La Revolución del Amor: qué hay detrás de Tinder

Miguel Goyeneche
15 min readJun 18, 2018

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¿Se puede encontrar el verdadero amor a través de Tinder? ¿Quiénes son los genios detrás de esto? ¿Hay un Cupido manejando los hilos? ¿Cómo resignifica nuestras relaciones románticas?

“Social Decay” — Andrei Lacatusu en Behance

Por Delfina Casali, Miguel Goyeneche, Joaquín Ibarra y Mercedes Pappa

Querido lector, antes de que comiences a disfrutar de esta nota, te dejamos un breve glosario con referencias de lenguaje para evitar confusiones y dudas.

Elaboración propia

Tinder, Match, ¡Amor!

Ella

Yazmina le dio like a Daniel porque en las fotos tenía cara de bueno. También le interesó que hiciera percusión, pero que no se dedicara exclusivamente a la música. Ella estaba intentando salir de una relación con un muchacho que también había conocido por Tinder, y a la que no le auguraba mucho futuro. Sus ganas de encontrar a alguien fuera de su ambiente profesional -el tango- sin tener que salir a un boliche o a un after office la habían llevado a descargarse la aplicación. A sus 38 años, encontró la herramienta perfecta para cumplir con su objetivo. Y la bajó, claro, con muchos prejuicios.

Para describirse solo utilizó la palabra “pianista”. Agregó unas fotos en las que se veía su cara -y no su cuerpo- y otras en las que estaba leyendo, porque sentía que eso la representaba. Tuvo éxito. Yazmina conoció a varios hombres a través de Tinder: hasta se permitió salir con un macrista, a pesar de su duda inicial. Aunque resultó ser un buen tipo, no hubo química entre ellos. Yazmina pasó por experiencias positivas y profundas, y otras un tanto fallidas y más superficiales. Presentarse desde cero en cada cita se había tornado una actividad agotadora, pero ella estaba convencida de que así encontraría a alguien a quien amar. Estaba saliendo de un ensayo cuando Daniel le devolvió el like, e hicieron un match. Enseguida él le habló, y conversaron por chat durante toda su vuelta a casa en el 151.

Él

Daniel estuvo casado por 14 años, y se separó a finales de 2016. En octubre de 2017, a sus 44 años y tras casi diez meses sin compañía femenina, se descargó Tinder. Le parecía una pavada, creía que solo servía para encontrarse con alguien y tener relaciones sexuales. Pero era su única manera de conocer a una chica, porque su timidez -y su entendimiento de las cosas que se pueden y no se pueden hacer a su edad- le impedía encarar mujeres en un boliche.

Daniel sí se puso las pilas para presentarse: “Uruguayo, diseñador gráfico, comensal”. También compartió su cuenta de Instagram, en la que publica fotos de sus dibujos, porque le parecía que era un buen primer acercamiento con su humor y su forma de ser. Más tarde -después de descubrir que había varias mujeres más interesadas en su bolsillo que en su corazón- agregó que no tenía auto y que no manejaba nada con motor. Además, tenía algunas estrategias -aunque él se niega a usar esa palabra- para causar una buena impresión.

Elaboración propia

Antes de conocer a Yazmina, había tenido encuentros con unas cuantas chicas. Nunca fue mujeriego, pero percibió aceptación de parte de sus interlocutoras en todas sus citas. Y a medida que conocía a más y más personas tan disímiles como valiosas, desarmó el prejuicio que tenía cuando empezó a usar Tinder: no todas las relaciones que nacen a partir de la aplicación hacen agua. No solo eso. Algunas, incluso, terminan siendo grandes historias de amor. Lo confirmó unos meses después.

Ellos

Yazmina arregló la primera cita con Daniel en un bar a unas pocas cuadras de su casa, donde ya había conocido a otro hombre, con quien la cosa no había prosperado. Era viernes. Daniel estaba muy nervioso cuando pasó a buscarla por su casa -a pie, por supuesto-. Pero se relajó cuando la vio acercarse por el pasillo para abrirle la puerta con una sonrisa ansiosa. Mientras se conocían, comieron una pizza y escucharon un show de música venezolana. No hubo momentos de incomodidad, pero a Daniel le hizo ruido cuando Yazmina le dijo que necesitaba irse a su casa porque se sentía mal. Aún así la acompañó, la despidió con un beso en la mejilla y volvió a su casa con una sensación linda en el cuerpo. Pasarían dos meses hasta que la volviera a ver.

Fue el 9 de marzo. Yazmina tocaba en el Celta Bar a las 9 de la noche y lo invitó a Daniel. Él le dijo que le encantaba la idea, pero que dudaba poder ir porque él también tocaba unas horas más tarde. Esa noche, desde el escenario, a ella le pareció ver su cara entre el público. Cuando bajó a saludar, no lo encontró por ningún lado. “¿Viniste?”, le preguntó por mensaje. “Sí, fui. Disculpá que tuve que irme antes”, le contestó él. Y ahí nomás, la conquistó.

Yazmina y Daniel

Un martes de las semanas siguientes Yazmina debía ir hasta Constitución para que le hicieran una nota. “¿Y pensás ir sola?”, le preguntó Daniel. Como ella no tenía quien la acompañara, él se ofreció. La pasó a buscar, se tomaron el subte, y él se quedó junto a ella durante toda la entrevista. Después, a modo de agradecimiento, Yazmina lo invitó a cenar a su casa.

Unos días más tarde, Daniel le confesó por mensaje que sentía cosas por ella. La invitó al cine, y fueron a ver “Perfectos Desconocidos”. La película aún no había empezado cuando él la tomó de la mano tímidamente y le dio un beso -el primero- en la boca. Parece que las parejas que se conocen por Tinder no le hacen asco a las tradiciones. O por lo menos, no a todas.

Derribando Prejuicios

El mito de que las aplicaciones de citas sólo sirven para encuentros fugaces de una o pocas noches se está diluyendo cada vez más. Como Yazmina y Daniel, existen muchos otros casos de gente que inició relaciones serias de larga duración con personas que conocieron en aplicaciones como Tinder o Happn. En Bustle publicaron un estudio realizado por una empresa de marketing que muestra qué tan comunes son las relaciones serias surgidas de aplicaciones.

El estudio se basó en la información provista por 500 usuarios, de entre 18 y 65 años, y mostró que gran parte de las nuevas relaciones provienen del “swipeo”.

Según la experta en relaciones April Masini, “las aplicaciones de citas tienen el factor de portabilidad, por lo que las podemos usar en el colectivo o esperando por una reunión. Son tan fáciles de usar en los celulares, que las podemos llevar con nosotros a todas partes. Tu vida se flexibiliza mucho más con estas aplicaciones móviles. Pueden hacernos ahorrar mucho tiempo.”

Fuente: SimpleTexting

Contrariamente a la creencia popular, un 38% de hombres y un 44% de mujeres buscan largas relaciones en estas aplicaciones.

Fuente: SimpleTexting

Como se puede ver en este gráfico, un 7.2% mantuvo relaciones entre 6 y 12 meses; un 14.7% las mantuvo más de un año; y un 13.6% dijo que luego de conocerse a través de estos medios, están comprometidos o casados. Esto significa que cerca del 35% mantuvo relaciones serias por más de 6 meses, un resultado bastante distinto al prejuicio popular que tiene Tinder.

Fuente: SimpleTexting

Este gráfico derriba el pensamiento general de que el único propósito de Tinder es tener aventuras de una noche. Más del 50% de los usuarios consultados dijo no haber tenido nunca una relación efímera. Un 18.7% evitó responder esta pregunta, por lo que el porcentaje de usuarios que sí tuvieron relaciones de este estilo, se ve bastante más reducido de lo que se suele pensar.

La historia de Yazmina y Daniel es un claro ejemplo de que tanto Tinder como las otras aplicaciones de citas no son solo utilizadas para noches de lujuria, sino que también se buscan compañeros, amigos, o incluso alguien con quien compartir una comida.

Fuente: histografias.com

Modelo de Negocios

Tinder está disponible en 196 países en más de 40 idiomas distintos. La aplicación es propiedad del holding estadounidense InterActiveCorp, mejor conocido como IAC. Para marzo de 2014, el 5% de la población de Australia tenía un perfil creado en Tinder. Durante la Copa Mundial de fútbol de 2014, en Brasil, la aplicación tuvo un incremento de más del 50% de los usuarios en ese país. Los cariocas son el tercer país con mayor cantidad de usuarios a nivel mundial, luego de Estados Unidos y el Reino Unido.

¿Cuánto vale Tinder? Según la revista Forbes, en julio de 2017 la aplicación estaba valuada en 3 billones de dólares, nada mal para una aplicación que comenzó a cotizar en la Bolsa en 2015.

En 2015 Tinder lanzó un servicio premium pago (freemium), llamado Tinder Plus. Esto permite al usuario una mayor cantidad de swipes por día, como también arrepentirse de algún movimiento equivocado (o no tanto). Estas suscripciones pueden llegar a un valor de 20 dólares mensuales, dependiendo de la edad del usuario. Según el medio TechCrunch, varias consultoras intentaron estimar la cantidad de suscriptores, por lo que este número varía entre 100.000 y 297.000 usuarios.

Existe también una versión experimental llamada Tinder Gold que tiene todas las funciones de Tinder Plus, más la capacidad de ver qué usuarios han likeado nuestro perfil. Esta tiene un valor aproximado de entre 15 y 82 dólares, dependiendo de la edad del usuario y su ubicación.

Otras formas de financiación que encontró la empresa son el método de monedas o cartera virtual, en la que el usuario puede comprar cierta cantidad de monedas para desbloquear funciones premium cuando quiera; y la constante venta de publicidad a través de Google Adsense o Admob para que los usuarios visualicen dentro de la aplicación.

¿Hay un cupido detrás de Tinder?

Las aplicaciones de citas pueden parecer para muchos la solución mágica a los problemas en las relaciones. Pero lo cierto es que las soluciones mágicas no existen. Y en épocas donde todo se divide en ceros y unos, Tinder no es la excepción. Mientras los usuarios esperan que el destino los cruce virtualmente con el amor de su vida, el destino se disfraza de algoritmo.

Elaboración propia

Los vínculos amorosos construidos a través de Tinder

Conseguir una cita a través de Tinder podría asemejarse bastante a ir de shopping: una gran vidriera se extiende frente a nosotros y la elección de qué comprar y qué no -a quién matchear y a quién no- se concentra en la palma de nuestras manos. Gracias a Tinder podemos acceder a un catálogo de posibles parejas a través de nuestro smartphone, sin la necesidad de movernos de nuestros espacios para salir en búsqueda del objetivo.

Esta transformación tecnológica trae aparejados distintos interrogantes: ¿Las redes sociales reducen las relaciones cara a cara? ¿El modo de conocerse a través de estas apps propicia otro tipo de vínculo? ¿Cómo se construye la identidad en las mismas? ¿Qué habría de distinto entre conocerse en un boliche y hacerlo a través de Tinder? ¿Estas apps propician la fugacidad de los vínculos amorosos o, más bien, son un reflejo de algo que ya sucede en la sociedad?

Delfina Perino

¿Qué tiene para decir la filosofía?

Enfrentamos las posturas de dos filósofos para intentar responder (o generar más preguntas) sobre Tinder y los vínculos creados a partir de la app. Valentín Muro se define en su biografía de Twitter como “casi filósofo”, escribe para La Nación y es el creador de “Cómo funcionan las cosas”. Maximiliano Butera es profesor de filosofía y brinda talleres de la asignatura para niños.

¿El modo de conocerse a través de Tinder propicia otro tipo de vínculo?

Valentín
Como filósofo te puedo decir sí y no. Por un lado, lo que tiene Tinder sobre todo es superficialidad. Es muy poca la información que podés tener de la otra persona, por lo que, en cierto sentido, es más como conocer a alguien que ves en un bar y te llama la atención que conocerlo/a en un foro o en Facebook y demás. Sobre todo porque tenés acceso a su aspecto físico y no a su personalidad. Obviamente la biografía te da algo de información -y, ahora también, acceso a su Spotify e Instagram- por lo que un poco te podés hacer la idea de por dónde va esa persona. Pero, en cualquier caso siempre lleva la necesidad de conversar y hacerle preguntas. La información que te da Tinder te sirve, más que nada, como disparadores.

El vínculo que se da después, ya es un vínculo como cualquier otro. Es casi anecdótico. No necesariamente las parejas que se conocen a través de Tinder después tienen una relación distinta a aquellos que se conocen en un cumpleaños y demás, ni hay una correlación entre eso y peores matrimonios. Es solo el punto de entrada.

Maximiliano
Pienso que todo vínculo está marcado por el espacio y el tiempo donde nace. No obstante, las personas podemos desmarcarnos de todo. O casi todo. Empero, nacer es un hecho clave en la vida de cada persona. En este caso, el nacimiento de un vínculo vehiculizado por una plataforma virtual es un vínculo que se construye desde la virtualidad. Y una virtualidad de la seducción, podemos decir. Tinder es una app que te permite conectarte con otros para concretar citas. Esto hace singular el vínculo. Tinder es un insumo más de una mercadotecnia del amor. Una mercadotecnia que sostiene un tipo de amor capitalista. El capitalismo instala la falta como motor del deseo o, lo que es lo mismo: el deseo se transforma en miedo a la falta.

Un fantasma recorre occidente: el miedo a no tener pareja.

Y Tinder es funcional a todo esto. Tinder, como toda app, cubre una necesidad de mercado. Y en este mercado el producto somos nosotros: nos exponemos, nos publicitamos. O sea, nosotros, como valor de cambio, nos ofrecemos como un producto más, envueltos en un packaging virtual de este sistema de consumo dispuestos a ser evaluados estéticamente por otros. Muchos de esos personajes son narcisistas. O sea, una relación iniciada desde Tinder podría configurar una resignificación del vínculo. Pero, ¿podemos construir algún vínculo que no nos sea útil y/o placentero? ¿Una relación es (más) real y por eso (más) auténtica si se inicia cara a cara? ¿Una conversación por Tinder es menos emocionalmente movilizante que una conversación que se da cuerpo a cuerpo frente al mar? En un sistema que para funcionar nos hizo creer que el deseo es carencia de una cosa, ¿los deseos tienen la posibilidad de verse colmados alguna vez? En síntesis, Tinder propicia vínculos, ¿qué tipo de vínculos? Vínculos tinderizados, o sea, mercantilizados y disciplinados por una plataforma que administra, estandariza y fuerza un deseo: el deseo de atracción que maquille la soledad.

¿Qué rol juega la honestidad? ¿No es sincero, en algún punto, comenzar un vínculo a través de una app en la que todos saben para qué están ahí?

Valentín
La honestidad aplica a vínculos a través de Tinder como de cualquier otra plataforma o modo de conocerse. No es cierto que todos en Tinder estén en la misma y de hecho, a diferencia de otras plataformas que explicitan qué está haciendo cada uno, en Tinder no está necesariamente claro. Lo comparo con Ok Cupid porque en esta app vos podés marcar, por ejemplo, que estás en una relación monogámica, que estás buscando una pareja de corta/larga duración, solo amigos, solo sexo, lo que sea. En Tinder eso te lo tenés que enterar charlando con la otra persona, de algún modo la app lo hace más difícil. Después, respecto de si la gente es honesta o no, engaños hay en todos lados.

Pero es cierto que esa ambigüedad hace más fácil cierto comportamiento camaleónico que en Ok Cupid no podrías: si declarás algo en Ok Cupid y después alguien te pregunta y decís lo contrario, es evidente que es una mentira. En Tinder no tendrías forma de saber eso a priori.

Maximiliano
Primero sería útil responderse ¿qué es ser honesto? ¿Hablamos de honestidad para con los otros y/o para conmigo? Honestidad es integridad. Es decir, si relacionamos honestidad con sinceridad, autenticidad, verdad, lo real… posiblemente en ninguna situación de conquista seamos totalmente honestos. Se dice que todas las personas simulamos cierto rol socialmente aceptado, admitido, desempeñando un papel del que podemos estar convencidos o no. Lo hacemos en las citas amorosas en las que construimos un relato autocomplaciente mostrando lo que consideramos conveniente mostrar (y así ocultando lo que no es conveniente) o lo que nos gustaría ser. En algún momento todos tenemos algo de impostores, aunque corremos el riesgo de terminar creyendo nuestra propia fabulación. Por otro lado, se me ocurre que en Tinder partimos de una realidad simulada. Un hiperrealidad, la llama Baudrillard. Una realidad más real que la propia realidad parte de simulacros. No debe creerse que es una “falsa realidad”, ya que sus efectos son reales. Por lo tanto, digo que Tinder es un productor de hiperrealidades que los usuarios fertilizan.

¿Qué rol juega la construcción de una identidad?

Valentín
Las redes sociales en general, y en eso incluyo a Tinder, son algo sobre lo que, no sé si necesariamente construimos una identidad pero sí la mostramos. Es decir, es el lugar donde presentamos una identidad construida, una de varias posibles. Y te sirve como una especie de vidriera en donde te exponés exactamente de la forma que querés, hacés la selección que querés. En Tinder podríamos mostrarnos de forma distinta a como lo hacemos en Twitter o en Facebook o en los pasillos de la facultad.

Y eso, en gran parte, es su gracia. Pero no hay que atribuirle demasiado a la plataforma en ese sentido, es solo un espacio más y al estar vinculado a ciertos fines -encontrar pareja sobre todo, cojer- la construcción que se hace va a estar amoldada a eso.

Maximiliano
Todo dispositivo tecnológico impacta (de modo diferente y en medidas diferentes) en la construcción de nuestra identidad. Ya nadie existe por sí mismo. En el caso de Tinder la identidad asume una acción masturbatoria, pornográfica, narcisista. Modifica nuestro modo de iniciar y fabricar relaciones con los otros. Esto modifica nuestra subjetividad. Elegir una postura entre las posturas deseables que en las redes sociales se difunden para tomarse una fotografía es un modo de ver cómo impacta y configura nuestra mirada y así nuestra identidad. Y pienso que, a modo más general, toda tecnología es a la vez algo que utilizamos y algo que nos utiliza, símbolo a la vez de dominio y sumisión, de libertad y de servilismo. Esto ocurre porque la tecnología se implanta en nuestras prácticas diarias estructurándolas y así gobernándonos. Aunque nos creemos libres y autónomos somos un efecto de todo esto. ¿No nos priva del esfuerzo de construirnos a nosotros mismos libremente?

Toda tecnología es a la vez algo que utilizamos y algo que nos utiliza, símbolo a la vez de dominio y sumisión, de libertad y de servilismo.

¿Qué tiene para decir la sociología?

En “Mitomanías de los sexos”, Eleonor Faur y Alejandro Grimson se proponen desarmar los mitos y las medias verdades más comunes de nuestro lenguaje a través de argumentos, datos y con ganas de abrir la discusión en todos los ámbitos científicos. En el capítulo “Mitos sobre el sexo y la sexualidad”, uno de los mitos que se proponen repensar es el siguiente:

“Las redes sociales reducen las relaciones cara a cara”

¿Cuántas veces lo hemos escuchado? ¿Qué hay de verdad en esto? Los autores explican:

“Las cartografías de la sexualidad se multiplicaron. Pero no dejaron ni podrán dejar de estar vinculadas a características culturales. Así, hubo épocas en que las parejas eventuales o permanentes se conocían en el baile del pueblo o del club, y más tarde en una fiesta, un “asalto” o un recital. Al igual que ahora. Pero también las redes ofrecieron la posibilidad de la regularización y cierto autocontrol sobre las expectativas. No hace falta salir para conocer. Se vuelve accesible la posibilidad de contactos efímeros, que se descartan después de pocos intercambios por chat. (…) Al fin de cuentas, el que manda es el contacto interpersonal.”

Las aplicaciones en smartphones multiplicaron el uso de las plataformas virtuales. Tinder, por ejemplo, lidera este mercado.

Uno de los interrogantes que se plantean a la hora de desarmar el mito planteado es en qué medida estos dispositivos, especialmente Tinder, erosionan los encuentros personales. A priori, cualquiera podría decir que la mejor manera de conocer a otra persona es a través de un encuentro personal en el que se jueguen las miradas, los gestos, la espontaneidad y la realidad del aspecto físico. “Pero todo indica que ni se conoce más ni se conoce mejor: se conocen cosas distintas del otro”, detallan los autores.

La identidad que uno construye y elige mostrar en su perfil de Tinder es distinta de aquella que se presenta en persona. Partiendo desde este punto, podríamos pensar que Yazmina no hubiese sabido desde el primer momento que Daniel hacía percusión y podría no haberse interesado. Podrían haberse ignorado por completo en un encuentro en persona. Su historia podría no haber sido. Sin embargo, en Tinder hubo match y después amor.

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Miguel Goyeneche

Periodista. Leo más de lo que escribo. Me gustan tantas cosas que terminan gustándome pocas.