Nostalgia: La casita pintada
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Cuando era niña y en verano íbamos al pantano, sabía que estábamos llegando cuando veíamos por la ventanilla del coche la estación de tren de Herreros, en la difunta vía Santander — Mediterráneo.
Mi hermano y yo la llamábamos La casita pintada, porque nos parecía una casa pintada directamente sobre la ladera del cerro que se ve al fondo desde la carretera. Era un edificio pequeño, de dos cuerpos y una única altura, con un la puerta y un par de ventanas adinteladas, pintado en blanco y, si no recuerdo mal, verde.
Tras la parada de la actividad en esa vía del tren, el abandono y su posterior desmantelamiento, la casita pintada fue deteriorándose. Perdió el color convirtiéndose en un edificio gris, triste, abandonado. Dejó de parecer estar pintado sobre la ladera del cerro para ser una parte más del abandono al que poco a poco se ha ido sometiendo a la provincia de Soria.
Este verano, un día circulando por esa misma carretera camino de Casarejos, me pareció ver andamios y una hormigonera delante de la antigua estación de tren. Quién sabe si, quizás, alguien intentará devolverle su antiguo color, quién sabe si entonces volverá a ser La casita pintada.
