La teoría racial
2. La función objetiva y subjetiva de la ideología
Cap.3, parte 2 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH
La teoría racial, y el nacionalismo, es tributaria del imperialismo de una clase dominante con dificultades económicas (puede ocurrir que el imperialismo no se identifica con consideraciones raciales). Pero esta base material de una ideología no nos enseñan su nudo irracional.
Al crear ideología los hombres se transforman a sí mismos, es decir que las formaciones ideológicas irracionales imprimen en los individuos estructuras irracionales.
La estructura del fascista se caracteriza por el pensamiento metafísico, el sentimiento religioso, la sumisión a los ideales abstractos y morales y la creencia en la misión divina del “führer”. Otro motivo determinante era el de la identificación intensa con el “führer”: Cada nacionalsocialista se veía a si mismo como un “pequeño Hitler”, aunque fuera solo un número insignificante que acepta la servidumbre más abyecta.
El motivo más frecuente de equívocos en lo referente a las relaciones de una ideología con su función histórico radica en que no se distingue claramente entre su función objetiva y su función subjetiva. Para comprender auténticamente el punto de vista de la dictadura hace falta retrotraerse a la base económica que le dio nacimiento. De este modo, la teoría racial fascista y, de modo general, la ideología nacionalista son, en sentido concreto, tributarias de los objetivos imperialistas de una capa dominante enfrentada con dificultades económicas. Durante la guerra mundial, los nacionalismos alemán y francés se complacían en invocar “la grandeza de la nación”, lo que en realidad representaba el expansionismo del gran capital alemán y francés. Pero estos factores económicos no constituyen la substancia misma de la ideología correspondiente, sino solamente el terreno social sobre el que aquella se origina; pueden considerarse como la condición sine qua non sin la que no existirían tales ideologías. Puede suceder incluso que el nacionalismo no esté representado en el aspecto social o que no se identifique con ninguna consideración racial.
la teoría racial fascista y, de modo general, la ideología nacionalista son, en sentido concreto, tributarias de los objetivos imperialistas de una capa dominante enfrentada con dificultades económicas.
En el antiguo Imperio Austro-Húngaro, el nacionalismo no coincidía con la raza, sino con la “Patria” austro-húngara. Cuando en 1914,
Bethmann-Holweg preconizaba la lucha del “germanismo” contra el “eslavismo”, habría debido comenzar por Austria, Estado predominantemente eslavo. Las condiciones económicas de una ideología explican su base material, pero no nos enseña nada sobre su nudo irracional. Este núcleo está representado por la estructura caracterológica de los hombres sometidos a las condiciones económicas de su medio social y que reproducen así, en la ideología, el proceso histórico-económico. Al crear las ideologías, los hombres se transforman a sí mismos; su núcleo material ha de encontrarse, por tanto, en el proceso de formación de la ideología.
Al crear las ideologías, los hombres se transforman a sí mismos; su núcleo material ha de encontrarse, por tanto, en el proceso de formación de la ideología.
De este modo, la ideología tiene un doble fundamento material: indirecto en la estructura social económica, directo en la estructura típica de los hombres que la producen y que, a su vez, está determinada por la estructura económica de la sociedad. Es evidente, por tanto, que las formaciones ideológicas irracionales imprimen en los individuos estructuras irracionales.
las formaciones ideológicas irracionales imprimen en los individuos estructuras irracionales.
La estructura del fascista se caracteriza por el pensamiento metafísico, el sentimiento religioso, la sumisión a los ideales abstractos y morales y la creencia en la misión divina del “führer”. Estos rasgos fundamentales se refieren a una capa más profunda, caracterizada por la adhesión autoritaria a un ideal de “dirigente” o de nación. La creencia en la “superioridad de la raza de los señores” era la clave principal de la adhesión de las masas nacionalsocialistas al “führer” y de la aceptación voluntaria de la servidumbre más abyecta.
Otro motivo determinante era el de la identificación intensa con el “führer”, identificación que velaba el hecho de que el sujeto no era más que un número insignificante, ahogado en la muchedumbre. A pesar de su dependencia, cada nacionalsocialista se tomaba por un “pequeño Hitler”. Lo que importa es la base caracterológica de estas actitudes. Por lo tanto, de lo que se trata es de descubrir las fuentes energéticas condicionadas también por la educación y la atmósfera social, que transforman las estructuras humanas hasta tal punto que, al desarrollarse tendencias de un carácter reaccionario e irracional y al identificarse los individuos con el “führer”, ya no se resientan de la afrenta que se les inflige llamándoles “infrahombres”. Si hacemos abstracción de los efectos mundialmente extendidos de la fraseología, si determinamos su contenido irracional y establecemos la exacta relación que la liga constantemente a los puntos neurálgicos sexual-económicos del proceso de formación dela ideología, lo primero que nos sorprende es el sistemático paralelismo entre “envenenamiento de la raza” y “envenenamiento de la sangre”. ¿Qué se puede pensar de ello?