LA MALDICIÓN DEL TOQUE DORADO
Había una vez un rey poderoso que amaba el oro por encima de todas las cosas. Su reino era próspero y tenía un magnífico palacio lleno de tesoros. Sin embargo, el rey siempre quiso más riqueza.
Un día, el rey encontró a un anciano sabio perdido en su jardín. El sabio se había emborrachado y se había perdido. El rey, reconociendo en él una figura importante, le ofreció hospitalidad y lo cuidó durante diez días. Al final de este período, el rey devolvió al sabio a su lugar de origen.
Agradecido por la bondad del rey, el sabio decidió concederle un deseo. El rey, sin dudarlo, pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. El sabio le advirtió sobre los posibles peligros de tal deseo, pero el rey estaba convencido de que la riqueza ilimitada traería felicidad. Entonces el sabio concedió su deseo.
Al principio, el rey estaba extasiado. Tocó piedras, flores y árboles, y todo se convirtió en oro puro. Pero la alegría del rey duró poco. Cuando intentó comer, descubrió que la comida se convertía en oro en su boca. Incluso el agua que intentó beber se convirtió en oro líquido.
Desesperado, el rey se dio cuenta de la maldición de su deseo. La riqueza que tanto deseaba se había convertido en una carga insoportable. Cuando vio a su hija entrar al jardín, corrió a abrazarla, pero, para su horror, ella se convirtió en una estatua dorada.
Devastado, el rey le rogó al sabio que deshaciera el deseo. Conmovido por el sincero arrepentimiento del rey, el sabio le dijo que se bañara en un río mientras negaba en voz alta la codicia. El rey corrió hacia el río y, mientras se sumergía en el agua e hacía lo que le decía, vio que le quitaban el toque dorado.
Cuando se corte el último árbol, se pesque el último pez y se contamine el último río, la gente se dará cuenta de que no pueden comer dinero.
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