La bodeguita del medio

Morf0
2 min readOct 5, 2016

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Transitar por las calles de la Habana Vieja a bordo de un bicitaxi es menos riesgoso de como suena. Sin embargo, los adoquines disparejos y los ocasionales baches no ayudan al conductor quien, sin minar el ánimo, empuja los pedales bajo un clima cercano a los 28 grados. Es hábil, fuerte y muy platicador. Todos queremos ver el bar donde Hemingway acudía a tomar alcohol y despotricar contra la guerra, el gobierno norteamericano y la mafia italiana en un sitio y época donde ambos (mafia y gobierno norteamericano) convivían plácidamente bajo el terror de Batista. Para llegar ahí el conductor toma calles que son replicas de las anteriores, edificios maltrechos con lujosas pero angostas escaleras de mármol, todas las escaleras son de mármol en la Habana, un pequeño recuerdo de la otrora opulencia entre la que se movían los explotadores que vivían antes de la revolución. Todo ahí recuerda el antes y el después de la revolución. Hoy, todo es la revolución.

— Aquí no es como en México — explica el conductor con un marcado acento guajiro — , aquí cuidamos a los turistas como cuidamos a nuestra gente. ¿Esas cámaras? — señala hacia una de las cámaras de vigilancia que abundan por toda la ciudad — si pasa algo de inmediato los agarran. Aquí no es como allá que aparecen muertos por todos lados, aquí es tranquilo. Si hay un millón de habitantes en La Habana, hay un millón de policías — quizás refiriéndose a los Comités de la Defensa de la Revolución: civiles instruídos contra actos de sabotaje e invasión diseñados cuando Fidel y el Che comandaban— .

Se estaciona en la orilla de una calle en reconstrucción adyacente a una imponente construcción que aparenta ser un hotel. Los hoteles son un gran negocio para el ministerio de turismo en Cuba y no escatiman en invertir en la reconstrucción de edificios para tal propósito. El conductor continúa con su lección de seguridad:

—Hace años asesinaron a unos turistas, Fidel dió la orden de resolver el caso en un mes y en menos de ese tiempo fueron capturados y fusilados — el conductor hace el además de disparar un fusil — , eso necesita México. Si México tuviera tres meses de Raúl, se le acabarían las balas.

Caminamos rumbo a la Bodeguita del medio. No sorprende que la calle sea una de las más frecuentadas tanto por locales como por extranjeros, después de todo, hay que ver donde caminaba el viejo Hemingway. No se puede hablar de la Habana sin él como no se puede hablar de Cuba sin Fidel.

La Bodeguita del medio no es nada espectacular, quizás su mejor cara fue hace décadas, nada memorable. Una placa recordando a Hemingway y turistas rondando.

— Esta es la Bodeguita del miedo, miedo por sus precios, ninguno de nosotros viene a estos lugares, hay mejores y más baratos.

Toda la razón.

Una señora se me acerca a pedirme fuego para su puro apagado, haciéndome señas con las manos porque parece estar impedida del habla, le comparto y señala a la cámara para que me tome una foto con ella.

Es una buena foto.

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