Intersección Casa de Cándida García

Cándida García de Muneta, tejedora de sueños

MemoriasRN
3 min readJul 15, 2016

En su casa de Ingeniero Huergo quedaron tres platos sobre la mesa. Fue cuando Cándida salió rumbo a Buenos Aires, para encontrarse con Jorge, su hijo. La voz popular cuenta que se vieron dos personas desconocidas en el pueblo. Aún hoy nadie sabe quiénes eran. Cándida no regresó jamás.

Cándida García de Muneta

Argentina, tierra prometida acogió a la inmigración europea que huía de la Primera Guerra Mundial, en busca de mejores condiciones de vida. El Alto Valle de Río Negro, específicamente Ingeniero Huergo, se pobló de inmigrantes españoles.

Paseo del Nunca Más, Ingeniero Huergo

En un territorio enriquecido a la vera del tren y rodeado de frutales de manzanos, perales y viñedos, nació Cándida García. Era tal como su nombre la describe. Reflejaba su alma a través de unos grandes ojos azules. Esos que luego se posarían en Modesto, el padre de su único hijo: Jorge Muneta.

Osvaldo Gomez cantautor. Dedica “Ojitos de Mar” a la memoria de su amiga Cándida.

A pesar de la enfermedad congénita que terminó con la vida de Modesto, Cándida sobrellevó su viudez con ahínco. Comenzó a tejer a dos agujas y con la máquina industrial, para ganarse la vida y, de vez en cuando poder enviarle un obsequio a su hijo que estaba internado en la escuela de origen Vasco, Euskal Echea, de Buenos Aires.

La parsimonia pueblerina fue interrumpida años más tarde, por el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, que comenzó un 24 de marzo 1976 y tuvo como exponente el terrorismo de Estado.

Jorge ya era vicedecano (de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires), cuando Cándida sintió la revulsión de la tragedia familiar. Los logros familiares, acumulados de generación en generación, iban a intentar borrarse de la memoria colectiva.

El golpe cívico-militar sembró el terror en todos los rincones de la patria. Tierra y mar se regaron con la sangre de amigos, vecinos y familiares. Cualquier persona podía desaparecer. Los capturados, privados ilegítimamente de su libertad, fueron sometidos a violaciones y a torturas con picanas eléctricas.

“Los amigos del barrio pueden desaparecer (…) la persona que amas puede desaparecer”, cantaba Charly García, en 1983 cuando retornábamos a la democracia. Ya ni Jorge ni Cándida estaban. Nunca regresaron a Ingeniero Huergo. El departamento de Buenos Aires, ahora no les pertenecía. Comenzaron a ser siluetas desdibujadas en el tiempo. El terror enmudeció el recuerdo, en Ingeniero Huergo. Jorge con 26 años de edad y Cándida García con 50, fueron despojados de la vida a través de los “vuelos de la muerte”. Sin embargo, ellos aún esperan que en su pueblo natal se devele el olvido y se enciendan las llamas de la Memoria.

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MemoriasRN

Tres historias de la represión en Río Negro. Trabajo de estudiantes de Periodismo Digital, UNCo, 2016