La teoría racial
1. Su contenido
Cap.3, parte 1 | Psicología de masas del Fascismo — Wilhelm REICH
El eje del fascismo alemán es su teoría racial donde la naturaleza “ordena” la pureza de la raza, en una forma extrema de metafísica biológica.
Según Hitler hay que dividir a la humanidad en las razas que crean las civilizaciones, las razas que las representan y las razas que las destruyen. La decadencia de una civilización se debe al mestizaje.Esta teoría se basa en Darwin y sirve a la glorificación de la guerra y como pretexto para el imperialismo del fascismo. Estas ideologías contradictorias y absurdas sirven a los intereses del imperialismo alemán. No debemos refutarlas por medio de argumentos científicos, sino que debemos poner de manifiesto sus funciones irracionales: dar una justificación biológica a las aspiraciones imperialistas y expresar impulsos afectivos inconscientes de la sensibilidad nacionalista.
El eje alrededor del cual se articula el fascismo alemán es su teoría racial. El programa económico de lo que se ha llamado los “25 puntos” no aparece en la ideología fascista más que como un medio de “purificar a la raza germánica y de protegerla de todo mestizaje” que, según los nacionalsocialistas, conduce siempre a la decadencia de la “raza superior”. Más aún, incluso la decadencia de una civilización podría ser el efecto del mestizaje. Según este punto de vista, la tarea más noble de una nación consiste en salvaguardar la pureza de la raza y en realizar los más grandes sacrificios para conseguir esa meta. Esta teoría ha encontrado su aplicación práctica en la persecución de los judíos en Alemania y en todos los territorios ocupados.
Según este punto de vista, la tarea más noble de una nación consiste en salvaguardar la pureza de la raza
La teoría racial parte del principio de que el apareamiento de cada animal con un representante de su propia especie constituye una “ley de bronce” de la naturaleza. Sólo circunstancias excepcionales, tales como la cautividad, pueden conducir a la inobservancia de esta ley y, por lo tanto, al mestizaje. Pero la naturaleza se venga y se opone por todos los medios a estas prácticas, como por ejemplo, esterilizando a los bastardos o limitando la fecundidad de los descendientes. A cada unión de dos seres vivientes de diferente “nivel”, la descendencia se sitúa en la “media”. Luego la naturaleza tiende siempre a elevar el nuevo nivel a través de su “selección”; por esta razón, el abastardamiento contraría la voluntad de la naturaleza. La selección de la especie superior se opera también en la lucha por el pan cotidiano, que elimina ipso jacto a los seres inferiores, de menor valor racial. Aquí también es consecuente consigo misma la naturaleza, ya que la evolución y el perfeccionamiento de las especies se detendrían si los débiles, que constituyen la mayoría numérica, pudiesen eliminar a las especies superiores. Por esta razón, la naturaleza somete a los débiles a condiciones de vida más duras, que limitan su número. Tampoco tolera una reproducción al azar, sino que efectúa una selección despiadada según los criterios de fuerza y salud.
La teoría racial parte del principio de que el apareamiento de cada animal con un representante de su propia especie constituye una “ley de bronce” de la naturaleza.
Esta ley se aplica a pueblos enteros: la historia nos enseña que el mestizaje del ario con los pueblos “inferiores” conduce siempre a la decadencia del representante de la cultura. De este modo, el nivel de la raza “superior” desciende; asistimos a la regresión física e intelectual, a la aparición de un mal progresivo e incurable (“Siechtum”).
Según Hitler, el continente norteamericano preservará su poder en tanto no sucumba también al incesto (Blutschande), es decir, en tanto no se mezcle con los pueblos no germánicos.
“Provocar una evolución tal no significa otra cosa que cometer un pecado contra la voluntad del creador eterno”.
Es evidente que nos encontramos aquí con una serie de conceptos místicos: la naturaleza “ordena”, “quiere”, es “razonable”. Se trata de una forma extrema de metafísica biológica.
Es evidente que nos encontramos aquí con una serie de conceptos místicos
Según Hitler hay que dividir a la humanidad en un cierto número de razas, de las cuales, unas crean las civilizaciones, otras las representan y, por último, otras las destruyen. El único al que se puede considerar creador de civilizaciones es el hombre ario, ya que sólo de él provienen los “fundamentos y defensas de las creaciones humanas.” Los pueblos de Asia, como los japoneses o los chinos, representan a las civilizaciones que en otro tiempo tomaron prestadas de los arios. Por el contrario, los judíos son una raza destructora de civilizaciones. Las “grandes civilizaciones no han podido desarrollarse más que gracias a la presencia de los «hombres inferiores»”. La primera civilización surgió de una tal utilización de las razas humanas inferiores. Al principio fue el vencido quien tiraba de la carreta; más tarde esta tarea le fue confiada al caballo. El ario conquistador ha subyugado a las razas inferiores y se ha servido de su trabajo para sus propios fines, según su voluntad. Pero cuando las razas sometidas comenzaron a aprender la lengua y las costumbres de sus “señores” y desde que cayeron las barreras estrictas entre los señores y los esclavos, el ario, al renunciar a la pureza de la sangre, perdió el “paraíso”, y, al mismo tiempo, perdía también su creatividad cultural. No es preciso decir que Adolfo Hitler representaba una de las cumbres de la civilización.
Según Hitler hay que dividir a la humanidad en un cierto número de razas, de las cuales, unas crean las civilizaciones, otras las representan y, por último, otras las destruyen.
“El mestizaje y el descenso del nivel racial que provoca son las únicas causas de la muerte de las civilizaciones antiguas, puesto que los hombres no perecen al perder las guerras, sino al perder esa capacidad de resistencia que sólo corresponde a la sangre pura.”
(Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925)
No es preciso refutar esta concepción de base por medio de argumentos científicos. Tal concepción obtiene sus argumentos de la hipótesis darwiniana de la selección natural que, en más de un sentido, es tan reaccionaria como revolucionario es el descubrimiento de que las especies descienden de seres inferiores vivos; como tal sirve de pretexto a la función imperialista de la ideología fascista, ya que si los arios son el único pueblo creador de civilizaciones, pueden reclamar para ellos, por derecho divino, el dominio del mundo. Una de las exigencias de Hitler, precisamente, era el ensanchamiento de las fronteras del Reich alemán, sobre todo hacia el Este, es decir, en detrimento de la Unión Soviética. La glorificación de la guerra imperialista caía de lleno en la línea de esta ideología:
“El fin por el que nos batimos en la guerra era el más noble y el más sublime que los hombres se puedan imaginar: la libertad y la independencia de nuestro pueblo, la garantía de sus abastecimientos futuros y… el honor de la nación”
(Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925)
“El objeto de nuestra lucha futura será la garantía de la existencia y de la
multiplicación de nuestra raza y de nuestro pueblo, el alimento de sus hijos y la preservación de la pureza de su sangre, la libertad y la independencia de la patria, para que nuestro pueblo pueda madurar y prepararse para la misión que le ha sido asignada por el Creador del Universo”.
(Mein Kampf (Mi lucha), Adolf Hitler — 1925)
Lo que a nosotros nos interesa exclusivamente es el origen irracional de estas ideologías, especialmente de la teoría racial, con sus contradicciones y sus absurdos; ideologías que, objetivamente, tenían que servir a los intereses del imperialismo alemán. Los teóricos racistas que pretenden justificarse con una ley natural olvidan que la selección racial entre los animales es una operación completamente artificial. La cuestión no es saber si el perro o el gato, sino si el pastor alemán o el galgo experimentan una “aversión instintiva” contra el cruce. Y si el alemán y el eslavo experimentan una “aversión instintiva” contra el cruce.
Lo que a nosotros nos interesa exclusivamente es el origen irracional de estas ideologías, especialmente de la teoría racial, con sus contradicciones y sus absurdos; (…) La cuestión no es saber si el perro o el gato, sino si el pastor alemán o el galgo experimentan una “aversión instintiva” contra el cruce.
Los teóricos del racismo, que es tan viejo como el imperialismo, pretenden instaurar la “pureza de la raza” entre pueblos a los que la expansión económica ha sometido a tantos mestizajes que la “pureza de la raza” no es ya hoy más que un espantapájaros. No insistiremos más sobre una segunda estupidez de esta “teoría”, sobre la cuestión de saber si la ley natural no postula más bien la mezcla que la pureza de las razas. Cuando se emprende la tarea de examinar una teoría que no ha partido de los hechos para llegar a apreciaciones, sino de las apreciaciones para deformar los hechos, resulta imposible convencer a un fascista narcisista imbuido de la superioridad de la raza germánica, por medio de los argumentos; y ello por la razón evidente de que él no obedece a los argumentos, sino a los sentimientos irracionales. Perderemos el tiempo, por lo tanto, explicándole que los negros o los italianos son tan “raza” como los germanos. Tiene conciencia de su superioridad y el resto ya no le interesa. Para batir en toda regla la teoría racial hay que poner de manifiesto sus funciones irracionales, de las que se cuentan fundamentalmente dos: la primera sirve para dar una justificación biológica a las aspiraciones imperialistas, la segunda quiere expresar impulsos afectivos inconscientes de la sensibilidad nacionalista y camuflar ciertas tendencias psíquicas. Consideremos esta última función de la teoría racial.
Resulta curioso observar que, para calificar las relaciones sexuales entre arios y no arios, Hitler se sirva del término “incesto” (Blutschande), es decir, las relaciones sexuales entre parientes cercanos. ¿Dónde nace la ineptitud de una “teoría” que tenía la pretensión de echar las bases de un mundo nuevo, de un «Tercer Reich»? Si nos hacemos a la idea de que los fundamentos irracionales y emocionales de una hipótesis de este tipo se explican siempre en función de hechos existenciales concretos, si dejamos de creer que la búsqueda de tales fuentes ideológicas irracionales basadas en la racionalidad vuelve a situar el problema en el campo de la metafísica, emprenderemos el caminos que conduce directamente a las mismas fuentes de la metafísica y comprenderemos, no solamente las condiciones históricas de su génesis, sino también su sustancia. Los resultados de nuestra investigación son suficientemente elocuentes.
…resulta imposible convencer a un fascista narcisista imbuido de la superioridad de la raza germánica, por medio de los argumentos; y ello por la razón evidente de que él no obedece a los argumentos, (…) Para batir en toda regla la teoría racial hay que poner de manifiesto sus funciones irracionales, de las que se cuentan fundamentalmente dos: la primera sirve para dar una justificación biológica a las aspiraciones imperialistas, la segunda quiere expresar impulsos afectivos inconscientes de la sensibilidad nacionalista y camuflar ciertas tendencias psíquicas.