Una estrella que apunta hacía Sudamérica.
El 13 de marzo de 2013 cuando se asomó un cardenal argentino al balcón de San Pedro, no habría comprendido que señal significaría esta elección en mi vida.
Pero sabía, para fraseando las palabras del propio Papa Francisco, que “los cardenales lo habían agarrado del fin del mundo”.
Una cosa que me encantó apenas lo vi fue su cara alegre que parecía decirnos todo del su ser argentino.
Lo inicias a amar rápidamente como pastor, con aquellos gestos hacia los más pobres y los marginados. Un pontífice no europeo en la iglesia, ¡por fin!
Hagamos ahora un salto de dos años. Abril del 2015.
Me encontraba en la universidad de Roma tre, en la universidad de Derecho, era una tarde de finales de abril, como muchas otras, estaba siguiendo el curso de derecho privado. Me preguntarían seguramente: “Y.. que importa todo esto con eso que estabas diciendo sobre América Latina?”
Terminada la clase, recuerdo que mi primo Giacomo y un amigo, de nombre Andrea, comenzaron a hablar con un chico rubio que estaba en el aula, él les habría dicho de todo menos que venía del Paraguay, como después descubrí. También lo conocí yo, como ellos, y así supe la existencia de Nico Prono, por medio de la bebida paraguaya, el Tereré, que había llevado a la clase, en ese contenedor raro.
Giacomo y Andrea se acercaron a él para preguntarle que cosa era. Nico les explicó y se presentó como “misionero” del Paraguay, amante de la política y del fútbol, vino a Italia, movido por la fe en Cristo y por la grande devoción a la Virgen de Schoenstatt.
De aquella pequeña curiosidad del tereré, sin saberlo habría nacido, desde ese momento, una grande amistad con Nico, quizá las más linda amistad que había tenido.
Me preguntaría por qué? No tengan apuro, al final del artículo tendrán la respuesta.
A través de Nico, conocí al extraordinario Padre Alfredo, capellán de derecho, su hermano Sebastián, y los otros misioneros venidos del Paraguay: Braulio y Jorge.
Aprendí muchas cosas sobre su misión, en particular sobre el movimiento mariano de Schoenstatt, del cual forman parte. Con ellos compartí viajes, asados, y salidas a tomar, momentos de oración, así también con el buenísimo grupo Guircap, grupo de universitarios de la universidad Roma 3.
En fin, gracias a Nico encontré catapultado a un mundo nuevo, y así también cerca del ambiente universitario que frecuentaba cada día.
Cuando en enero del 2016 Nico, Braulio y Jorge tuvieron que volver, pensé que habría terminado todo, ¿dónde encontraría personas así en Roma?.
Pero me equivocaba, porque mientras un avión volvía a Sudamérica, otro avión llegaba, con otros misioneros del Paraguay con los cuales forjaría una amistad.
En efecto, superado el periodo de luto por el regreso de los “viejos”, los nuevos misioneros de Asunción: Mauri, Juan, Roro y Martín, sumándose después Piero, lentamente, pero de manera intensa, se volvieron grandes amigos de viaje. De este grupo de misioneros he valorado desde el comienzo su energía y sus ganas de enfrentar este desafío de la misión. Estar lejos de la casa de uno, durante un año es verdaderamente difícil e impensable para una persona como yo. Pero el camino, por suerte, ya había sido aplanado por quienes los precedía.
Como el escultor cuando comienza a esculpir una estatua ve solo un bloque de mármol en frente suyo, y trabajo de cincel, al final logra ver la obra de arte, así viví yo esta amistad con ellos, construida paso a paso sobre la base de la misma fe en Cristo.
También con ellos (los nuevos) he vivido momentos inolvidables, entre los cuales, me gustaría recordar dos, uno en el verano (julio) y el otro más reciente:
La primera, la JMJ de julio en Cracovia, junto con el resto del grupo de Giurcap y bajo la guía del Padre Alfredo.
Y la segunda, el testimonio que los 5 misioneros han venido a dar a los chicos que preparo para la comunión en mi parroquia. Estos chicos de 13/14 años harán la confirmación en abril del 2017, en la parroquia de San Luis de Montfort, en Monte Mario, un barrio de Roma donde vivo.
Fue muy lindo ver a los paraguayos en acción, organizar los juegos, escucharles hablar de la misión y la relación que cada uno tiene con la virgencita de Schoenstatt. Creo que todo eso ha marcado el corazón de los chicos, y espero que les haya afectado un poco en sus convicciones.
Este encuentro nació por intuición mia, compartida con Mauri, que es la siguiente: dar la posibilidad a todos, comenzando con los más chicos, de experimentar la generosidad con la cual Cristo nos da a Él mismo, poniendo en nuestro camino las vidas de personas como Mauri, Juan, Roro, Piero y Martín, y antes las de Braulio, Nico y Jorge, cuando menos nos esperamos. Y al mismo tiempo, ser también nosotros para ellos, motivos de crecimiento espiritual.
Hay, pues, un hilo que une estos últimos 3 años de mi vida, o sea Suramérica como tierra que derrama fe, contienen del cual ha llegado sino a Roma el amor que Jesús tuvo por mi.
Y la Iglesia guiada por un Papa argentino misericordioso, la presencia del P. Alfredo y de los otros misioneros en mi vida de universitario y la grande amistad con Nico no son otra cosa que el testimonio de esta hermosa verdad.
No hay duda. Mi estrella esta Navidad solo puede indicar una dirección: el Suroeste.