La ideología como poder material

Miguel Ran
Psicología de Masas del Fascismo
12 min readMar 1, 2019

1. La divergencia

Cap.1, parte 1 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH

Creemos que la tesis sociológica fundamental de Marx es correcta, pero debemos analizar las causas del fracaso crónico del movimiento obrero.

No es suficiente denunciar la miseria material y el hambre, eso lo hacen todos. Si la teoría y la práctica del marxismo se limitan al campo de los procesos objetivos de la economía y de la política del Estado, no podrá observar los llamados “factores subjetivos”.

Contra el marxismo “vulgar” o “economicista” que “reduce toda la existencia humana al problema del paro y los niveles salariales”, los marxistas debemos observar también los factores subjetivos. El “economicismo” afirma que en una crisis económica el pueblo debe girar hacia la izquierda, ¿porque, en algunas ocasiones, es atraído por la derecha?

El movimiento alemán de liberación anterior a Hitler se basaba en la teoría
económica y social de Carlos Marx. Para alcanzar la comprensión del fascismo alemán hay que partir, por lo tanto, del conocimiento del marxismo. Durante los meses que siguieron a la toma del poder por parte del nacionalsocialismo alemán, era posible percibir que incluso a aquellos que a lo largo de años habían dado prueba de firmeza revolucionaria y de espíritu
de sacrificio en favor de la libertad, les asaltaba la duda en cuanto a la justeza de la concepción fundamental del marxismo en materia de evolución social. Esta duda se basaba en un hecho que, si bien a primera vista era incomprensible, resultaba irrefutable: el fascismo, que por sus objetivos y su esencia se presentaba como la expresión más extrema de la reacción política y económica, se había convertido en un fenómeno internacional y en muchos países hacía retroceder, de modo manifiesto e innegable, a los movimientos
socialistas revolucionarios. El hecho de que arraigara con más vigor en los países muy industrializados no hacía más que agravar el problema. Al fortalecimiento del nacionalismo-fascismo internacional correspondía el fracaso del movimiento obrero en una fase de la historia moderna que, si se cree a los marxistas, “estaba económicamente madura para producir la dislocación del modo de producción capitalista”.

Durante los meses que siguieron a la toma del poder por parte del nacionalsocialismo alemán (…) asaltaba la duda en cuanto a la justeza de la concepción fundamental del marxismo en materia de evolución social. Esta duda se basaba en un hecho (…) irrefutable: el fascismo.

A ello se añadía el recuerdo persistente de la incapacidad de la Internacional obrera al comienzo de la Primera Guerra Mundial y el estrangulamiento de los movimientos revolucionarios de 1918 a 1923 fuera de Rusia. Todas estas dudas se basaban en acontecimientos de una gravedad especial; si resultaban justificadas, si la tesis fundamental de Marx era inexacta, se hacía necesaria una reorientación tajante del movimiento obrero que le permitiera alcanzar su fin; si, por el contrario, las dudas no estaban justificadas, si la tesis sociológica fundamental de Marx era exacta, se hacía imprescindible un análisis profundo y detallado de las causas del fracaso crónico del movimiento obrero; era también necesario explicar la génesis de un movimiento de masas de género nuevo, el fascismo. Solamente de este modo podía volverse a impulsar la actividad revolucionaria.

…si la tesis sociológica fundamental de Marx era exacta, se hacía imprescindible un análisis profundo y detallado de las causas del fracaso crónico del movimiento obrero; era también necesario explicar la génesis de un movimiento de masas de género nuevo, el fascismo.

La situación carecía de salida al no poder resolverse en ninguno de los dos sentidos, puesto que era evidente que el recurso a la “conciencia revolucionaria de la clase obrera”, el método grato a Emile Coué(*) consistente en cubrir con un velo las derrotas y en embellecer los hechos desagradables recurriendo a las ilusiones, no podía conducir al éxito. Ya no bastaba tampoco con afirmar que el movimiento obrero “estaba en marcha”, que luchaba aquí y allá, que organizaba huelgas, que lo que importa no es avanzar, sino no perder terreno con respecto al avance y al fortalecimiento de la reacción política.
(* Farmacéutico y psicólogo francés (1857–1926). Ideó un método de psicoterapia basado en la autosugestión)

El interés que a la solución de estos problemas aporta el joven movimiento democrático de la economía sexual es doble: por un lado, el movimiento se reconoce parte integrante de la lucha de liberación social en general; de otro, es consciente del hecho de que la realización de sus objetivos se halla indisolublemente ligada a la realización de los objetivos de la democracia natural del trabajo. Nosotros intentaremos por lo tanto partir del movimiento obrero para explicar dónde se dan las convergencias entre los problemas que
específicamente se relacionan con la economía sexual y aquellos que, de un modo más general, se refieren a la sociología.

…intentaremos por lo tanto partir del movimiento obrero para explicar dónde se dan las convergencias entre los problemas que específicamente se relacionan con la economía sexual y aquellos que, de un modo más general, se refieren a la sociología.

Hacia los años de 1930 era frecuente en Alemania escuchar a revolucionarios honestos e inteligentes, aunque imbuidos de una mentalidad nacionalista y metafísica, del género de Otto Strasser, que en ciertas reuniones les hacían el reproche siguiente a los marxistas:
“Vosotros marxistas os declaráis normalmente partidarios de la doctrina de Carlos Marx. Marx enseñaba que la teoría encuentra su confirmación en la práctica. Y, sin embargo, todo lo que sabéis hacer es justificar las derrotas de la Internacional Obrera. Vuestro marxismo ha fracasado. La derrota de 1914 la explicáis por la «deserción de la social democracia», la de 1918 por su «política de traiciones» y sus ilusiones. Ahora esgrimís otros argumentos que justifican la tendencia de las masas hacia la derecha más bien que hacia la izquierda durante la gran crisis económica. ¡Todas vuestras explicaciones son incapaces de eliminar las derrotas! ¿Dónde están los hechos que desde hace ochenta años confirman la doctrina de la revolución social en el plan de la práctica? Vuestro error fundamental reside en negar el alma y el espíritu, en burlaros de ellos, sin comprender que son los que lo animan todo.”

Es éste un tipo de argumentación al cual no sabían qué responder los oradores marxistas. Cada vez era más evidente que su propaganda política de masas, que se limitaba a la discusión de los procesos socioeconómicos objetivos (modo de producción capitalista, anarquía económica, etc.) no alcanzaba más que a la pequeña minoría de gente ya ganada para la causa de la izquierda. No era suficiente con denunciar la miseria material, el hambre, porque esto era lo que hacían todos los partidos políticos, incluso la Iglesia. De este modo, en los momentos en que la miseria y la crisis eran más agudas, se asistía a la victoria de la mística nacionalsocialista sobre la doctrina económica del socialismo. Se imponía la conclusión de que la propaganda y la concepción de conjunto del socialismo entrañaban serias lagunas que explicaban sus “errores políticos”. El defecto estribaba en la imposibilidad marxista de captar la realidad política, defecto que el materialismo dialéctico hubiera permitido eliminar, si hubiera hecho uso de sus posibilidades digamos, para anticipar un poco, que la política marxista no había tenido en cuenta en su práctica política la estructura caracterológica de las masas y los efectos sociales del misticismo.

Cada vez era más evidente que su propaganda política de masas, que se limitaba a la discusión de los procesos socioeconómicos objetivos (modo de producción capitalista, anarquía económica, etc.) no alcanzaba más que a la pequeña minoría de gente ya ganada para la causa de la izquierda. No era suficiente con denunciar la miseria material, el hambre, porque esto era lo que hacían todos los partidos políticos, incluso la Iglesia. De este modo, en los momentos en que la miseria y la crisis eran más agudas, se asistía a la victoria de la mística nacionalsocialista sobre la doctrina económica del socialismo.

Quien haya seguido y experimentado prácticamente la teoría y la práctica del marxismo entre 1917 y 1933 ha tenido que darse cuenta necesariamente de que aquélla estaba limitada al estricto campo de los procesos objetivos de la economía y de la política del Estado en sentido lato, que no observaba con atención ni captaba los llamados “factores subjetivos” de la historia, la ideología de masas en su evolución y en sus contradicciones. De lo que sobre todo se olvidaban era de aplicar con perseverancia su método del materialismo dialéctico, de mantenerlo vivo, de examinar a su luz cada
fenómeno nuevo. Nadie se preocupaba de la aplicación del materialismo dialéctico a los fenómenos históricos nuevos: el fascismo era un fenómeno que Marx y Engels ignoraban y del que Lenin sólo había percibido las primeras manifestaciones. La concepción reaccionaria de la realidad no se deja entorpecer por las contradicciones ni por los hechos reales; la política reaccionaria se sirve automáticamente de todas las fuerzas sociales que se oponen a la evolución y podrá seguir utilizándolas con éxito mientras la ciencia no haya descubierto todas las fuerzas revolucionarias que, opuestas a las reaccionarias, tienen que acabar con ellas necesariamente. Como más adelante expondremos, la base de masas del fascismo, la pequeña burguesía sublevada, no solamente había movilizado a las fuerzas regresivas, sino también a las resueltamente progresistas; nadie se había dado cuenta de esta contradicción. El papel de la pequeña burguesía había pasado poco menos que inadvertido casi hasta la toma del poder por Hitler.

…la teoría y la práctica del marxismo (…) estaba limitada al estricto campo de los procesos objetivos de la economía y de la política del Estado en sentido lato, que no observaba con atención ni captaba los llamados “factores subjetivos” de la historia, la ideología de masas en su evolución y en sus contradicciones. (… …) la base de masas del fascismo, la pequeña burguesía sublevada, no solamente había movilizado a las fuerzas regresivas, sino también a las resueltamente progresistas; nadie se había dado cuenta de esta contradicción. El papel de la pequeña burguesía había pasado poco menos que inadvertido casi hasta la toma del poder por Hitler.

La práctica revolucionaria se desarrolla espontáneamente en todos los campos de la existencia humana, a condición de que sea consciente de las contradicciones que todo nuevo proceso contiene y de que se identifique siempre con la causa de las fuerzas “progresistas” dispuestas a avanzar. Ser radical quiere decir, según la definición del mismo Marx, “tomar las cosas por la raíz”. La victoria sobre el elemento reaccionario está asegurada si se toman las cosas por la raíz, si se es consciente de su proceso contradictorio. Si se procede de otra manera, se aboca ineluctablemente a las posiciones mecanicistas, economicistas y metafísicas; dicho de otro modo, al desastre. De aquí se deduce que la crítica carece de sentido y de alcance práctico, si no consigue mostrar hasta qué punto preciso se han ignorado las contradicciones de la realidad social. Marx no realizó un acto revolucionario al lanzar el Manifiesto o al indicar los objetivos revolucionarios, sino al reconocer en el proletariado industrial la fuerza progresista de la sociedad y al esbozar un cuadro verídico de las contradicciones de la economía capitalista. El fracaso del movimiento obrero significa que nuestro conocimiento de las fuerzas que retardan el progreso social es muy limitado; en efecto, algunos puntos importantes son aún completamente desconocidos.

…la crítica carece de sentido y de alcance práctico, si no consigue mostrar hasta qué punto preciso se han ignorado las contradicciones de la realidad social.

Como tantas otras grandes obras de nuestros pensadores, el marxismo ha degenerado también y se ha transformado en un conjunto de fórmulas vacías. Entre las manos de los políticos marxistas ha perdido su contenido científico revolucionario. Estos se encontraban tan completamente absorbidos en la lucha política cotidiana, que no hicieron fructificar los principios de una filosofía viva, tal como les había sido trasmitida por Marx y Engels. Para convencerse, no hay más que abrir la obra del comunista alemán
Sauerland sobre el “Materialismo Dialéctico”, o cualquier otro libro de Salkind o de Pieck y compararlos con “El Capital”, de Marx o “Del socialismo utópico al socialismo científico”, de Engels. Los métodos vivos se han coagulado en fórmulas, las investigaciones científicas en esquemas hueros. El “proletariado” de los tiempos de Marx se ha trasformado después en un inmenso ejército de obreros industriales, la clase media artesanal en una multitud innumerable de empleados de la industria y de funcionarios del Estado. El marxismo científico degenerado se ha convertido en “marxismo vulgar”, que es el nombre que muchos excelentes políticos marxistas han dado al “economicismo”, que pretendía reducir toda la existencia humana al problema del paro y de los niveles de salarios.

El marxismo científico degenerado se ha convertido en “marxismo vulgar”, que es el nombre que muchos excelentes políticos marxistas han dado al “economicismo”, que pretendía reducir toda la existencia humana al problema del paro y de los niveles de salarios.

Este “marxismo vulgar” pretendía que una crisis económica de la magnitud de la de 1929-1933 tenía que desembocar por fuerza en una evolución ideológica hacia la izquierda de las masas afectadas. Mientras que en Alemania aún se hablaba de “auge revolucionario”, incluso después de la derrota de enero de 1933, la realidad era muy distinta: la crisis económica, que hubiera debido imprimir un impulso hacia la izquierda a la ideología de las masas, inició de hecho un deslizamiento hacia la derecha, que se apoderó de todas las capas proletarias de la población. De este modo veíase aparecer una divergencia entre la evolución de la base económica, que empujaba hacia la izquierda, y la ideología de las masas, atraídas por el extremismo de derechas, divergencia que entonces no se percibía. Por este motivo no se ha planteado el problema de saber cómo fue posible que las masas depauperadas se pasaran al nacionalismo. Palabras tales como “chauvinismo”, “psicosis”, “consecuencias del tratado de Versalles”, no nos pueden explicar la tendencia del pequeño burgués arruinado a identificarse con el radicalismo de derecha, ya que son incapaces de delimitar realmente el proceso en cuestión. Por otra parte, la orientación hacia la derecha no era sólo determinante de los pequeños burgueses, sino también de una parte no despreciable y moralmente importante del proletariado. Se olvidó que la burguesía, escarmentada por la revolución rusa, había intentado poner en práctica medidas de precaución nuevas que tenían un carácter extraño y que el movimiento obrero no se molestó en analizar (por ejemplo, el “New Deal” de Roosevelt). Nadie percibió que el fascismo, al principio de su carrera, habíase levantado contra la gran burguesía, antes de convertirse en un movimiento de masas. No se trataba, por lo tanto, de intentar neutralizarlo calificándolo de “simple guardián del capital financiero”, aunque no fuera más que por que se trataba de un movimiento de masas.

…la crisis económica, que hubiera debido imprimir un impulso hacia la izquierda a la ideología de las masas, inició de hecho un deslizamiento hacia la derecha, que se apoderó de todas las capas proletarias de la población. De este modo veíase aparecer una divergencia entre la evolución de la base económica, que empujaba hacia la izquierda, y la ideología de las masas, atraídas por el extremismo de derechas, divergencia que entonces no se percibía.

¿Dónde residía, pues, el problema?

La concepción fundamental de Marx partía de la idea de que al trabajo se le explotaba como a una mercancía, de que el capital se encontraba concentrado en unas cuantas manos y que esta situación entrañaría la depauperación progresiva de la humanidad trabajadora. De este proceso, Marx deducía la necesidad de “expropiar a los expropiadores”. Según este punto de vista, las fuerzas productivas de la sociedad capitalista trascienden el cuadro del modo de producción. La contradicción entre la producción social y la apropiación privada de los productos por el capital no se puede abolir más que restableciendo el equilibrio entre el modo de producción y el nivel de las fuerzas productivas. Hay que completar la producción social con la apropiación social de los productos. El primer acto de esta apropiación es la revolución social, y ello constituye el principio económico fundamental del marxismo. Esta teoría afirma que el equilibrio no se puede restablecer si la mayoría empobrecida no instaura la “dictadura del proletariado”, dictadura de la mayoría de los trabajadores sobre los que detentaban los medios de producción y fueron expropiados de ellos.

De acuerdo con la teoría de Marx, se daban ya las condiciones económicas para la revolución social: el capital estaba concentrado en algunas manos, el paso de la economía nacional a la economía mundial se veía estorbado por el dispositivo aduanero de los Estados nacionales, la economía capitalista no llegaba a alcanzar ni la mitad de su capacidad de producción, el caos reinaba por doquier. La mayoría de la población de los países muy industrializados vivía en la mayor de las indigencias, se contaban poco más o menos 50
millones de parados en Europa, centenares de millones de trabajadores vegetaban miserablemente. Pero la “expropiación de los expropiadores” se hacía esperar; la evolución social situada ante la alternativa “socialismo o barbarie” optó provisoriamente por la “barbarie”, puesto que ello significaba el fortalecimiento del fascismo y la destrucción del movimiento obrero. Los que se creen “seguros” de poder poner sus esperanzas en el desenlace revolucionario de la guerra mundial que se está preparando (*), los que cuentan con la posibilidad de que las masas armadas hagan uso de sus armas contra el enemigo interior, demuestran no haber seguido la evolución de la técnica bélica moderna. Lo más verosímil es que el armamento de las masas en el curso de la guerra que está por venir sea una hipótesis con pocas posibilidades de realización. La guerra, se dice, la realizaría un puñado de técnicos seguros y seleccionados, que atacarían a las masas desarmadas de los grandes centros industriales.
Por lo tanto, es preciso reconsiderar el problema a fin de poner a punto una nueva táctica revolucionaria.
(* la segunda Guerra Mundial)

De acuerdo con la teoría de Marx, se daban ya las condiciones económicas para la revolución social (… …) Pero la “expropiación de los expropiadores” se hacía esperar; la evolución social situada ante la alternativa “socialismo o barbarie” optó provisoriamente por la “barbarie”

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