El sueño de Coca

MemoriasRN
4 min readAug 24, 2016
Julia “Coca” Gigena, tía de Patricio Dillon.

Mantuvo el silencio. Recorrió con su mirada toda la habitación, el silencio parecía eterno. Suavemente fijó su mirada en la mía. La sostuvo unos segundos y la perdió en la nada, cuando recuperó el aliento dijo: “Ese fue el día, para mí, que Patricio murió. Desde entonces no lo soñé más”.

Así recordaba Coca Gigena a su sobrino Patricio Dillon, a quien soñó durante dos años después de su desaparición. El último día que soñó con Patricio, es cuando ella asegura que los militares lo asesinaron.

Entre disparos y corridas, el sueño de Coca se hacía cada vez más real. Se levantó de la cama y corrió hacia la puerta, no dejaba de llamar a su sobrino. “Patricio, Patricio”, gemía con desesperación. Su marido fue tras ella, la abrazó y se perdieron en llanto. “No va a volver nunca”, se lamentaba.

Durante dos años lo sentía acá, porque el siempre venía a visitarme. Soñaba con él, lo sentía. Pero esa vez, luego de dos años de su desaparición fue distinto a todas las otras”.

¡Fue terrible!, Soñé que él venía ligerito, corriendo, agitado, como si lo estuvieran persiguiendo. Escuché el golpe y grité ‘Ya te abro Patricio!’”… Y me desperté de la cama. Me levanté agarrándome la cabeza, estaba segura que él estaba viniendo y que lo estaban persiguiendo, que tenía que abrir la puerta para dejarlo pasar, para protegerlo. Salí corriendo a la puerta, así nomas como estaba, con el camisón puesto, convencida de que él estaba ahí, no pensaba en otra cosa.

Mi esposo se despertó por mi escándalo, y me decía “vení, Coca, volvé, acostaté”. Pero yo seguí, sin dudarlo. Pensaba “Es Patricio. Tengo que ayudarlo, capaz que lo están persiguiendo”. Corrí por el pasillo, llegué a la puerta y la abrí… Y me puse a llorar como una loca… Porque yo estaba convencida de que estaba en la puerta. Cerré la puerta, y después de eso no lo soñé nunca más.

El abrasador recuerdo de Coca todavía la acecha. Es que, cuando hay un familiar desaparecido, el duelo no termina jamás. Son de esas heridas, que quedan abiertas para siempre. Una muerte que no se puede llorar, porque no tuvieron ni la decencia de devolver el cuerpo. “Esas vidas no regresan. Cuando a una persona le arrebatan de esta manera a un familiar, es algo desgarrador. Vivís preso del teléfono, esperando que la próxima llamada sea esa persona que tanto se espera; y cada vez es más decepcionante”. Toda la familia Gigena, durante ese tiempo, se obligaba a atender el teléfono. Terminaron siendo presos de él.

“Nosotros no podemos decir “está muerto”, no podíamos decir “fue, era” es un muerto sin velorio”, relata Julia Coca Gigena; “a mí no me nace ir al cementerio a dejar una flor o algo, no te podés convencer, porque yo no sé dónde está”.

Como todas las mañanas, Patricio se dirigió al trabajo en el Banco Provincia de Buenos Aires, pero antes le dejó su llave al portero, ya que el electricista iría ese día. A las dos de la tarde del día siguiente, los militares abordaron el edificio en busca de la llave del departamento, ultrajando y destruyendo todo en su interior. El portero del edificio aseguró que Patricio nunca regresó al departamento, porque no pasó a buscar sus llaves.

Jorge Patricio Dillon desapareció el 20 de enero de 1997 a los 23 años, cuando estudiaba en la UBA y trabajaba en el Banco Provincia de Buenos Aires. Su tía Coca lo crió desde los tres años, luego de que su hermana enviudara y saliera a trabajar para poder mantener su casa, hoy la sede de la Secretaría de Derechos Humanos de General Roca.

Sara Gigena, luego de haberse enterado que su hijo fue desaparecido, tomó sus cosas y partió hacia Buenos Aires. No podía estar lejos de su único hijo. Si lo mataban a Patricio, que se la llevaran a ella también. No tuvieron el mismo destino. Él fue asesinado y ella, desde entonces, se instaló en la capital del país para sólo regresar a General Roca en contadas ocasiones.

“Lo que más me duele es no saber lo que vivió, que le hicieron”, murmura Coca. La incertidumbre la persigue, la deja sin aliento a esta mujer que luego de muchos años de haber fumado, llegó a tener problemas respiratorios.

Como si la edad y estos problemas no fueran un impedimento, Coca sigue su lucha por la memoria, para que el recuerdo de su sobrino no muera; para que realmente haya un Nunca Más. Además, es una mujer muy crítica con los familiares de los desaparecidos que no están involucrados en la causa.

“Coca” en un acto realizado por PAMI, en el Día de la Memoria del 2012

Cuando revive la imagen de su sobrino, lo hace con mucho cariño. Coca cuenta que a Patricio no sólo se interesaba en la política, sino que también le gustaba la música. Hablaba de todo; y tenía tiempo para todo. Era una persona extremadamente solidaria. Ayudaba en la parroquia “Cristo Resucitado”, “con todo lo que podía y lo que estaba a su alcance: llevar comida, ir a los barrios a dar una mano”.

Lo recuerda vestido de blanco, con una sonrisa que no se la podía sacar del rostro. Patricio estaba por subir al tren que lo llevaría a Ezeiza, cuando Juan Domingo Perón hacia su triunfal regreso a la Argentina. Y no podía hacerlo de otra manera, porque resume su vida, su lucha, sus convicciones. Siempre con una sonrisa en la cara, cuando sólo importaba hacer algo por lo demás.

“Siempre hay una silla vacía donde hay un desaparecido, por más que estén todas ocupadas”, concluye Coca.

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MemoriasRN

Tres historias de la represión en Río Negro. Trabajo de estudiantes de Periodismo Digital, UNCo, 2016