Sacrilegio

Miguel Yarull
2 min readJul 1, 2019

Para Glenda

Al séptimo día cometieron el sacrilegio.

Habían viajado a Madrid con la mochila llena de instrucciones y las habían seguido al pie de la letra. Era su primera vez en la ciudad, y aún así ya se sentían parte de ella. Habían dejado el alma — en forma de libros — en las casetas del Retiro; habían comido churros en San Ginés y tomado vermouth en Plaza Mayor; se embriagaron en Malasaña y despertaron en Chamartín, se pelearon en Salamanca y se besaron en San Miguel¹, fueron turistas en La Gran Vía y locales en Lavapiés.

Ahora era medianoche y por primera vez en varios días se sentían solos y lejos de casa. El letrero de neón estaba medio apagado, y nada menos que Lucky Star, de Madonna² salía del lugar. Aún así, y contra todo instinto, entraron y se acomodaron en la estrecha mesa.

El camarero se acercó y ordenaron lo que parecía el menú completo, salteado de tequila y tortillas y condimentos.

Venustiano Carranza supervisaba el sacrilegio, aprobándolo desde lontananza. Venustiano había peleado todas sus peleas en el siglo pasado, y ahora supervisaba pecados, faltas y sacrilegios en la comodidad de su portarretratos, en La Rosa Negra de la calle Del León.

Justo a dos puertas, el mejor jamón ibérico de toda la ciudad — quizás del continente — los esperaba; a tres puertas el mejor caldo, a cuatro puertas los mejores callos. En Madrid todo el mundo te recomienda algo. Es la ciudad mejor recomendada de la historia. Por eso nadie en casa podría saber de La Rosa Negra: porque nadie la había recomendado.

El tequila³ llegó y se ensuciaron las manos de salsa y de aguacate y de limón. Con el sucio llegó la felicidad, chorreándose por las barbillas, colándose entre los dedos, oliendo a salsa y a cebolla y a secreto bien guardado.

Salieron dando tumbos del lugar. Atrás quedó Venustiano en su portarretratos. Pensaron hacerle una foto pero nadie le conocería. Sería una explicación que no necesitaban dar, así que prefirieron caminar unos cuantos pasos y hacerse la foto en otro sitio, a cuatro puertas de allí, donde hacían la mejor paella de Madrid,en un lugar al que todos sus amigos habían visitado: allí donde les habían recomendado que no podían faltar.

(1) Todo el mundo se besa en Madrid. En todos lados. Nadie te lo dice, pero ahí están, en todos lados, besándose.

(2) El pop en Madrid es lo único terrible y ochentero.

(3) El tequila o la tequila no tiene sexo y nos quiere a todos por igual.

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Miguel Yarull

Escritor y Guionista. Santo Domingo. La Gunguna, Veneno, Kinky Tania, Primu, Bichán, Vinyl. Actualmente presento mi nuevo libro de relatos, “Turbulencia”.