día III: «el espacio»

Querida Irene:

«Adiós, ríos; adiós, fuentes; / adiós, arroyos pequeños; / adiós, vista de mis ojos, / no sé cuándo nos veremos. / Tierra mía, tierra mía, / tierra donde me crié, / huertecilla que tanto amo / higueruelas que planté. / Padros, ríos, arboledas, / pinares que mueve el viento, / pajarillos piadores, / casitas de mi contento… / No me olvides, ay querida, / si muero de soledad… / tantas leguas mar adentro… / ¡Adiós mi casa!, ¡mi hogar!» Cantares Gallegos, Rosalía de Castro

Hoy desperté con un peso en mi cuerpo, soñé con personas que desconozco, con lugares construidos por mi mente; ¿de qué irá todo ello?... Llovió toda la noche, hasta que el cielo se agotó; sentí frío el cuerpo y de pronto, el sol traspasó mis persianas de telas de encaje, iluminó mis ojos y adopté la postura de agotar la rutina. El inicio del día surge de inmediato: la escritura en mis diarios, mis cuadernillos fabricados por mis manos... Los presiento especiales. Empezaba a recordar cuándo fue la primera vez que empecé a escribir; recordar que de niña aprender a escribir fue el inicio también de mi ansiedad. ¿Podría volver a ese tiempo? No. Estamos bien así.

Hilo tus palabras e imagino Galicia, he indagado fotografías en el buscador para conocerla y tenerla más de cerca. Pienso que es bellísima; la conexión de la lengua materna con el océano majestuoso. Decidí empezar esta epistolaria con un poema perteneciente a «Cantares gallegos», [he descubierto tu descripción en esta lírica] de una de mis poetas gallegas preferidas –y más conocidas– Rosalía de Castro. ¿Por qué la lengua malllamada «extranjera» nos es ajena? ¿Por qué no gestar la poesía desde todas las ciudades del mundo? Eso sea un sueño utópico mío. Me gusta imaginarlo: conocer autoras lejanas de mi territorio de nacimiento, explorar sus historias, conocer sus sueños, sus dolores genéricos... Hace poco leía a Emilia Pardo Bazán, a Concepción Arenal; otras dos de mis escritoras gallegas que más he compartido y abrazado; la poesía la idea política.

Hablabas del viaje; de las abuelas, los árboles, el vértigo al encierro; las lenguas maternas reprimidas; del espacio en la estantería propia para autoras de otras partes del mundo. Me hace feliz reconocer las luces que iluminan nuestras ciudades de origen, y las ciudades que alguna vez abrazamos en la ruta, en el viaje, en la espera; en la calma o en la furia... Guardo esperanzas cortas; la sequía es una realidad aquí y afuera también. Me apena saber que nuestro ecosistema está muriendo, nuestros bosques y selvas están siendo asfixiados y deforestados. Ayer te comentaba mi temor a la vejez, al olvido de mi memoria; pero en realidad, mi mayor temor es que todo esto que nos rodea –que es tan bello y poco apreciado– desfallezca. En casa, hemos impulsado nuestro propio plan: el RE. Nos educamos al respecto –en la medida de lo posible–. Sin embargo, el miedo es latente y no sé cuánto dure.

Abrazos para ti, también querida Irene.
A veces escribo desde mi utopía, espero nombrar más en un estado surrealista.
Que estés bien y cuida de Galicia y nuestra Madre Naturaleza.

Con afecto,
Nicole.

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