Haciendas y free farmers

Eduardo Medina
6 min readMar 25, 2016

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Primer mapa independiente de America

¿Por qué las cosas funcionan mejor en el norte? Conscientemente o no, esa es una pregunta que se ha hecho mucha gente latinoamericana. Sin importar mucho de que país seas, desde el río Bravo hasta el sur —pasando por las costa Pacífica y por las Antillas, cruzando el Ávila, descendiendo por los Andes, y llegando hasta la Patagonia— pareciera que tenemos una cosa en común: nuestro aparente retraso o fracaso cuando nos comparamos con los hermanos del norte.

¿Pero retraso o fracaso en qué? Cualquiera puede argumentar que tenemos más coronas de belleza, más mundiales de futbol, más ritmo al bailar. Cualquiera puede decir que lo que les falta a ellos, lo tenemos nosotros, y viceversa; que nos complementamos. Cualquiera puede pensar que quizás lo del fracaso es relativo y subjetivo, depende de como se mire y según quien lo diga. Pero al final del día, si nos miramos en el espejo con seriedad, la pregunta y la sensación de retraso sigue allí: ¿por qué la emigración es tan unidireccional, principalmente de sur a norte?

Cuando chiquito nunca nadie me explicó por que teníamos que estudiar historia. Era simplemente una materia más que tomar, fechas que memorizar para un examen. Pero la curiosidad que me nació a raíz de la incógnita anterior — ¿por que las cosas funcionan mejor en el norte? — , me llevó inevitablemente a temas de historia. Propongo verlo como una sucesión de hechos: que para entender donde estamos hoy, tenemos que comprender de donde venimos ayer.

Nosotros los que habitamos el continente de America tenemos una fecha de nacimiento común. O mejor dicho: nuestras sociedades de hoy que se alzan en la razón y en el desarrollo tienen la misma fecha de nacimiento. Me refiero a la época del descubrimiento de America, al momento en que Colón se tropezó con esta inmensa masa de tierra, el sorprendente resultado de su loco experimento de buscar una nueva ruta marítima hacia Las Indias. Y a pesar de que todos los que habitamos en el sur y norte de America tenemos la misma meta fecha de nacimiento, no tenemos la misma madre. Porque Colón y por ende España (y Portugal) se tropezaron solamente con una parte del continente, más hacia el sur; y otra gente venida de Inglaterra llegó a parar más hacia el norte. Así empieza nuestra historia como sociedades del continente americano.

Hacia el sur aparecieron personas con espadas y cruces queriendo extender el reino de la corona española; hacia el norte se bajaron del Mayflower personas buscando tierras vírgenes para empezar un proyecto nuevo. Hacia el sur llegaron personas que establecieron haciendas; hacia el norte llegaron personas que se declaraban free farmers. Allí empieza la diferencia entre el sur y el norte: en la mente de los colonizadores, en la actitud y en las intenciones de los que arribaron al nuevo continente.

Los colonizadores que entraron por las Antillas y se expandieron por Latinoamérica venían con una misión general: abastecer a Europa de oro, plata y alimentos. Las clases dominantes de la sociedad colonial latinoamericana nunca vieron el desarrollo económico interno como prioridad. Lo que había era una economía de puerto: nuestros centros de producción no estaban conectados entre sí, sino que tenían su punto de encuentro en un mercado ultramar. Construyeron sociedades señoriales y feudales donde el trabajo era hecho por esclavos. Se las ingeniaron para que hubiese una gran abundancia de mano de obra servil: la esclavitud de los indigenas y también el transplante en masa de esclavos africanos. En ese sentido eran hombres de ocio, con menosprecio a la igualdad, crearon un gran regimen de castas donde se mezclaron todas las culturas. La conquista del nuevo mundo en el sur fue tan religiosa como militar, España acababa de terminar una guerra contra musulmanes y continuaron la expansion cristiana en este lado del Atlántico. En fin, los colonizadores vinieron a afianzar tradiciones, no a intentar cosas nuevas.

«Blandían con igual destreza la espada y la cruz»

Los peregrinos que llegaron a la actual zona de Nueva Inglaterra venían prácticamente huyendo del reino que conocían, venían buscando un mundo nuevo. Anclaron en un lugar poco importante desde el punto de vista económico, no habían nuevos o distintos recursos naturales en la Nueva Inglaterra. No eran agentes coloniales de la acumulación de riqueza europea, ellos no cruzaron el océano para conquistar tesoros legendarios ni para explotar la mano de obra indígena escasa en el norte. Más bien vinieron al servicio de su propio trabajo y al desarrollo de su tierra nueva. Fundaron colonias de poblamiento, las cuales sirvieron de desembocadura al ejercito de campesinos y artesanos europeos — trabajadores libres — que no encontraban lugar en el viejo continente. Los marcaba una valoración al trabajo y al mérito basado en logro, no una pertenencia a grupos privilegiados. Eran buscadores de espacio para una vida que ellos consideraban mejor.

Peregrinos del Mayflower

De esta manera se empiezan a desenvolver los hechos que se encadenan uno al otro hasta nuestro días. Se planta un semilla mental, dadas las circunstancias culturales en cada extremo sur y norte, y se deja transcurrir la historia. Llegó la imprenta y se empezaron a esparcir las ideas de repúblicas independientes. Se consagraron una nación en el norte primero, y luego varias naciones en el sur. Las repúblicas hispanoamericanas van a nacer traumatizadas, divididas, débiles, inestables; en contraste con el vigor, la unidad y la salud política de los Estados Unidos, que llevaba medio siglo adelantado en ese experimento de vida independiente. No pretendo resumir dos o tres siglos de historia en un párrafo, la intención es que se vea la importancia del arranque de cada polo.

Un caso ejemplar de este contraste de formas de vida entre sur y norte sucede justamente dentro de Estados Unidos: la guerra de Secesión. Se habla del morbo de la esclavitud:

Esta diferencia es básica para comprender el éxito de la sociedad norteamericana, y el fracaso relativo de la sociedad hispanoamericana. No es accidental que la región sudista de los EE.UU., donde colonos anglosajones establecieron una sociedad esclavista, como los españoles en Hispanoamérica; donde el europeo en lugar de ser un free farmer se dedicó a darse ínfulas de caballero y a supervisar mano de obra esclava, haya evolucionado de muchas maneras en forma semejante a la sociedad latinoamericana, y haya fracasado en forma muy parecida, hasta la guerra civil en la cual el Sur fue derrotado y “anexado” por el Norte.

Un escritor de la época dice: “Cuando los sureños ven las ciudades florecientes de Nueva Inglaterra, exclaman: somos nosotros quienes hemos pagado por todo esto”. En la mitología así cultivada, el Norte prosperaba porque el Sur estaba estancado, y viceversa. Y el Sur fue a la guerra en 1860 firmemente persuadido de que al romper la dependencia que lo ataba al Norte, no sólo prosperaría mágicamente, sino que los odiados yankees sufrirían en el acto un colapso económico, al quedar privados de la fuente de materias primas y del mercado para sus manufacturas que representaba el Sur.

Pareciera que la efectividad de ciertas actitudes y aptitudes van más allá del idioma que se hable o del hemisferio en que se vive.

¿Por qué el antinorteamericanismo latinoamericano que exhibe parte de nuestra sociedad? Para aclarar y que no haya duda: el imperialismo y la explotación de los países débiles por los países fuertes no es ningún mito. Es una trama que se ha visto a lo largo de la historia universal. Lo que es falso es que los países fuertes hayan obtenido su poder a raíz del sometimiento de los débiles. El imperialismo como razón de nuestro fracaso no puede ser: es una consecuencia, no la causa.

Es natural reaccionar frente al atropello del fuerte al débil. Es humano pensar inicialmente que la culpa de nuestro fracaso esta depositada en algo externo. De cierta manera pareciera que somos una sociedad profundamente infantil, y que solo cuando reconozcamos nuestras fallas y adoptemos la actitud necesaria, podremos seguir creciendo. El creer que no hay futuro es simplemente falta de imaginación.

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