Facilitando (que es gerundio)

Melina Jajamovich
3 min readSep 30, 2019

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(Post dedicado a todos los que facilitan espacios: del tipo que sea, con el público que le toque y que hacen lo mejor que saben y pueden por acompañar a los equipos y sus procesos…)

Enero iba a ser un mes de calma. Me iba a dedicar a leer y descansar. Nada más. Eso pensé, eso me dije. ¡¿Te sorprende si te digo que no fue así?! Enero no fue el mes de calma sino el mes de la facilitación. Poco a poco, se fueron presentando más espacios, más equipos y más aventuras en las que participar.

Este verano distintas organizaciones confiaron en nosotras para que acompañáramos a sus equipos (ya formados o creados Ad Hoc) en distintas aventuras: crear nuevos frameworks de trabajo -que permitieran la colaboración entre distintas áreas-; que ideáramos / diseñáramos nuevos eventos, modelos comerciales y… ¡sobre todo, miradas!

No fue sencillo. De hecho, a veces pienso que nos confunde que facilitar guarde “en su panza” la palabra fácil porque de fácil, ¡no tiene nada! Facilitar es “arte y oficio” como dice mi amiga Miriam Moreno Bellido.

Y como no soy de definiciones -y firmo y confirmo que lo que viene a continuación no lo es-, sí quiero compartir algunas de las sensaciones que me regaló este enero…

El facilitador es aquel que crea las condiciones para que emerjan las conversaciones… ¡y los conflictos! Aquel que da el espacio para la reflexión y la acción. Aquel que busca acuerdos pero no a cualquier precio sino dejando que emerja lo sutil y leyendo entre líneas.

No hay recetas, no hay trucos. Pero sí tiene que haber paciencia, confianza (en los otros sí y también en uno mismo como facilitador), dudas (porque no hay “un” camino) y… mucho pero que mucho espíritu aventurero.

Y algo más que merece todo un párrafo. El facilitador es el amortiguador. El que “se banca” la incomodidad porque sabe que detrás de la molestia y el fastidio se esconde algo potente y rico: la posibilidad de “un algo nuevo”. Y en ese proceso tiene que poner las 3Cs: cuerpo, cabeza y corazón o… cuerpo, cabeza y “cojones”. Tiene que sobrellevar su propia incomodidad al “no-ser-querido”, al escepticismo que puede sobrevolar y… con las dudas propias y ajenas.

Eso sí, así como pone y se expone, también tiene que saber correrse: no es el creador, es el facilitador. Tiene que dejar a un lado su ego, sus ideas, sus juicios. Y hacer lugar a lo que emerja, a lo que pueda y quiera construir el equipo con sus posibilidades y sus deseos. Confiar en el equipo y demostrarlo. ¡¿Será esto de coach o de facilitador?! ¡¿Será el facilitador un coach?! ¡¿El coach un facilitador?! ¡Qué enredo!

Sea como sea: me gusta facilitar en un clima agradable y si puede ser con risas, mejor que mejor. Aunque muchas veces se sienta tensión en el aire. En esos casos, respiro e intento ponerle mucho diente, mucha sonrisa y garra. Aligerar, naturalizar y acompañar. E insisto: confiar, confiar, confiar. En el equipo, en mi y en lo que mágicamente pasa cuando arrancan estos procesos.

Tal vez, facilitar solo sea fluir. Y si hace falta, ¡con disfraz y todo!

Si estás leyendo esto y querés compartir experiencias, reflexiones… ¡hazlo!

PD. Quiero agradecer a los numerosos equipos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Diputados, Edenor, Swiss Medical Group, Philip Morris y Natura por todo lo que me enseñaron en los últimos meses. Y a mi compañera de aventuras, Ximena Gauto Acosta.

(enero 2018)

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