publicación en un sitio en el que participo, de marcada tendencia antisistémica, ni izquierda ni derecha, ni arriba ni abajo, un intento de argumentación más o menos rigurosa sin ser indiferentes so pretexto de la objetividad.

La gran sorpresa es que recibí comentarios en contra de esta publicación ¡De parte de los mismos fundadores del grupo!

A partir de una explicación entre estructuralista y psicoanálitica, uno de los compañeros me explico que si bien el individuo es el que comete el acto violento está irremediablemente atado a sus circunstancias y que, querramos o no, si uno sale con un reloj de oro a la calle en una colonia peligrosa pues, se lo está buscando, ¿no?

No puedo estar más en desacuerdo, primero, porque el ejemplo cosifica el cuerpo, segundo, porque no es posible que se disfrace de falsa tautología una condición social que tiene agentes activos, y tercero, porque me parece que los poderes centrales (sí, la dictadura heteropatriarcal) está encontrando nuevos mecansmos para recuperar el poder simbólico-discursivo y continuar con su dominio. Si se responsabiliza al agente pasivo (el receptáculo del ataque) de la acción del agente activo ¿cómo afecta eso a los mecanismos jurídicos?, ¿no destroza en buena medida los avances respecto a derechos humanos que se han conseguido en los últimos 20 años? (Si necesitan otro ejemplo, ahí está una fuerte voz social que grita furiosa cada vez que el Estado asesina en vez de procesar “qué bueno, ellos se lo buscaron”).

Hace muy poco, en el país donde vivo, los jueces con la posición más alta en el organigrama, declararon anticonstitucional una ley de un estado que prohibía a las familias homoparentales adoptar hij@s; una comunidad católica recalcitrante le aventó billetes pintados del color del arcoiris a los jueces, mientras que otro líder acusó al (nada bien parado en ningún espacio social) presidente de procurar “La dictadura gay”.

El primer pensamiento fue “qué comentario más imbécil”; sin embargo, a la vuelta de unos días pensé que un título que me gustaría que llevara mi generación fuera el de “gobierno matriarcal”. Digo, llevamos ya muchos años bajo la dictadura eurocéntrica heteropatriarcal, quizá una perspectiva en la que domine (sí, domine, de dominación) la visión femenina, y administre los bienes públicos (materiales y culturales) no sea tan mala idea. No digo que vaya a funcionar, digo que estoy feliz de aceptar un cambio.

Este pensamiento me regresó a una idea que ya me había surgido antes: el hecho de que en algunos países se divide el transporte público por género (los baños ya estaban divididos), los canales de noticias, las publicaciones impresas y digitales, los puestos corporativos y la administración pública a tener en un 50% de cada género, nos llevará, alegremente, a una igualdad en número con el que por fin se pueda discutir el ejercicio de poder. Si no, ¿cómo una cámara de senadores puede representar una perspectiva femenina en sus filas sólo tiene un 5 o un 10% de mujeres? Como parecemos no entendernos, a mí me viene bien, primero, el número, y después, la calidad de los argumentos que se desprendan (para esta altura Judith Butler ya está que me agarra a patadas, y yo que la admiro tanto; pero sus pensamientos son tan claros, con una argumentación tan precisa, perfectamente estructurados en un mecanismo metodológico, que es imposible que funcionen en la sociedad contemporánea; si pueden lean Gender trouble).

Creo que ningún grupo marginal (para los que ya tienen el grito en el cielo recuerden que estoy hablando de política, no de clases, no de razas, no de religiones) desecharía tener más gente en las administraciones públicas. En mi país, como en casi toda América Latina, se sigue tratando a los indígenas como basura: muchos programas sociales que en nada ayudan más que a seguirlos marginalizando, pero nada de representción política, ¿por qué no les designan un número de espacios de representación pública proporcional al número que son de población?; el mismo argumento para el caso de las mujeres, si somos 50/50, me parece más que razonable su participación en número igual. ¿Y qué tal la academia?, ¿y la literatura?, ¿y la ciencia?; ¿Se dan cuenta que en todos los casos la batuta la lleva el hombre racional, blanco, heterosexual, con pensamiento elitista (burgués o aristocrático me da igual, de élite)? -Al margen de estos pensamientos, otro: de Bachelet a Merkel a Obama, tod@s l@s líderes mundiales que aparentan ser una diferencia en los grupos que tradicionalmente ejercen el poder, se han constituído en sujetos como los que ejercen el poder; es decir, sea mujer, de raza negra, de procedencia obrera o extraterrestre, tod@s l@s tomadores de decisiones del planeta fueron educad@s como hombres blancos heterosexuales y se posicionan desde ese lugar como sujetos discursivos, porque claro, qué mal gusto el tomar ventaja de ser negro para dar ventajas a los negros, o qué absurdo que, por ser mujer, se apoye más a la mujer; somos unos hombres blancos abusivos y muy astutos para manejar así los mecanismos de control-.

Sí, nada ha cambiado, ahora tenemos una gran simulación en muchos países. En éste, al menos, se dice que algo cambió, pero las cosas están peor que nunca respecto a la violencia.

Y si usted ya sintió ese pincho en el corazón y está listo para disparar con todos sus inteligentes comentarios, por favor deténgase un segundo, piense cómo están operando los ejercicios de poder centrales en su cabeza, piense si no es la voz de los medios, de la escuela, de la administración pública, del mercado, quien le está cuchicheando que regresemos al orden común y que entonces regañe a este pobre imbécil que no sabe de lo que habla.

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